Tras su expulsión del Casmu, en enero de 2024, por parte del anterior directorio, el cardiólogo e intensivista fue luego electo presidente del Colegio Médico del Uruguay al vencer al exministro Daniel Salinas. A poco más de un año de gestión en el ámbito colegiado médico, Álvaro Niggemeyer habló con El País de un proyecto que busca impulsar vinculado a la violencia, acoso y discriminación en la profesión. Así como analizó el escenario que viven los profesionales en el terreno y los desafíos que visualiza del sistema de salud, que incluye un llamado de aterrizar normas que exijan un buen gobierno corporativo de las instituciones médicas.
-¿Cuál es el proyecto del Colegio Médico que más lo desvela a un año de su gestión?
-Queremos generar una comisión de trabajo que aborde el problema de violencia, acoso y discriminación que sufren los médicos en el trabajo. Una encuesta marcó que un 40% de los médicos sufre violencia psicológica semanal por parte de los superiores. Un médico que sufre violencia y se desgasta - y, a su vez, sufre burnout- va a tener una peor calidad de asistencia, así como más complicaciones y peores resultados con los pacientes.
-¿En qué condiciones trabajan hoy los médicos locales?
-Es muy variable. Depende de si estamos en el sector público o privado; si uno tiene una especialidad en un grupo que lo defiende o es un médico general o de emergencia que están básicamente desprotegidos; o si está en Montevideo o el interior. Hay médicos que trabajan en el primer nivel de atención que a veces están solos con un tenedor en la guerra.
-Un estudio del Colegio Médico de 2024 marcó que cuatro de cada 10 residentes trabajan unas 55 horas semanales. ¿Por qué no cambia esto?
-Es un problema multifactorial. Los residentes que están en una etapa formativa tendrían que dedicarse exclusivamente a la residencia y tener un descanso adecuado. En cambio, te puede atender un médico que lleva 24 horas sin dormir. Hemos hecho jornadas para abordar los problemas de descanso, pero el problema real es que el sueldo de los residentes es muy malo.
-Por otro lado, el multiempleo está muy naturalizado...
-Sí, todos los médicos trabajan en más de dos o tres lados. Se pierde tiempo y energía en los traslados, y tampoco se están dedicando a lo que deberían en cada trabajo. Pero cómo le puedo exigir a alguien que se dedique a una sola institución cuando, de repente, cierra y queda en la calle. Y capaz que con 50 años no se está para ir a hacer suplencias. Es un tema muy complejo. El punto es que se gasta mucho dinero en salud y, al mismo tiempo, decimos que falta dinero.
-¿Está de acuerdo con topear los salarios médicos, tal como planteó la ministra de Salud Pública, Cristina Lustemberg?
-Hay un mercado de oferta y demanda. Si te querés operar con el mejor, está bien que gane muy bien. Lo que hay es una inequidad en el reparto de la torta salarial. Pero no me parece que la solución pase por topear salarios porque, si uno buscara eso, probablemente no movería la aguja del presupuesto en salud. Lo ineficiente del gasto en salud está vinculado a contratos múltiples, superposición de tareas y cargos que son pagados pero que no se ejercen adecuadamente, y no tanto en que el mejor cobre mucho. Sería una medida poco efectiva y probablemente tratando de igualar para abajo.
-Un estudio del Ministerio de Salud Pública marca que unos 500 médicos ganan más de $ 680.000 por mes. ¿No hay salarios excesivos?
-Si a $ 680.000 uno le quita los impuestos, el salario líquido puede quedar en dos tercios, y es un médico que dedica muchas horas. No me parece excesivo. Sí puede haber algunas formas de trabajo por las que se gane de manera excesiva por cómo se factura. Por ejemplo, con técnicas que no están incluidas en la canasta PIAS.
-¿El sistema actualmente goza de buena salud?
-Para lo que se invierte en salud, un 9,3% del PIB -más de US$ 7.000 millones por año-, te diría que tendríamos que tener mejor salud. Esto es un primer nivel de atención más robusto, donde cada habitante tenga un médico tratante que le resuelva los problemas, lo pueda ver en pocos días y hacer mucha prevención y diagnóstico precoz. Para eso se precisa pagarles bien, ayudarlos a formarse, apoyarlos en territorio, distribuir los recursos humanos por el país, algo de lo que estamos lejos. La respuesta es que sí estamos mejor en comparación con los vecinos, pero no cómo deberíamos estar con la cantidad de dinero que se invierte.
-¿Cuál es el principal escollo que enfrenta el sistema?
-El Fonasa está financiado con aportes por unos US$ 2.800 millones por año y por Rentas Generales con US$ 820 millones. El problema es que todo ese dinero es público y debería ser tratado con ese cuidado, y no lo está. Por ejemplo, en el sector público aplica el Tocaf, que da ciertas garantías, pero en el sector privado hay un amplio espectro de situaciones.
-¿Qué observa a nivel del sistema privado de salud?
-Hay prestadores que trabajan con muy buena gobernanza, muy buenos controles y alta eficiencia. Otros tienen problemas serios de gobernanza, con directorios que están integrados por grupos políticos o corporativos que rotan muy frecuentemente. En estos se confunde gobierno con gestión, entonces, el que gobierna no deja trabajar a los gerentes y hay malos mecanismos de control.
-¿Por qué cree que ocurre?
-Porque no existen normas que exijan buena gobernanza o buen gobierno corporativo de las instituciones de salud.
-¿Entiende que cada institución hace lo que considera?
-Si bien hay un decreto reglamentario que las encorseta en ciertas cosas, no hay una normativa de buenas prácticas donde se establezca quién toma las decisiones o que se deba realizar una auditoría interna y externa para que el dinero del Fonasa sea destinado en que la gente tenga la mejor salud, y no que de repente sea desviado a otros fines por directores oportunistas. Eso no tiene un control adecuado, y son el MSP y la Junasa quienes deberían hacerlo con la reglamentación adecuada. Si no controlamos que se gaste bien el dinero público, cada tanto tiempo vamos a estar tapando agujeros de las mutualistas.