ESPAÑA

Pablo Iglesias, que en 2014 surgió como líder de una parte de la izquierda española en plena crisis económica, abandona ahora la política activa, al considerarse un “chivo expiatorio” que facilitó el triunfo de la derecha en las elecciones regionales de esta semana en Madrid.

“Cuando uno no es útil tiene que saber retirarse”, dijo Iglesias, secretario general de Podemos, tras conocer los resultados en los comicios regionales de Madrid que lo tuvo como candidato.

Antes de estas elecciones, Iglesias (Madrid, 1978) abandonó su puesto como vicepresidente segundo en el Gobierno español de coalición del socialista Pedro Sánchez.

Pero, a pesar de que su partido sumó tres diputados más, se vio ampliamente sobrepasado por otra formación de izquierda, Más Madrid, surgida de una escisión de Podemos, mientras el Partido Popular (PP) obtuvo una contundente victoria con Isabel Díaz Ayuso.

Las últimas palabras de despedida ante sus seguidores en la noche del martes fueron una cita del cantautor cubano Silvio Rodríguez: “Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui”.

El hasta ahora líder de Podemos, del que fue uno de sus fundadores, dijo estar “enormemente orgulloso” de lo conseguido por su partido desde que hace siete años se presentó por primera vez a unas elecciones, ya que su proyecto político “ha cambiado la historia del país” y “ha acabado con el bipartidismo”.

Iglesias, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, saltó a la arena política en 2014, cuando fue elegido diputado en el Parlamento Europeo, aupado por el movimiento social 15-M, movilización de los más perjudicados por la crisis económica desencadenada en 2008.

Fue precisamente en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense donde Iglesias fundó Podemos, junto a Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre, aunque varios de los fundadores se han ido marchando entre críticas de personalismo hacia Iglesias.

El objetivo de Podemos era “asaltar los cielos”, como le gustaba decir a Iglesias, recordando una expresión de Karl Marx, y adelantar al PSOE para convertirse en referente de la izquierda española.

Y en esa dirección iba, cuando en 2015, con un año de vida, Podemos irrumpió en la política española y, junto a otros grupos de izquierda, consiguieron 69 escaños de los 350 de la Cámara, impulsado por muchos votantes decepcionados con el PSOE.

Su objetivo era romper el hasta entonces tradicional bipartidismo formado por ese partido y el PP, pero en sucesivos comicios fue perdiendo fuerza, aunque en 2020 consiguió entrar en el Gobierno de España, después de duras tensiones con el PSOE y su líder, Pedro Sánchez.

Su paso por el ejecutivo tuvo un balance de gestión escaso, según sus críticos, y con tensiones internas con el PSOE.

Convencido de que el papel de Podemos era plantar cara a los socialistas para defender políticas sociales, Iglesias se enzarzó en su año de vicepresidente en numerosas disputas con el PSOE: por los presupuestos, por las leyes de igualdad, los escándalos de la monarquía o la derogación de la reforma laboral.

Tras la convocatoria electoral en Madrid, y ante la perspectiva de que Podemos tuviera malos resultados, Iglesias decidió abandonar el gabinete y presentarse como candidato, lo que imprimió una fuerte polarización, al convertirse en el objetivo principal de la postulante del PP, Isabel Días Ayuso.

Con la “conciencia absoluta de haberme convertido en un chivo expiatorio que moviliza los afectos más oscuros y más contrarios a la democracia”, Iglesias decidió dejar todos sus cargos.

Acostumbrado a los giros dramáticos de guión de esas series que tanto le gustan, el hasta ahora líder de Podemos no desveló su próximo destino.