Lecciones de una elección. Opinión de Carlos Peña, de El Mercurio

Las fuerzas que acompañan a Kast no deben olvidar que el notable triunfo que han obtenido no es una adhesión ideológica a la derecha, sino el resultado del fracaso ideológico del que concluye.

Llamada protocolar de Gabriel Boric a José Antonio Kast.
Llamada protocolar de Gabriel Boric a José Antonio Kast.

Carlos Peña, El Mercurio (GDA)
La conversación telefónica sostenida el domingo, luego de los resultados, entre el presidente Gabriel Boric y el presidente electo, José Antonio Kast, permite advertir las flagrantes diferencias. El primero, de pie, sin corbata, elocuente, con un discurso institucional, escondiendo la desilusión. El segundo, con corbata y el escudo de fondo, más bien parco y escaso de palabras, sin esconder por su parte la distancia.

Toda una imagen de este proceso.

Y es que el triunfo de José Antonio Kast comenzó a gestarse no gracias a un talento que él todavía se rehusa a exhibir, o a las ideas que decidió dejar en paréntesis, sino merced a los excesos retóricos y el diagnóstico errado que ejecutó el presidente Gabriel Boric, quien despilfarró la primera mitad de su período narrando los deseos homicidas que le despertaba el neoliberalismo, mientras la sensación de inseguridad cundía, la economía se ralentizaba y los sectores populares se sentían al margen de la política exterior turquesa, los territorios, el Wallmapu, la multiculturalidad y las minorías de toda índole.

De esta manera, el gobierno del presidente Gabriel Boric fue generando una gigantesca distancia entre las expectativas de la mayoría y el quehacer gubernamental. El abandono del universalismo, que fue siempre el aspecto central de la centroizquierda (algo en lo que coincide con el mejor liberalismo), constituyó un grueso error y es difícil comprender cómo los cuadros mejor formados de ese sector político pudieron consentirlo. Es cierto que en la segunda parte de su gobierno hizo esfuerzos por corregir todo eso (y Jara demostró que los sectores populares lo esperaban); pero, como acaba de quedar de manifiesto, fue demasiado tarde.

Kast vota en la comuna donde se instaló su familia y rebaja las expectativas si es elegido
El candidato electo a la Presidencia de Chile, José Antonio Kast, se toma una foto luego de votar.
Foto: EFE

Y, la verdad sea dicha, la derrota que acaba de experimentar es del todo merecida.

José Antonio Kast, en cambio, ahorró palabras (bien mirado, las redujo al mínimo) y estacionó sus ideas en un sitio del que, según ha dicho, en los siguientes cuatro años no saldrán. El suyo, ha insistido, es un gobierno de emergencia.

Y como la ciudadanía ha confiado en él y lo que ha dicho, las fuerzas que lo acompañan no deben olvidar que el notable triunfo que han obtenido no es una adhesión ideológica a la derecha, sino el resultado del fracaso ideológico del que concluye.

Los temas que la derecha de más a la derecha estará tentada de agitar -llevando adelante la batalla cultural que tanto entusiasma a algunos de sus partidarios más conservadores- es de esperar sigan siendo parte de la cultura del trasfondo y de la esfera pública; pero sería un gigantesco error que el presidente electo las erigiera en parte de su agenda política. Si lo hiciera, es posible augurar, le ocurriría al cabo de cuatro años lo que ahora está ocurriendo al presidente Gabriel Boric: constataría que, en vez de adhesión, habría cultivado una distancia.

Y, desde luego, debe evitar la tentación de sustituir la falta de fervor ideológico de este triunfo, por lo que pudiera llamarse la épica del control o de la seguridad, que, exacerbada, podría crear un clima favorable a esas formas de nuevo autoritarismo que son resultado de la migración descontrolada y la inseguridad.

La candidata presidencial chilena Jeannette Jara, de la coalición Unidad por Chile, saluda a sus simpatizantes a su llegada a un colegio electoral durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Santiago el 14 de diciembre de 2025.
La candidata presidencial chilena Jeannette Jara saluda a sus simpatizantes a su llegada a un colegio electoral
Foto: AFP

En fin, es de esperar que las novedades fallidas que impulsó el presidente Boric, o la tentación del control o la creencia de que las ideas de derecha han triunfado, sean simples disfraces, distracciones de una sociedad que, por debajo de los acontecimientos inmediatos, sigue teniendo a la vez un impulso modernizador y una profunda vocación institucional.

Y al presenciar la conversación entre el presidente Boric y el presidente electo Kast -a pesar de la mutua antipatía, cada uno ejercitando el ascetismo de las formas- hay razones para pensar que es, en efecto, así.

Las fuerzas que lo acompañan no deben olvidar que el notable triunfo que han obtenido no es una adhesión ideológica a la derecha, sino el resultado del fracaso ideológico del que concluye.

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