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Son siete los departamentos en Uruguay donde mueren más que los que nacen

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Recién nacido tomando la mano del padre. Foto: Archivo El País

FECUNDIDAD

La caída de los nacimientos y el llamado “envejecimiento poblacional” están dando las primeras señales: en siete departamentos murió, el año pasado, más gente que la que nació.

En Uruguay el comienzo y el final de la vida parecen mirarse de cerca, como esos boxeadores que mueven su cuerpo en péndulo para medir al oponente. Y esa puja -“no necesariamente negativa”, insisten los demógrafos- es la expresión más fiel de algunos latiguillos de moda: que el país ha envejecido, que cada vez nacen menos niños, que…

El año pasado nacieron, en Uruguay, 37.472 bebés. En el mismo período, y en el mismo país, murieron 34.807 personas. El saldo -o el crecimiento vegetativo, como le llaman los entendidos- sigue siendo “positivo”: nacen más que los que mueren. Pero la distancia se viene achicando a pasos agigantados. Y en siete departamentos la mortalidad superó a la natalidad.

Que muera más gente, explica la demógrafa Mariana Paredes, no es sinónimo de que “la gente se muere más”. En todo caso, dice, es la prueba de que “hay más gente en edad de morir”. Por eso Lavalleja, la zona más envejecida de Uruguay, era el único departamento en que los fallecimientos ya superaban a los recién nacidos. El fenómeno se registró por primera vez en 2010.

Pero, en 2019, Canelones, Colonia, Durazno, Florida, Rocha y San José se sumaron a esa lista. La magnitud del fenómeno es tal que pareciera que el río Negro partiese a la mitad el mapa uruguayo: al norte están las zonas de mayor crecimiento vegetativo y al sur las de menos.

No es casualidad. “En el norte la proporción de nacimientos supera al sur, y en el sur la proporción de viejos supera al norte”, señala Paredes. Lavalleja es el mejor ejemplo: a su baja natalidad se le ha sumado una emigración hacia Maldonado. Eso llevó a que haya cada vez menos población en edad de ser papás y mayor cantidad de adultos mayores.

Uruguay terminó el 2019 con 1,5 hijos por cada mujer en edad de ser madre. Esa “baja” tasa global de fecundidad (así le dicen) asemeja al país a la tendencia de Europa. Lejos de ser una mala noticia, podría ser la cara del desarrollo: la población estudia más, elige cuándo quiere tener y cuántos quiere tener, la mujer se “empodera”, y, sobre todo, caen los embarazos en adolescentes.

Pero esa lógica parece no siempre encontrar su correlato en la respuesta a una de las preguntas que el ginecólogo les hace a las gestantes: “¿Su embarazo fue planificado?”.

Porque las estadísticas vitales que el Ministerio de Salud actualizó la semana pasada muestran que el 39% de las madres que parieron en 2019 dijeron no haber planificado su embarazo. Se trata de un guarismo que está “planchado” en los últimos años y cuya estabilidad desconcierta a los demógrafos. ¿Cómo es posible que caigan los embarazos en adolescentes, la supuesta edad de menos planificación, y no disminuye el porcentaje de embarazos sin intención”.

Según la ginecóloga Mónica Gorgoroso, “los embarazos no planificados se pueden producir en cualquier etapa, de hecho, hay adolescentes que dicen haber planificado su embarazo”. Y la alta prevalencia de embarazos no planificados, dice, “no está tan relacionada con el acceso a métodos anticonceptivos, sino con saber usarlos y mantener una disciplina: reponer las pastillas antes de que se acabe el blíster, usar bien el preservativo…”.

La psicóloga Cecilia Stapff, de la asociación civil Iniciativas Sanitarias, tiene la misma percepción: “no es tanto una cuestión de disponibilidad de los métodos, sino de su correcto uso y de educación”.

En este sentido, en la cuarta parte de los nacimientos del año pasado la madre declaró haberse embarazado por “fracaso” en el método anticonceptivo. Y ese “fracaso” responde más a un olvido o un mal uso, dicen los ginecólogos, que a una falla del método en sí (nunca tienen 100% de eficacia).

Todas estas “curiosidades” que arrojan las estadísticas, entienden los expertos, podrían ser claves para comprender la marcha futura de la población uruguaya. De hecho, la cantidad de hijos por mujer en edad de ser madre ya está siendo más baja que la estimada por los demógrafos para el año 2050. Y eso implica recalcular.

Incluso el COVID-19 podría acelerar o enlentecer la tendencia. No por la cantidad de muertos (“los 30 registrados hasta ahora no mueven la aguja estadística”, dice Paredes), pero sí por “factores indirectos”.

Tras la Segunda Guerra Mundial hubo un período de recuperación económica y de esperanza que provocó el famoso “baby boom”. Los demógrafos carecen de elementos aún para considerar que algo así podría ocurrir en el corto plazo. También carecen de indicadores que muestren lo contrario: una población desesperanzada que no quiere tener hijos. Con las muertes, pasa algo similar: por un lado, el COVID-19 limitó las consultas médicas y se dejó de hacerle seguimiento a muchos enfermos crónicos. Pero, a la vez, las personas se han cuidado más, han mantenido una mayor higiene y protección, y eso redujo los contagios respiratorios.

Solo el cierre de las futuras estadísticas responderá a estas interrogantes.

El récord de cesáreas que prende la alarma
La ley otorga 18 semanas de baja de maternidad a las mujeres. Foto: Pixabay

En enero de 2016, cuando el COVID-19 no era siquiera ciencia ficción, en Uruguay ya se hablaba de “epidemia de cesáreas”. La entonces subsecretaria de Salud, Cristina Lustemberg, advertía del “alto porcentaje” de cesáreas que se practicaban en el país y había establecido el objetivo quinquenal de reducir ese guarismo.

La buena noticia es que, desde entonces, el porcentaje dejó de crecer como lo venía haciendo. La mala, sin embargo, es que no se redujo y, en 2019, el 45% de los partos fue por cesárea. Un nuevo récord.

La ginecóloga Mónica Gorgoroso admite que existe “un porcentaje no menor de cesáreas potencialmente evitables”. Pero aun reduciendo ese margen, dice, “es muy difícil que Uruguay alcance la cifra recomendada por la Organización Mundial de la Salud: 15%”.

Mucho menos probable aún parece lograrse en los prestadores privados. Allí más de la mitad de los nacimientos de 2019 (el 52%) fue por cesárea. “Se trata de una asimetría público-privada que ya estamos notando hace años”.

¿La cesárea es un negocio? Esta podría ser una explicación del alto porcentaje de esta práctica. Sin embargo, la ginecóloga tira por la borda esta hipótesis: “hay instituciones en las que se paga mejor el parto vaginal (natural) que la cesárea y, sin embargo, no se ha podido reducir el guarismo”.

Entonces, ¿qué ocurre? Según Cecilia Stapff, de la asociación civil Iniciativas Sanitarias, “el factor tiempo puede estar incidiendo: no siempre se respetan los tiempos de las mujeres en el trabajo de parto o no se les da a ellas la posibilidad de elegir cómo quieren parir”.

A partir de los 30 años de la madre, la cesárea es el tipo de parto más frecuente en Uruguay. Para Gorgoroso, “el aplazamiento en el calendario materno podría ser una variable a considerar, sin embargo, esto no explica el problema de base”.

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