entrevista

Sanguinetti: “Oposición del Frente es infeliz, grotesca y exagerada”

El expresidente habla del momento del gobierno, del rol de la oposición y cuenta qué hablo con Lacalle y Mujica en el viaje a Brasil por la asunción de Lula.

Expresidente Julio María Sanguinetti.
Expresidente Julio María Sanguinetti.
Foto: Juan Manuel Ramos

Julio María Sanguinetti sabe de antemano cuánto y cómo quiere responder cada pregunta, pero las contesta todas. Su desvelo es reivindicar el papel “decisivo” del Partido Colorado en esta coalición oficialista, y una constante preocupación es defender al gobierno de las críticas de un Frente Amplio que ejerce una oposición -sobre todo en el caso Astesiano- de un modo que entiende “infeliz, grotesco y exagerado”.

-La vicepresidenta Beatriz Argimón definió a Cabildo Abierto como el “socio más demandante” que hay en la coalición, y en la discusión por la reforma de la seguridad social es definitivamente el que más reparos tiene para dar su aprobación final. ¿Cómo ha visto aquí la postura del partido del senador Guido Manini Ríos?

-El proceso de la reforma de la seguridad social fue muy claro y largo, el más largo de la historia de las reformas de la seguridad social. Esto se inició en octubre del 2020, y hubo un largo año de trabajo, de información y demás, hasta que se llegó finalmente a un diagnóstico que luego pasó al gobierno; este, luego, hizo un proyecto, lo presentó a la coalición y al Frente Amplio (FA), y así fue hasta que el 17 de octubre del año pasado llegamos a un texto final. Se hizo una reunión en Presidencia, estuvimos presentes todos los partidos, salimos a la puerta de la casa de gobierno y todos dijimos que ese era el texto final que habíamos elaborado. Posteriormente, Cabildo, a nuestro juicio sorpresivamente, cambió completamente los términos y comenzaron los intentos de modificaciones, mientras nosotros dijimos que estábamos al pie del acuerdo del texto final.

-¿Cómo cree entonces que se va a terminar resolviendo esta discusión?

-Se va a resolver, a nuestro juicio, con la votación del texto que acordamos todos los partidos. Salvo que los acuerdos ya no existan (se ríe). Y es bastante importante llegar a un acuerdo.

-¿Cuando Lacalle Pou lo invitó a acompañarlo a la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, lo aceptó de inmediato o ponderó algo antes?

-Le acepté en el acto. Me pareció, además, una buena la idea. Y se corresponde con lo que ha sido nuestra concepción histórica de las relaciones internacionales, y además tuvo una doble faz: por un lado ante Brasil se mostró la importancia que el gobierno y el país todo le da a esa relación; y, en segundo lugar, ante la comunidad internacional Uruguay mostró el rostro de una democracia conviviente.

-¿Cómo tomó que el expresidente José Mujica también se prestara a formar parte de la comitiva?

-Mujica en los últimos años ha contribuido mucho a la convivencia republicana. Por eso nos retiramos juntos del Senado, en una escena que pretendía dar ese mensaje. Este año pasado aceptamos juntos también un diálogo con dos colegas periodistas que terminó en un libro, “El horizonte”, y ahora también aceptó esta invitación del presidente, que valorizo muy particularmente porque él, por su camaradería con Lula, en cuya campaña había participado, tenía naturalmente palco propio para ir, pero sin embargo optó por el carril institucional.

-¿Hubo algún acuerdo político que se haya resuelto en ese viaje?

-No, no hablamos de política. Hablamos de la vida, de mil cosas, sí, y hablamos todo el tiempo de fútbol, de historia y hablamos mucho del Brasil. El objetivo era ese y todos lo teníamos claro.

-¿Qué entiende usted que debería priorizar Uruguay en política exterior en los dos años que quedan de esta administración? ¿El TLC con China, el Acuerdo Transpacífico, la relación con el Mercosur…?

-Hoy tenemos, por un lado, el intento de la consolidación de la apertura de China, que iniciamos nosotros allá por el año 1986, a través de un tratado de libre comercio. Esto pareció que iba a ir en una vía más rápida y hoy está en una vía más lenta, pero no está, digamos, desactivada. Ese es un camino. Luego tenemos el camino del Cptpp, que también es relevante, llevará su tiempo, pero se va en la dirección, a nuestro juicio, adecuada. El tercer escenario que tenemos es el Mercosur, y ahí volvemos a lo de siempre. El Mercosur nace con la solidaridad del regionalismo abierto, no como un intento de fortaleza neoproteccionista. Bien sabemos que eso funcionó ocho, o nueve años, y luego retrocedió, especialmente a partir de la devaluación brasileña de enero del 1999.

-¿Pero Uruguay debería priorizar uno de los tres escenarios que tiene?

-(Piensa). Para Uruguay, el Mercosur es muy importante. Entendámonos: nadie en su sano juicio está pensando en irse del Mercosur. ¿Eso quiere decir que nos resignamos a un Mercosur mediocre, estancado? La respuesta es obvia: no. Yo creo que Uruguay tiene que tratar de luchar. Lo primero es convencer a los demás socios de que lo que le conviene al Uruguay no necesariamente perjudica a Brasil o Argentina. Es el largo esfuerzo que hicimos con México en su tiempo, entre los años 1990 y 1996 y hasta el 2002, 2003.

-¿Cuánto cree usted que impactan en el gobierno los llamados casos Marset y Astesiano?

-Miren, yo creo que son situaciones infelices, desgraciadas, pero no inéditas, porque bandas de coimeros han aparecido en la historia de nuestra administración. Creo, sí, que estos episodios no le hacen bien al gobierno ni a la oposición. No creo que lo que pueda generar de desgaste para el gobierno sea de conquista para la oposición, que también ha actuado de un modo infeliz -a mi juicio-, exagerado, grotesco, y tratando de maximizar las consecuencias con una explotación burda de episodios normales. El jefe de la custodia procuraba saber los detalles de un viaje de la señora del presidente (y lo presentaron) como si eso fuera un espionaje, palabra inverosímilmente introducida en todo este debate. Desgraciadamente los tiempos de la Justicia no son los mismos que los de la política.

-En ese caso que menciona, que involucra a Lorena Ponce de León, ¿no vio nada irregular en el hecho de que se averiguara el paradero de la primera dama sin consultarla a ella directamente?

-Las custodias -desde que existen, y es para lo que existen- están más allá de la voluntad de los mandatarios. Hubo más de uno que se quiso desmarcar, y la custodia los tenía que perseguir y controlar de algún modo, estuvieran donde estuvieran. Yo no fui de mucho desmarque (sonríe). Eso es más que natural, obligatorio. Están para eso. Y la familia del presidente es muy emblemática en el concepto de seguridad nacional. Eso en cualquier país del mundo civilizado es así y en nuestro país ha sido siempre así.

-¿Coincide con el senador nacionalista Gustavo Penadés, que dijo a El País que si estuviera en la oposición “sin lugar a dudas” pediría “la renuncia de los ministros” involucrados en los casos de Marset y Astesiano?

-El Herrerismo siempre fue muy de pedir renuncias, igual que el FA. Y creo que los pedidos de renuncia son una retórica muy desgastada, que ya no significa nada, más cuando se la exagera.

-¿Pero no es algo natural de cualquier oposición? ¿Esta coalición en la oposición no las pediría?

-No, no es tan natural. La política, especialmente en la democracia, es el arte de la gradación, no es el blanco y negro. Uno puede pedir la renuncia de un ministro de Economía frente a un fracaso global de su política monetaria que llevó a una crisis financiera y etcétera; pero no por cualquier episodio, que es desgraciadamente lo que suele pasar. Hay grupos que en la oposición han abusado de ello y hacen de esto una cosa más folclórica que real.

-El presidente entiende que el caso Astesiano impacta sobre todo a su persona y no tanto al gobierno. ¿Cree que es así?

-El presidente asume su responsabilidad in eligendo, como dicen los viejos juristas. Es decir, la responsabilidad de la elección: haber puesto a alguien en un lugar de confianza y que abusó de esa confianza. Ojalá la Justicia pudiera resolver estas cosas rápidamente, porque ese es el gran problema: estamos asistiendo a un largo proceso de judicialización de la política.

-¿Le pareció acertado que Carolina Ache decidiera renunciar a su cargo de vicecanciller?

-Tanto el presidente como yo creímos que su actuación fue correcta y lamentamos su determinación, que la tomó por las razones políticas conocidas. Espero que Carolina siga en la vida política como lo ha hecho siempre.

-¿Cómo evalúa el estado de la seguridad ciudadana?

-Es uno de los grandes ítems en los que hay debates subjetivos y mediciones objetivas. El FA comenzó su gestión con 7.000 rapiñas y terminó con 33.000. ¿Cuál era el objetivo de este gobierno? Parar esa escalada, y en segundo lugar lograr salir del mapa internacional del narcotráfico donde habíamos entrado claramente. En el primer sentido, no hay dudas de que la escalada se paró: este año no hubo 33.000 rapiñas, sino 22.000. Es mucho, pero son casi 30% menos. Eso es objetivo, no se puede decir otra cosa. El homicidio está en los mismos valores anteriores. En 2019 hubo 390, este año termina en el entorno de 380. Son muchos. Habíamos mejorado mucho en el momento de la pandemia y eso nos ha generado ahora la sensación de que el homicidio se despegó.

-¿Cómo ve al Partido Colorado?

-Con una enorme responsabilidad. ¿Por qué? Porque es el encargado de decidir las elecciones. Las decidió en la elección pasada, no exclusivamente, porque también Cabildo hizo un aporte importante a la mayoría relativa del Partido Nacional. En el tercer tiempo, o sea, en la tercera vuelta, que fue la LUC, claramente el Partido Colorado también fue notoriamente decisivo. Esa es nuestra responsabilidad: poder aportar a la coalición lo que significa y representa el Partido Colorado. Es decir, un partido de centro, de republicanismo laico, de fuerte concepto del Estado democrático, de equilibrio en la economía, que no está ni con las privatizaciones de empresas públicas ni con los congelamientos monopolísticos que sostiene el Frente, con una mirada universal e internacionalista siempre.

-Sigue sin un candidato claro...

-Hoy no hay un candidato natural. Hay candidaturas en la conversación y en el análisis mediático, pero sin definición: caso de Pedro Bordaberry y caso de Robert Silva, por ejemplo, que son figuras notorias de las cuales se habla todo el tiempo. El segundo, por ser el presidente de la ANEP, está inhibido de hacer política y como consecuencia no se expresa, y el otro dio un paso atrás hace un tiempo, y sin retirarse de la vida pública, en la cual sigue estando, tampoco ha definido su destino. Pero lo importante es que sentimos y pensamos que lo que es el partido como tal está allí, pese al descabezamiento que tuvo. Porque estamos hablando de un partido que sufrió la mayor de las crisis, que su primera figura se fue (habla de la renuncia a la política del economista Ernesto Talvi). Sin embargo, pese a eso, ahí estamos y de algún modo la elección juvenil, en la que participaron 27.000 muchachos, mostró eso.

-¿Y qué piensa de las encuestas, algunas de las cuales han posicionado al partido hundido en el entorno de un 4%?

-Las encuestas son puntos de referencia, pero muy relativos siempre, y hoy más relativos que nunca en el mundo, porque después de lo que pasó en Brasil, Estados Unidos y en el Brexit, uno advierte que las encuestas, pese a la indiscutible honestidad de quienes las hacen, tienen un factor de metodología que no les permite auscultar bien la opinión actual. Porque no le pueden errar tanto en Brasil 30 encuestadoras importantes. Lo que uno tiene es una percepción política que nos muestra hoy dos espacios relativamente parejos y un espacio intermedio no definido, que veremos quién lo logra completar mejor.

-¿Bordaberry revitalizaría al partido si decide volver?

-Es una figura fuerte, eso es incuestionable. Tiene una trayectoria fuerte. Yo lamenté mucho que se fuera del Senado porque era una voz muy respetada, al igual que en todos los ámbitos. Si retornara al escenario no tengo dudas de que sería muy importante.

-No cree que esté jugando la suerte del partido en su retorno, entonces.

-Mire, en los partidos, en la situación actual, todos somos importantes y ninguno es decisivo. Quizás (Luis) Lacalle, si estuviera en el escenario, sería el único que sería decisivo en su propio partido. Pero luego no hay liderazgos naturales en ninguno. No hay un (Líber) Seregni o un (Tabaré) Vázquez, que conquistaban la unanimidad; ni hay un colorado que lo logre. Quizás el único partido que tiene esa unanimidad es Cabildo Abierto, porque nació en torno a un liderazgo personal y ahí está. Lo que sí siento desde el año pasado es que en el Uruguay tenemos un espantoso sentido de los tiempos, y los dirigentes políticos, inducidos a veces por los colegas periodistas, pierden el sentido de los tiempos. Falta un diluvio todavía.

- ¿Qué opinión le merece Ignacio Munyo?

-Es un académico con gran prestigio. Ceres ha tenido un gran protagonismo bajo su dirección, hizo toda esa gran campaña de valoración democrática que fue muy importante. Aporta constantemente al debate, con análisis y con propuestas. Ignacio, evidentemente, es un gran admirador del debate nacional, y una figura que sin ninguna dudas enriquecería la vida política. Lo hará o no lo hará, no lo sé, eso lo dirá él en su momento, si es que lo dice. Pero sí está apareciendo en las conversaciones.

-¿Piensa retirarse de la actividad política en algún momento?

-Creo que en estos últimos dos años como secretario general del partido he hecho una tarea institucional con mucha devoción para mantener vivas sus instituciones, y en esa tarea sigo. Si ustedes me preguntan hoy cuál es mi vocación, contesto que la de siempre: es seguir escribiendo, seguir conferenciando, seguir debatiendo, seguir hablando, estar en la dimensión ideológica de la política, que es lo que creo que es mi aporte desde hace algunos años.

“A Pereira se lo comió el cargo”

-El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, ha dicho que el gobierno se ha acostumbrado a convivir con la mentira. ¿Usted qué le responde?

-Que Fernando Pereira, que fue un dirigente sindical muy respetado y acuerdista, se ha transformado ahora en un político iracundo, al cual le está pasando lo mismo que le pasó a Javier Miranda y Rafael Michelini: el cargo se come al personaje. Y como hay que estar siempre de acuerdo con la barra, asume un lenguaje radical que contradice su propia vida, su propia historia como figura pública. Espero que en algún momento lo entienda y lo digo esto con el respeto que le tengo de muchos años.

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