Por Elisabetta Piqué/La Nación/GDA
Duró una hora, según el Vaticano, la primera audiencia oficial entre el presidente argentino Javier Milei y el papa Francisco. Se trata de un tiempo muy largo, que el papa nunca había tenido ni con Cristina Kirchner ni Mauricio Marci ni Alberto Fernández, lo que indica que fue un éxito este primer encuentro y que la conversación fue intensa y completa.
Fue una audiencia “muy buena y muy amable”, pudo saber La Nación de fuentes vaticanas, consecuencia de ese inesperado clima de distensión que se dio entre los dos, luego de los saludos, con abrazo y beso, que hubo este domingo al principio y al final de la misa de canonización de Mama Antula, que pareció marcar el inicio de una nueva etapa.
Junto a su comitiva, formada por su hermana Karina, secretaria general de la Presidencia; la canciller, Diana Mondino; los ministros del Interior y Capital Humano, Guillermo Francos y Sandra Pettovello; el rabino Axel Wahnish, embajador designado en Israel; y el secretario de Culto anunciado, Francisco Sánchez, Milei arribó en un convoy de autos negros a las 8:57 al Patio de San Dámaso y fue recibido con todos los honores de un jefe de Estado. El presidente llegó al filo de la reunión, pautada para las 9:00, porque hizo detener el convoy en la Via della Conciliazione para saludar a un grupo de argentinos que se congregó en las inmediaciones del Vaticano.
Para la reunión, como es costumbre durante la visita de los jefes de Estado, Milei le hizo entrega de una serie de obsequios al jefe de la Iglesia Católica. Según lo informado por el vocero de la presidencia, Manuel Adorni, los regalos fueron: una carpeta con la copia de “la carta manuscrita del canciller José María Gutiérrez acreditando a Juan Bautista Alberdi” como representante en Europa, un cuadro con la “postal conmemorativa de Mama Antula que el Correo Argentino” distribuyó en ocasión de su beatificación y “alfajores de dulce de leche y galletitas de limón”.
En una reunión a agenda abierta y más allá de la conexión y química evidente que ambos reflejaron este domingo en su abrazo y beso, el Papa escuchó atentamente los planes del presidente libertario -cuyas ideas parecen estar en las antípodas- para entender cuál es el rumbo. Según pudo saber La Nación de fuentes informadas, el Pontífice, de 87 años, dejó hablar al líder libertario famoso en todo el mundo por haberlo insultado en el pasado, pero que este domingo se arrojó emocionado a sus brazos, pidiéndole si le podía dar un beso, como un hijo pródigo. Entonces le contó sobre la dramática situación de la Argentina, una madre patria golpeada, con grandes recursos materiales y humanos, donde un 40% de la población vive en la pobreza, con inflación en las estrellas y donde las últimas medidas económicas causaron rechazo en amplios sectores, que incluso promovieron una huelga general en tiempo récord.
Milei le habló de la terrible herencia recibida, de la batalla emprendida en contra los privilegios de “la casta” aún enquistada en el Congreso, según su narrativa, y probablemente del estrepitoso fracaso de la ley ómnibus que opacó su primer viaje internacional (sin contar el Foro de Davos).
Se descuenta que, como hizo en el primer llamado telefónico que mantuvieron dos días después de su triunfo electoral, y luego en una carta formal, el mandatario volvió a invitar al papa al país, una asignatura pendiente de Jorge Bergoglio después de casi 11 años en la cátedra de Pedro y de haber viajado a 61 países, incluidos varios de América Latina, algo que causó frustración en muchos argentinos. Aunque no hubo una respuesta del Pontífice, que ya hizo saber que tiene la voluntad de ir y que, de darse el viaje, sería en el segundo semestre, después de una visita a Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Timor Este, prevista para fines de agosto.
Terminado el cara a cara a solas, volvieron a abrirse las puertas de la Biblioteca y el papa recibió al resto de la comitiva. En unos diez minutos, saludó a todos y se dio el habitual intercambio de regalos. Francisco le regaló a Milei algo muy simbólico: un medallón de bronce inspirado al Baldaquino de San Pedro, “que representa la armonía entre lo sagrado y lo divino, uniendo el cielo y la tierra en una visión única” y en cuyo centro “brilla la paloma del Espíritu Santo, símbolo de unidad, fuerza e inspiración para la Iglesia”, según pudo leerse en un pergamino que acompañaba el regalo; además, sus principales libros y el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de este año. Los demás miembros de la comitivia se llevaron el habitual rosario.
Más tarde Milei se entrevistó con el número dos de Francisco, el cardenal italiano Pietro Parolin, secretario de Estado, algo así como el “primer ministro”, y con el “canciller” del Vaticano, el arzobispo británico Paul Gallagher, ambos conocidos por hablar bien español. Desde su oficina llegará luego un comunicado sobre esta reunión, que difundirá la Sala de Prensa de la Santa Sede.