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En Treinta y Tres duermen con las urnas por miedo a un fraude electoral

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Militares y militantes cuidan que por la noche nadie abra los salones con las urnas. Foto: Cristian Freitas

ELECCIONES DEPARTAMENTALES

El escrutinio departamental, sin el conteo de los votos observados, muestra que entre los candidatos nacionalistas Ramón Da Silva y Mario Silvera hay 16 votos de diferencia.

En dos salones ciegos que dan al patio de la Casa de la Cultura, cerrados con precintos y tres candados cuyas llaves guardan con recelo dos autoridades electorales diferentes, pasaron la noche las urnas que contienen los votos observados de los últimos comicios en Treinta y Tres. Del lado de afuera, como quien cuida a un preso internado en un hospital, los militares y una pareja de delegados (guardia blanca, le dicen) custodiaron que las puertas de esos salones permanecieran selladas. Porque del recuento de los sobres observados se definirá el futuro intendente.

De los 19 departamentos que conforman Uruguay, 18 ya tienen a su intendente electo. En Treinta y Tres, sin embargo, los lugareños aguardan la definición con la misma tensión de quien espera la tanda de penales en el fútbol. Y valga la analogía, porque según los delegados de los partidos políticos, los grupos de Whatsapp se han transformado en una actualización constante de los resultados del escrutinio, al punto que la población “espera más el número de votos que el de infectados delCOVID-19” cuando el departamento padeció un brote.

Ayer, tras el conteo definitivo sin los observados, el candidato oficialista Ramón Da Silva llevaba la ventaja por 16 votos sobre su competidor, el también nacionalista Mario Silvera. Hoy se escrutarán los observados y la Junta Electoral del departamento tiene la orden de hacer las horas extras que sean necesarias para dirimir el ganador antes del domingo. Son 1.212 los sobres que fueron observados y que están en juego.

La disputa es tal que la tensión no acaba en las horas que se escrutan los votos, que, como si hubiera sido escrito por un guionista griego, se lleva a cabo en el Salón de la Comedia. Por las noches, mientras las urnas “descansan” en esos salones cerrados, se instaló la “guardia blanca” a solicitud de los herreristas (la lista 71, que apoya a Silvera).

La normativa electoral permite que junto a los militares que custodian las urnas durante la noche haya una representación de los delegados de los partidos. Se trata de un instrumento que queda en claro en la circular 7.292, pero que en el departamento de Treinta y Tres no se ha usado desde las reñidas elecciones de 1971.

“Es un verdadero voto a voto y los delegados de las agrupaciones están atentos al mínimo detalle”, cuenta el vocal Jarol Sánchez, quien recuerda que “personalidades electorales” de Montevideo han ido a tierra olimareña para velar por que no haya fraude.

El conteo de una de las 130 urnas, con menos de 400 votos, llevó ayer más de una hora y media de escrutinio. Ocurrió que la planilla oficial que habían firmado los jefes de la mesa no coincidía con los votos físicos que había dentro. Tras discusiones y vueltas de conteo se descubrió que había unas hojas engrapadas.

Cristian Freitas, coordinador de los delegados de la lista 71 que pasó la noche mateando mientras custodiaba las urnas, admite que la tensión mayor fue el primer día del escrutinio departamental. Fue cuando se analizaron dos votos que habían sido anulados por la mesa receptora: uno a favor de Da Silva y el otro a favor de Silvera.

Sucedió que una de las hojas de votación tenía manchas de sangre y la otra, una tinta de imprenta. Tras el estudio minucioso, la Junta Electoral validó el error de imprenta, pero anuló el sufragio con manchas de sangre. Los delegados subieron el tono de la discusión, presentaron recursos y la Corte bajó el martillo a favor de lo que había deliberado la Junta.

La tensión, sin embargo, cedió cada tanto y según José Pablo Arroyal, delegado por la lista 8 (oficialista), hasta “hubo tiempo para compartir unos mates”, con pandemia y todo.

En el Salón de la Comedia hoy será el último acto de una función con final incierto. ¿Quién ganará? Los votos, custodia mediante, lo dirán.

Una tensión que venía de la previa

“Estamos viviendo una dictadura departamental”. Así lo entiende Cristian Freitas, el coordinador de los delegados electorales de la lista 71. En esos términos se refiere a quienes conducen la Intendencia de Treinta y Tres, que son de su mismo partido político (Partido Nacional) pero de distinta agrupación. Los blancos fueron a estos comicios departamentales con tres candidatos: José Olano, quien obtuvo menos del 5% de los votos a los postulantes de su lema, Mario Silvera y Ramón Da Silva. Estos dos últimos se disputan, voto a voto, el poder. Da Silva representa al oficialismo nacionalista, apadrinado por el exintendente Dardo Sánchez y con el apoyo de la lista más votada (la número 8). Silvera es del sector Todos (mezcla de herreristas y Aire Fresco) y tiene su mayor adhesión en la lista 71.

Unos acusaron a otros de haber hecho clientelismo repartiendo viandas que eran de la emergencia sanitaria; se viralizaron audios de políticos que “amenazaban” a lugareños para que concurrieran a caravanas electorales y ayer el sitio Contrafarsa dio a conocer una llamada del director de Desarrollo Económico de la intendencia, José Pablo Arroyal, presionando a un periodista local por haber dado espacio de aire a un oyente opositor. Según el jerarca, “eso fue hace un mes y medio” en una llamada “en confianza con un periodista” al que conoce “desde hace años”. Era para “advertirle que quien hablaba al aire era un dirigente político y no un vecino cualquiera”.

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