Por Bruno Petcho
El 7 de Octubre terroristas de Hamás invadieron Israel cometiendo la masacre más grande de la historia del país. Entraron a asesinar bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos, por la única razón de ser judíos. Una masacre que nos recordó los horrores de los pogroms de la época del Imperio ruso, y las atrocidades cometidas por los nazis hace apenas 80 años.
Después de la masacre del 7 de Octubre, las fuerzas de defensa de Israel comenzaron a responder como lo haría cualquier Estado democrático si su población estuviera corriendo el peligro que hoy corren sus ciudadanos. Israel contestó como haría cualquier país en el uso de su derecho a la legítima defensa, para poder proteger la vida y la existencia misma de su Estado.
Muchos no esperaron ni un día para condenar a Israel y negarle el derecho a defenderse. Algunos que ni siquiera hablaron de la masacre realizada por los terroristas de Hamás, no dudaron ni un segundo en condenar de forma tajante la respuesta. Seguramente muchos sean los mismos que encontraron argumentos para contextualizar los atentados del 7 de Octubre y explicarlos como una reacción a las políticas de Israel.
Como siempre, aparecieron argumentos basados en el bloqueo a Gaza, pero ninguno incluía ni a Egipto y su frontera, ni a los cientos de atentados terroristas que originaron el bloqueo.
Surgieron también argumentos basados en las políticas expansionistas del Estado de Israel, un país que tiene la misma superficie que Tacuarembó en Uruguay, o que Tierra del Fuego en Argentina.
Y como pasa en cada escalada, aparecieron argumentos de cientos de activistas en contra del genocidio del Pueblo Palestino, población que se ha multiplicado de forma sin igual durante los últimos 30 años.
Pero también aparecieron especialistas hablando de desproporcionalidad. Y a mi entender tienen razón. Porque no podrá existir nunca proporcionalidad entre el Estado de Israel y el grupo terrorista Hamás.
Porque el amor de Israel por la vida va a ser siempre mucho más fuerte que el amor que siente Hamás por la muerte.
Porque Israel va a seguir buscando la paz y Hamás no va a dejar nunca de buscar la guerra.
Porque un cese al fuego de Hamás podría significar el comienzo de una resolución pacífica, mientras que un cese al fuego de Israel, en las condiciones actuales, significaría la extinción del único Estado judío del mundo, y de su gente.
Y al mismo tiempo que decenas de ciudades de Israel son el blanco de miles de misiles lanzados indiscriminadamente por Hamás, y al mismo tiempo que este grupo terrorista, igual a ISIS, tiene secuestradas a más de 240 personas israelíes y de otras nacionalidades, judíos y no judíos, bebés, niños, mujeres y ancianos, el mundo le pide a Israel un cese al fuego, y que deje de protegerse, que deje de buscar la liberación de los secuestrados, que no se defienda, que se rinda, que entregue a su pueblo y que así siga dejando al Pueblo Palestino en manos de Hamás.
¿No debería el mundo entero pedir por una Palestina libre de Hamás? ¿No debería el mundo entero pedirle a Hamás un cese al fuego? ¿No deberíamos estar todos pidiendo por la liberación de los secuestrados?
En 2010 tuve la oportunidad de estar en Polonia y recorrer el horror que vivieron personas de todas partes en los campos de exterminio Nazi. Recuerdo como si fuera hoy, en Treblinka, ver una piedra tallada en la que decía en varios idiomas “Nunca más”.
Hoy, esos mismos idiomas son los que muchos países integrantes de la ONU, políticos, medios internacionales, periodistas, comunicadores, activistas y personas en las redes sociales usan para condenar a Israel y negarle el derecho legítimo de defender a su gente.
Ojalá el mundo no tenga que volver a tallar ninguna otra piedra.
Nunca más es ahora.