La trigésima Conferencia de Cambio Climático de la ONU, COP30, entra este lunes en su semana decisiva, después de seis días de negociaciones y bajo una fuerte presión de los indígenas de la Amazonia y de la sociedad civil.
A partir de hoy lunes, los ministros asumen el mando de las negociaciones que, a nivel técnico, han avanzado poco en los temas más controvertidos.
Entre ellos, han quedado fuera de la agenda oficial temas centrales como la financiación de los países ricos a los en desarrollo y las nuevas metas de reducción de emisiones.
El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, evitó asumir responsabilidades y dijo que se incluirían en la agenda únicamente por el deseo de los Estados. “Las decisiones se toman de abajo arriba”, argumentó.
Para darle un impulso a las negociaciones, Brasil ha designado a varios ministros extranjeros como facilitadores en los principales temas de discusión, entre ellos finanzas, mitigación, transición justa y el llamado ‘balance mundial’, que mide los progresos en el cumplimiento del Acuerdo de París.
El capitalismo verde
Los principales avances en la primera semana de la COP llegaron del sector privado, con compromisos de financiación del orden de “billones” de dólares, según la ONU.
No obstante, una de las principales reivindicaciones de los países en desarrollo es precisamente que la mayor parte de las contribuciones financieras que fijaron los países ricos en la COP29 de Bakú, 300.000 millones de dólares anuales, provengan de fondos públicos.
En realidad, sus ambiciones son mucho más altas: aspiran a alcanzar 1,3 billones de dólares. Con ese número en mente, las presidencias de la COP30 y COP29 elaboraron una propuesta para aplicar impuestos a varios sectores.
No obstante, Brasil ya ha reconocido que la propuesta no tiene consenso y necesitará de mayores estudios, que se realizarán a partir de 2026.
Entre las iniciativas de inversiones al margen de las negociaciones, destaca un fondo de conservación de bosques tropicales promovido por Brasil y que ya ha reunido compromisos de 5.500 millones de dólares.
El fondo funcionará como una herramienta de ‘capitalismo verde’: invertirá los recursos en el mercado financiero para multiplicar su valor y, tras remunerar a los inversores, destinará los beneficios a la conservación de los bosques.
La COP30 está teniendo entre sus protagonistas al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por la ausencia de su país tras abandonar por segunda vez el Acuerdo de París.
Las críticas por el negacionismo del republicano al cambio climático se han repetido en la boca de líderes de muchos países y también, por un gobernador y un senador demócratas, las únicas autoridades de EE.UU. presentes en Belém.
Con Washington ausente, China ha ganado atención. El pabellón de la nación asiática es uno de los mayores y más concurridos de la COP, y por él pasan autoridades y directores de empresas que exhiben los avances del país, uno de los más contaminantes del planeta, en su transición energética.
Entre los latinoamericanos, Colombia está asumiendo un rol de liderazgo al tratar de impulsar una declaración política que llama a establecer una ‘hoja de ruta’ para acabar con los combustibles fósiles, pero el petróleo está totalmente fuera de las discusiones en Belém.
Jóvenes lideran la defensa climática
“No hay planeta B”; Lo que comenzó hace años como un cántico en las manifestaciones de desobediencia climática, al día de hoy, resume una realidad incuestionable: casi el 70% de la población mundial considera el cambio climático una amenaza grave y son los jóvenes el sector que lidera esta rebelión como parte esencial de su identidad y futuro. Desde la primera cumbre del clima en Berlín en 1995, pasando por Bonn (2017 y 2001), Katowice (2018), Madrid (2019) hasta la última el pasado año en Bakú (Azerbaiyán), los jóvenes no entienden de fronteras y están decididos a actuar a favor del clima antes de que sea demasiado tarde.
En esta COP30 de Belém (Brasil) la juventud también se moviliza: En la histórica fundación Curro Velho, a orillas del río Guamá, se levanta la “Ciudad de la Juventud”, el primer campamento exclusivamente juvenil en la historia de las conferencias climáticas de la ONU.
Este espacio, funciona como un centro de creatividad, formación y acción política, con talleres artísticos, debates y actividades interculturales para fortalecer el liderazgo juvenil en la lucha contra la crisis climática.
Autoridades y líderes sociales participan en las sesiones plenarias donde los jóvenes expresan con firmeza sus demandas y propuestas y antes de que finalice la Cumbre presentarán la “Carta de la Juventud para la COP30”, resultado del trabajo colectivo del campamento. También hay que destacar en esta cumbre la “Declaratoria del Sur Global”, un documento presentado por 16 jóvenes líderes de América Latina, África y Asia que aglutina las voces y propuestas de niños, adolescentes y jóvenes de territorios históricamente excluidos de los espacios de decisión ambiental. Según el Barómetro Juvenil 2024 en España, el 77 % de los jóvenes considera que la crisis climática es el principal reto del siglo XXI. A nivel global, un estudio de la Universidad de Bath (Reino Unido) reveló que tres de cada cuatro jóvenes sienten miedo por el futuro del planeta y más del 60 % se declara “traicionado” por la inacción de los gobiernos. En la última década, el compromiso juvenil ecologista ha ido mucho más allá de pancartas y declaraciones; Han pasado varios años ya desde que Greta Thunberg pronunció en un discurso ante Naciones Unidas su famoso “How dare you?” -¿Cómo se atreven?”, en el que acusaba a los líderes mundiales de robar a la juventud su futuro.
Para muchos jóvenes, el medio ambiente es una cuestión identitaria. Movimientos como Fridays for Future o Extinction Rebellion Youth han llevado el mensaje ambiental a las calles y foros internacionales de medio mundo.
Indígenas agitan la COP
En la calle, los pueblos indígenas brasileños se han convertido en los principales agitadores de la cumbre, la primera celebrada en su casa, la selva amazónica.
Esto ha causado dolores de cabeza a la presidencia brasileña. En el segundo día de la cumbre, un grupo de indígenas y ecologistas invadió la zona restringida de la ONU. El pasado viernes, los nativos mundurukús bloquearon el acceso principal y causaron largas filas.
En la víspera, mientras miles de activistas climáticos e indígenas protestaban por las calles de Belém, el centro de convenciones amanecía protegido por el Ejército brasileño y por filas y filas de verjas.
Para aplacar los ánimos, el gobierno brasileño se ha visto obligado a sentarse a escuchar sus demandas: el fin de las prospecciones petroleras en la Amazonia y dar un carpetazo a los grandes proyectos de infraestructura en la selva.
A todo esto, un estudio elaborado por una ONG presentado en la COP30 sostiene que sin los conocimientos y las prácticas ancestrales indígenas, el mundo perdería un 40 % de sus grandes ecosistemas intactos y algunos de los sumideros de carbono más confiables del planeta.
El informe documentó más de setecientas iniciativas, lideradas o asociadas con indígenas en todo el mundo, con el fin de exponer las contribuciones y la importancia de los pueblos indígenas en el cuidado del ambiente para fomentar su inclusión en las mesas de negociaciones y políticas.
EFE