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Javier Milei, el outsider libertario y bilardista que gobernará la Argentina

Lo que muchos creían imposible, se dio anoche: Milei fue electo y con una ventaja que no pone en duda su victoria. Milei entró en política como un terremoto. Ahora llegó el momento de demostrar de qué magnitud será el sacudón.

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Javier Milei saluda al público luego de votar en el balotaje en Argentina. Foto: AFP
El nuevo presidente argentino tiene 53 años, los cumplió el pasado 22 de octubre, el día de la primera vuelta electoral.
Foto: AFP

Hugo Alconada Mon / La Nación (GDA)
Arquero impetuoso, cantante rolinga, economista libertario, escritor cuestionado, líder bilardista. Javier Milei vivió el fin de semana más importante de su vida. Llegó a este lunes como Presidente electo. Una realidad muy distinta a la que padeció hace pocos años, cuando debió optar si comía él o su perro. Ahora, la “batalla cultural” que promovió lo depositó en la Casa Rosada. Y acaso esa sea clave de su ascenso fulgurante: Milei encarna un sentimiento social de bronca y frustración con la dirigencia tradicional que carecía de representación política en la Argentina.

Su camino fue arduo. Muy. El domingo de las elecciones generales, 22 de octubre, cumplió 53 años. Lo poco que se sabe de su infancia y adolescencia es áspero y doloroso. Padeció violencia física y psicológica en su casa y bullying en el colegio Cardenal Copello de Villa Devoto, contó más de una vez, abusos que lo llevaron a cortar todo vínculo con sus “progenitores” durante años, sin interés alguno por calificarlos como “padres” o “papás”. El vínculo con “Beto” (80), colectivero devenido empresario del transporte, y Alicia (72), ama de casa, fue nulo por largo tiempo. Sólo se restableció cuando el Covid-19 dominó el mundo, gracias a la intercesión de dos figuras decisivas en la vida de Milei: el economista Diego Giacomini, el gran y quizá único amigo íntimo que ha tenido -aunque luego siguieron caminos diferentes-, y su hermana Karina, su sostén emocional. El vínculo fraterno es estrechísimo. Él la define como “la jefa”. O más. Como en septiembre de 2021, cuando Viviana Canosa le preguntó cómo es el vínculo entre ellos. “Vos sabés que Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno…”, respondió, emocionándose. “Kari es Moisés y yo soy solo un divulgador, nada más”.

De aquellos primeros años le quedaron un apodo y dos aficiones. “El loco”, lo llamaron en el colegio. Y así lo conocían, también, en las inferiores del club Chacarita, donde lo recuerdan como un arquero impetuoso que se lanzaba de cabeza, si era necesario, contra los tapones de los delanteros rivales. Tiempos en que ostentaba una melena rubia con flequillo al estilo Rod Stewart, aunque lo suyo eran los Rolling Stones, a los que rendía tributo con “Everest”, la banda con la que atisbó cierta fama de “rockstar”.

En la Universidad de Belgrano estudió Economía y cosechó su primera experiencia laboral. Fue como pasante, seis meses, en el Banco Central (BCRA), aunque terminó mal, como debió admitir ante la insistencia de Sergio Massa durante el debate del domingo. Se graduó, completó su primera maestría y sumó otra en la Universidad Di Tella, mientras terminaba de consolidar su adhesión a las ideas libertarias o al “anarcocapitalismo”, como él lo caracterizó.

Aquellas experiencias iniciales en el mercado laboral le permitieron concluir sus estudios, tras otra pelea con su “progenitor”. También lo mostraron muy lejos de su repudio posterior a la “casta”. Asesoró al legislador nacional Ricardo Bussi y fue el economista jefe de la Fundación Acordar, el think tank que montó Guillermo Francos para proveerle ideas a la campaña presidencial del entonces gobernador Daniel Scioli, del mismo modo que entre 2013 y 2015 se acercó al búnker de Massa junto a Giacomini y Guillermo Nielsen. Y trabajó en Aeropuertos Argentina 2000 para Eduardo Eurnekián, figura señera de los contratistas del Estado.

Fueron años duros para Milei. Debió hacer malabares para llegar a fin de mes, recuerdan sus allegados, mientras afrontaba muy serios problemas con la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Fueron tiempos en los que contaba con un solo y gastado traje oscuro a rayas y llegó a pesar 120 kilos por una opción de vida: comió pizzas durante mucho tiempo para comprarle mejor comida a “Conan”, su perro.

La relación con el mastín inglés fue profunda y compleja. Milei lo definió como su “hijo”. Y sostiene que Dios les tiene asignada una misión aun mayor, según coincidió una docena de fuentes consultadas por La Nación durante los últimos meses. Milei ha llegado a sostener entre sus íntimos que él y “Conan” se conocieron hace 2000 años, en el Coliseo romano. Eran gladiador y león, pero no llegaron a pelear. Porque “el Uno”, como el economista alude a Dios, les comunicó que unirían fuerzas cuando llegara el momento indicado. Y ese momento llegó. En la Argentina de 2023. En público evita ahondar por la senda mística.

“A mí me han pasado cosas muy fuertes que exceden toda explicación científica”, fue lo máximo que contó cuando Luis Novaresio le preguntó por qué creía en Dios si la existencia divina era incomprobable.

Pero Milei está convencido de que “el Uno” le habla, aunque a veces recurra a las dotes tarotistas de su hermana para evaluar en quién puede confiar, o a la veterinaria Celia Melamed para conversar con sus perros, algo que no confirmó ni desmintió en una entrevista con el diario El País de España.

“Lo que yo haga puertas adentro de mi casa es problema mío”, dijo. Otras veces, salió al cruce de las preguntas como cuando calzaba guantes. “¿Sabés cuál es la diferencia entre un genio y un loco? El éxito”, planteó. Una visión de la vida que lo emparenta con Carlos Salvador Bilardo, campeón del mundo como jugador de Estudiantes de La Plata y como técnico de la Selección Argentina. “Yo soy bilardista”, confirmó Milei, “en lo único que creo es en el resultado”.

Católico de origen, Milei se inclinó hacia el judaísmo durante los últimos años. Recurre al rabino Axel Shimon Wahnish como su guía espiritual mientras estudia la Torá. Tiene a Moisés como su “ídolo” y a Eduardo Elsztain como punto de referencia, lo que lo ha llevado a definirlo como uno de los empresarios locales que más respeta.

Milei está convencido, además, que “el Uno” y él comparten una visión económica y abreva para sostenerlo en las ideas del catedrático Jesús Huerta del Soto. “Dios es libertario”, pregona el español desde YouTube, donde afirma que “el Estado es la encarnación del Maligno, del demonio, la correa de transmisión del mal”. Esa misma visión la aplica a sus interlocutores y rivales, a quienes define en términos religiosos. Al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, lo definió como “Mefistófeles” ante un interlocutor que dialogó con La Nación, del mismo modo que calificó al Papa Francisco, el argentino Jorge Bergoglio, como “un demonio en la tierra”.

Antes y después de esos y otros comentarios incendiarios, Milei acudió a un psicólogo, todos los viernes por la tarde, aunque los encuentros terminaron de manera abrupta. El profesional falleció durante la pandemia. Luego acudió a otro terapeuta, pero abandonó las sesiones mientras leía “La muerte de la muerte”, un libro de David Wood y José Luis Cordeiro sobre “la posibilidad científica de la inmortalidad física y su defensa moral”. Pero entre los suyos explicó de otro modo su decisión de cortar con la terapia: “Ya abordé los temas que me preocupaban”, les comunicó. “Ya estoy curado”.

En público, alude muy poco a esa faceta de su vida, que el periodista Juan Luis González abordó en “El loco”. Pero en mayo de 2022, por ejemplo, acusó a Rodríguez Larreta de querer inmiscuirse en su “historia clínica”, según le dijo a Laura Di Marco. “Una de las amenazas que recibo es: o accedo a correrme de la política o cuenta qué psicofármacos tomo”. Para entonces ya había decidido clonar a Conan, esa posibilidad que evaluaba hacía tiempo. Lo esbozó en público en un congreso en la que se abordó el concepto de “singularidad tecnológica”. En privado, buscó un laboratorio en Estados Unidos.

Así aparecieron sus cuatro “nietitos”, como los definió, con nombres de economistas. Los mastines ingleses Milton (por Milton Friedman), Murray (por Murray Rothbard), y Robert y Lucas (por Robert Lucas). Fueron tiempos de desafíos emocionales para Milei. Él mismo definió a su departamento en el barrio de Abasto -regalo de su padre, que luego invocó ese regalo para la extorsión emocional- como lo más parecido a “Kosovo”. Y novió durante meses con la cantante Daniela Mori, otrora integrante del grupo Las primas. El romance no prosperó, pero ella guarda de él los mejores recuerdos. Porque cuando diagnosticaron con cáncer a su hija, él mostró su mejor faceta. “Eso no lo olvidaré jamás”, le reconoce ella.

Sin Giacomini, ni Mori a su lado, muerto “Conan” y previó a la irrupción de Fátima Florez en su vida afectiva, Karina incrementó su ascendencia emocional sobre él. Traducción: poder de influencia y decisión. En los hechos, ella define quién puede acercarse a su hermano o quién recibe la bendición para ser candidato o candidata dentro del espacio.

Aunque jamás había militado o siquiera mostrado interés por la política, el salto se dio por decantación. O casi. Milei ingresó de la mano de otro economista, José Luis Espert, con el que se llevaba mal y terminó peor. Muchos vieron detrás a Eurnekián. Pero reducir su recorrido político al influjo de un empresario también sería un error. Milei llenó un espacio que estaba vacío. O en términos economicistas: encarnó la oferta que cubre la demanda por algo distinto tras dos décadas de frustraciones con el kirchnerismo y Juntos por el Cambio.

Una y otra vez, Milei ofreció una respuesta: explicó que había llegado el momento de encarar la “batalla cultural” contra la “casta”, integrada por “chorros”, “parásitos” y “ladrones” de uno y otro lado de la grieta.

Relación tensa con los medios y los periodistas

Se dio a conocer en 2015 en un programa de Mariano Grondona

La relación de Javier Milei con la prensa es ambivalente. Ganó exposición y reconocimiento público, sumó seguidores en las redes, cosechó charlas y asesorías y elevó sus honorarios gracias a su irrupción en canales y radios, pero recela de los periodistas y se enfurece ante cualquier pregunta que esboce siquiera un disenso. Así insultó o destrató a numerosos reporteros en todo el país y pretendió escoger preguntas y vedar temas.

¿Conclusión? Tanto el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) como la Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina (Adepa) emitieron comunicados en defensa de la libertad de expresión. El libertario no puede alegar inexperiencia al lidiar con la prensa.

Lleva ya más de ocho años en las grandes ligas. Comenzó con Giacomini en el programa Hora clave, que en abril de 2015 conducían Mariano Grondona y Pablo Rossi por Canal 26, aunque su salto al estrellato fue gracias al Grupo América, de los empresarios Daniel Vila, José Luis Manzano, Claudio Belocopitt y, otra vez, Eurnekián, figura constante en la vida de Milei. Desde Juntos por el Cambio arguyen que Milei ganó aire en el Grupo América porque sirvió de ariete en la puja que “el Armenio” mantenía con el entonces presidente Mauricio Macri por la concesión de Aeropuertos Argentina 2000. Pero eso explicaría una faceta, apenas, de la realidad. Porque Milei, con su estilo descontracturado, su lenguaje llano y hasta con sus exabruptos captó la atención de una audiencia harta de economistas inentendibles y políticos insípidos que repiten la papilla preparada por sus equipos de marketing.

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