David Pierson
The New York Times
Tras años de una desconfianza cada vez más profunda y tensiones crecientes, los lazos entre Estados Unidos y China parecían preparados para un modesto repunte después del encuentro de los líderes de las dos naciones en una cumbre en noviembre pasado y los esfuerzos recientes por parte de Pekín para estabilizar sus relaciones con el mundo. Se esperaba que una visita del secretario de Estado, Antony Blinken, a Pekín el fin de semana pasado siguiera avanzando esa línea de progreso.
Un globo fue lo único que se necesitó para acabar con todo.
El descubrimiento de lo que funcionarios militares estadounidenses dijeron que era un “globo de vigilancia de gran altitud” sobre Montana y la decisión de Blinken de cancelar su viaje han expuesto de nuevo la fragilidad de una relación entre dos potencias enfrascadas en una rivalidad extremadamente tensa por el dominio militar, geopolítico y tecnológico.
El globo derribado por Estados Unidos el sábado causó indignación bipartidista y dio al gobierno de Joe Biden poco espacio para maniobrar (incluso cuando, de manera inusual, China expresó su pesar por la aparición del globo).
Ambos países emitieron afirmaciones opuestas sobre la naturaleza del objeto volador. El Pentágono declaró que se usó para “recopilación de inteligencia”, mientras que China aseguró que era un aparato civil usado para investigación científica y que se había desviado de su curso.
Aunque no había nada que indicara que el globo representaba una amenaza militar seria o de inteligencia para Estados Unidos, el simbolismo de un objeto chino a la deriva sobre Estados Unidos agregó un nuevo elemento de volatilidad a una relación que está en el centro de los desafíos más apremiantes del mundo (incluyendo mantener la paz en el estrecho de Taiwán, reconstruir la economía pospandémica y combatir el cambio climático).
Respecto al globo, Rorry Daniels, director de Asia Society Policy Institute en Nueva York, dijo: “Es una pequeña acción con una gran consecuencia. Es de cierta manera impresionante cuando se observa la historia de las relaciones Estados Unidos-China y todas las fases diferentes que la relación ha atravesado para acabar aquí”.
En los meses previos al incidente del globo, los cuerpos diplomáticos de China habían atenuado su retórica típicamente mordaz sobre Washington. Un punto importante fue el llamado del ministro chino de Relaciones Exteriores, Qin Gang, a construir “entendimiento mutuo y afinidad entre los dos pueblos” el mes pasado al dejar su puesto como embajador en Estados Unidos.
China ha estado buscando reducir las tensiones en el extranjero para enfocar su energía en reparar su economía afectada y hacer la transición para salir del aislamiento inducido por el covid-19.
Liu He, el viceprimer ministro del país, asistió el mes pasado a la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, para atraer inversión extranjera y declarar que China estaba de nuevo abierta a los negocios.
Los analistas afirman la aparición de un aparente globo espía chino flotando sobre Estados Unidos en medio de un contexto como este, indica divisiones dentro del gobierno chino acerca de su estrategia hacia su principal competidor geopolítico.
Ryan Hass, un socio sénior en la Institución Brookings y exdirector para China del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, opinó: “La dirección en general de los mensajes diplomáticos recientes de China a Estados Unidos han sido para buscar reducir las tensiones”.
Agregó: “El incidente del globo espía es discordante con el mensaje en general. Eso plantea preguntas sobre la calidad de la coordinación dentro del sistema de seguridad de China”.
El presidente chino, Xi Jinping, no puede permitir que las relaciones chino-estadounidenses resulten todavía más afectadas. Manejar esos lazos está entre las responsabilidades principales de Xi ante los ojos de la élite del país.
La respuesta de China a la revelación del globo destacó el tono más medido del país desde el año anterior.
Shen Dingli, un académico de Relaciones Internacionales enfocado en los lazos entre Estados Unidos y China y que vive en Shanghái, manifestó: “Es digno de reconocer que China decidió que era suyo el globo”.