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Detectan restos del coronavirus en aguas residuales de Montevideo

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Laboratorio del Instituto Pasteur. Foto: Leonardo Mainé

LA MARCHA DE LA PANDEMIA

Estas trazas del virus SARS-CoV-2 carecen de capacidad para infectar, pero son una pieza clave para predecir los brotes de COVID-19.

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Entre las aguas residuales de Montevideo, allí donde la lluvia se mezcla con los desechos de los capitalinos, encontraron trazas de SARS-CoV-2. Y el hallazgo -o menor dicho la capacidad local que permite esta pesquisa- es un pequeño paso en el combate a COVID-19 y un gran paso para la ciencia.

Antes de que siga leyendo, una advertencia: ¡Todos los estudios científicos confirman que estos restos de coronavirus carecen de capacidad para infectar! Su presencia en las aguas residuales revela que en determinada comunidad -un barrio, un hospital, una ciudad- hubo infectados que evacuaron partes del virus o, más importante aún, permite anticipar que el virus está circulando en una zona que se pensaba libre de COVID-19.

Ocurre que cuando SARS-CoV-2 ingresa al cuerpo humano, empieza a colonizar distintas partes. Gracias a esa expansión es que, con un simple hisopado en garganta y nariz, es posible capturarlo. Dentro de ese avance por el organismo, cuenta el científico José Badano, ingresa al sistema digestivo y, según la evidencia, “se sabe que una persona puede excretar el virus hasta 30 días después de desaparecidos los síntomas”.

Badano, responsable del Laboratorio de Genética Molecular Humana del Institut Pasteur y coordinador de esta investigación, dice que esta evidencia permite “anticiparse a la jugada, a un brote”. ¿Por qué? Usemos como ejemplo al departamento de Florida. Allí jamás se detectó un infectado de COVID-19. Si tras el análisis de las aguas servidas de esa zona se encuentran restos (material genético) del virus, significa que el coronavirus está circulando. Y las autoridades pueden tomar acciones.

Así ocurrió en Argentina, donde la empresa estatal Aguas y Saneamientos Argentinos (Aysa) encontró restos del coronavirus en algunos de los 26 municipios del área metropolitana de Buenos Aires que se pensaban libres de COVID-19.

En Uruguay el proyecto inicial estuvo centrado en ocho estaciones de bombeo de aguas residuales de Montevideo. En cada una de ellas se tomó una muestra (léase un bollón esterilizado en el que cabe un litro de agua). La única excepción fue una estación en la que se capturaron dos muestras.

El primer desafío para los científicos uruguayos era técnico: cómo saber si algo tan diminuto como el material genético de un virus se encontraba en la “inmensidad” de las aguas. Pero la técnica empleada, cuenta Badano, hizo que el desafío fuese más efectivo que detectar una aguja en un pajar.

Laboratorio del Instituto Pasteur. Foto: Leonardo Mainé
Laboratorio del Instituto Pasteur. Foto: Leonardo Mainé

“En un proyecto piloto de inyectó en el agua un virus conocido, llamado PP7, que no es el SARS-CoV-2. Con esa muestra se fue calibrando la sensibilidad de detección. Y luego sí se pasó a la fase de campo para encontrar el coronavirus”. Badano habla en lenguaje sencillo, pero detrás de sus palabras yace ciencia pura y dura.

Porque cuando los recipientes con un litro de agua residual cada uno llegaron al laboratorio, los científicos tenían que diluir la muestra hasta que la técnica (PCR en tiempo real, como los hisopados aunque con mayor sensibilidad) pudiera captar al virus. O al material genético.

Porque en el laboratorio lo que se busca, tras esa centrifugación y descarte de las partículas de mayor peso, es romper el ARN (el mensajero de la información genética) para luego amplificar esa información genética que se divida (si es positivo, claro) en la pantalla de una computadora.

Y los resultados dieron que había presencial del coronavirus. Eso, según el líder del proyecto, responde a dos hipótesis: se trata de restos del virus de aquellas personas que ya habían sido diagnosticadas positivo (es una foto del pasado) o son las trazas de quienes aún no han sido testeados (una foto del futuro).

Para develar ese misterio, los científicos iniciaron un proyecto longitudinal. Volvieron a ir a las estaciones de bombeo a tomar muestras y lo seguirán haciendo por un tiempo. Mediante ese seguimiento constante pueden ir midiendo la marcha y podrán interpretar los resultados con mejor detalle. Así ocurrió en Francia e Italia.

Esta misma técnica sirvió para conocer que en las plantas de tratamiento La Farfana y El Trebal, en Santiago de Chile, se constató un aumento de la presencia del virus de mayo a junio.

También permitió que científicos catalanes dijeran que el coronavirus circulaba en Barcelona hasta un año antes de que estallara la pandemia; los italianos sostuvieron lo mismo, aunque en un marco temporal más breve, al analizar las aguas de Milán y ahora se sumaron los brasileños.

Según el virólogo Gonzalo Moratorio, en Montevideo hay muestras de agua de larga data, lo que permitiría hacer un estudio histórico. Sin embargo, aclaró, “la mayoría de documentos al respecto carecen de un verdadero rigor científico… por ahora seguimos teniendo el origen más claro en Wuhan, China, a fines de 2019”.

Científicas trabajando en laboratorio. Foto: Archivo El País
Científicas trabajando en laboratorio. Foto: Archivo El País

El paso que sí quieren dar los científicos uruguayos es la secuenciación del genoma de esos restos de virus encontrado en las aguas. Eso daría información sobre si se trata de las mismas cepas que ya circulaban en la ciudad o algunas nuevas.

“La puesta a punto del protocolo de trabajo fue un éxito y, si todo marcha como se espera, nos acercaríamos cada vez más a un rastreo de la diseminación del virus casi en tiempo real, a un costo bastante económico”, explica Badano.

De esta forma, los científicos uruguayos podrían tomar muestras en la salida de las aguas servidas de un hospital, antes de que se mezclen en el colector, y saber si en ese local hay presencia del virus, o en un edificio, o en las termas.

El laboratorio que dirige en Salto el investigador Rodney Colina, de la Universidad de la República, tomó muestras de las aguas termales de Daymán. Esta pesquisa, que parte del financiamiento fue gracias a una donación del futbolista Edinson Cavani, permitirá constatar que, antes del próximo chapuzón, esas piscinas están libres de COVID-19.

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