Javier Suárez, profesor de historia y licenciado en ciencia política, acaba de publicar “Los otros tupamaros”, libro en el que narra la peripecia política de los denominados “renunciantes” del MLN-T, algunos de los cuales dejaron la izquierda.
-Usted sostiene que la acción de los extupamaros, conocidos como los “renunciantes”, fue fundamental para que el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) decidiera dejar las armas tras el golpe de Estado. ¿Por qué?
-Fue vital y paradójicamente poco conocida. Ellos, una vez derrotada la guerrilla en 1972, se exilian en Chile y luego en Argentina y allí hay todo un debate muy interesante respecto a si continuar o no la lucha armada. Primero se da en Chile, en el simposio de Viña del Mar, a comienzos de 1973. Allí la organización se define como marxista-leninista y se adopta la idea de que antes de hacer cualquier acción armada se debía debatir cuáles fueron los errores que se cometieron en Uruguay.
-Había otros que tenían la idea de retomar las armas...
-Claro. Todos los tupamaros que se fueron del país, absolutamente todos, lo hicieron con la promesa de volver a iniciar la revolución. Tras el golpe de Estado en Chile, los exiliados se van corriendo hacia la Argentina y allí claramente se definen dos grupos: uno llamado la Tendencia Proletaria, que considera que es el momento, que no hay excusas para no volver al país de forma armada; y, por otro lado, están “los renunciantes”, que cada vez se distancian más de la idea de la guerrilla y consideran, incluso, que esta sería un suicidio. Uno de sus integrantes, Luis Alemañy, ingresa a Uruguay clandestinamente a principios de 1973 para explorar cómo está el panorama y si es viable o no la lucha armada. Concluye eso, que sería un suicidio.
-¿Por qué?
-Por absolutamente todo. Por la correlación de fuerzas. Él menciona que los simpatizantes del MLN en Uruguay no tenían ningún tipo de preparación y eran muy jóvenes para comenzar ese tipo de acción. Está ya madurando en él la idea de ser crítico con la propia postura de la lucha armada. En el libro se cuenta que los primeros que hacen esta crítica hacia la lucha armada son Alemañy y también William Whitelaw. En el fondo, ellos ya están convencidos de que las armas no son el medio para hacer política. Hay quienes dicen: ¿qué hubiese pasado si el MLN hubiese retornado al Uruguay? ¿Estaríamos festejando los 40 años de democracia? La pregunta está planteada.
-Usted, en el texto, plantea otra pregunta: ¿cómo es que se hacen liberales?
-Es la pregunta central del trabajo. El “click” entiendo yo que lo hacen en Europa Occidental. Estos exiliados ven otra realidad en la cual lo que se llamaba democracia burguesa no era tan mala como ellos consideraban. Empiezan a descubrir nuevos libros y otros empiezan a hacer relecturas. Ven cómo se está desmoronando el socialismo real y que el propio socialismo europeo es muy crítico del comunismo soviético. Hay un hecho importantísimo que es el asesinato de Whitelaw y de su esposa Rosario Barredo. Y de los exlegisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. A la mayoría los toma por sorpresa estos acontecimientos en Europa. Los exlegisladores eran amigos de ellos. También ellos coadyuvaron a cambiarles la visión. Incluso entre los que están en Argentina empiezan las dudas. Consideran que es el momento de desarmar “Nuevo Tiempo”, el grupo marxista que habían creado. Entienden que el camino a emprender está por otro lado.
Algunos lazos perduraron más allá de los desacuerdos políticos
Luis Alemañy y Lucas Mansilla, de tradición familiar blanca, fueron claves para el acercamiento de un grupo de extupamaros al Partido Nacional. Kimal Amir y Tabaré Vera terminaron apoyando al Partido Colorado. Luis Nieto no apoyó la alianza de la lista 99 con el Partido Colorado en 1994 y respaldó al Partido Independiente. Algunos “renunciantes” mantuvieron lazos fraternales con sus antiguos compañeros, cuenta Suárez. Amir y Nieto ayudaron en Francia a la hija de Eleuterio Fernández Huidobro, que fue muy crítico con los “renunciantes”. Nieto y David Cámpora, que habían sido amigos, se distanciaron.
“Entiendo que Fernando González Guyer (que pasó al Partido Nacional) mantiene la amistad con Marcelo Estefanell”, cita a manera de ejemplo Suárez.
El rol del caudillo blanco Wilson Ferreira fue importante para varios de ellos. “Wilson en el exilio se presenta como una figura preponderante que denuncia los atropellos del régimen militar. Es un líder muy carismático que sin duda seduce a este grupo”, dice el autor. Y opina: “Si hubiese habido una contraofensiva armada estoy absolutamente seguro que alguna gota de sangre de los rehenes tupamaros iba a correr, pero eso Fernández Huidobro (que era rehén) no lo reconoce”.
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