Camila se ha convertido contra todo pronóstico en reina de los británicos tras una vida vinculada a Carlos III y tras sacudirse, con mucho esfuerzo, la etiqueta de “enemigo público” de la nación para ganarse a la ciudadanía.
Tras 16 años de matrimonio y otros muchos más de idilio oculto con el hoy monarca, la trayectoria de Camila hasta sentarse en el trono real ha sido muchas cosas menos convencional.
Ha tenido que soportar ser el blanco del desprecio de la ciudadanía y carnaza para los tabloides patrios, que la percibieron como la gran malvada que se entrometía en la relación entre Carlos y la malograda (y adorada) Lady Di.
La segunda esposa del primogénito de Isabel II nació en Londres el 17 de julio de 1947, y tuvo una infancia privilegiada como hija del comandante Bruce Shand, un oficial del Ejército británico y miembro de la llamada pequeña nobleza.
Camila conoció a Carlos con 23 años durante un partido de polo. Según han revelado en incontables ocasiones los medios locales, ella misma comentó entonces al monarca que su tatarabuelo, el rey Eduardo VII, había sido amante de su bisabuela Alice Keppel.
Curiosamente, Carlos no vio entonces en ella a su futura consorte y Camila hizo borrón y cuenta nueva casándose con Andrew Henry Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos, uno de ellos ahijado de Carlos.
Pasaron años y cuidadas campañas de imagen, bien orquestadas desde la Casa real británica, hasta que, por fin, Camila consiguió ser aceptada por la ciudadanía y por los hijos de Carlos y lady Di.
La pareja se casó, tras tres décadas de romance y críticas, con una ceremonia oficiada en el Ayuntamiento de Windsor el 9 de abril de 2005. Ahora, también, se convierten juntos en reyes de los británicos.
Con información de EFE