Sergio Israel regresa con una historia incómoda sobre tiempos oscuros: "La clandestina y el capitán"

Desde el espionaje y la tortura en los años más oscuros hasta las figuras de algunos expresidentes democráticos, la obra del periodista y escritor es un ejercicio de memoria crítica.

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Sergio Israel.

Con una vocación por hallar la verdad, marcada por su propia experiencia del desarraigo en dictadura, Sergio Israel ha narrado muchas páginas incómodas de la historia reciente. Desde el espionaje y la tortura en los años más oscuros hasta las figuras de algunos expresidentes democráticos, su obra entera es un ejercicio de memoria crítica. Detrás de ella está un periodista que se formó en el extranjero para venir a trabajar luego a Uruguay. Su último libro, de reciente aparición, lleva por título La clandestina y el capitán.

Sergio Israel Dubinsky, nacido en Montevideo en 1957, se formó como impresor en la República Democrática Alemana -no necesariamente por vocación, sino porque su familia fue empujada al exilio por la dictadura- y luego estudió periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Esa combinación de técnica, formación europea y mirada latinoamericana, forjó el tono de su trabajo: riguroso, sobrio, incómodo para muchos. Desde entonces, trabajó para medios como La República, Brecha, El País Cultural y, desde hace varios años, Búsqueda, donde ha abordado como columnista temas que van desde la política a la crítica cultural.

“Entre los 17 y los 27 años estuve viviendo en Alemania y España. Me fui porque mi padre tuvo que emigrar. Él había nacido en Alemania, vino con 13 años acá y, en determinado momento, en el año 75, lo expulsan por su militancia política. Era periodista y lo llevaron preso primero, hasta que finalmente lo expulsaron”, comenta Israel a Domingo. Y agrega: “En su momento eso parecía como un desastre, pero, al poco tiempo, mucha gente con la que él se movía terminó presa. Como había nacido en Alemania, se integró mucho a lo que era la RDA. Es decir que volvió a sus raíces, tanto políticas como culturales. Y con eso estuvo feliz, al punto que yo creo que él no se hubiera vuelto cuando terminó la dictadura acá”.

Juan María Bordaberry, quien primero fue presidente democrático y luego de facto, firmó el decreto de expulsión del padre de Sergio Israel. Luego, el presidente Julio María Sanguinetti le devolvió la ciudadanía.

“Tengo dos medios hermanos; uno de ellos, más grande que yo, fue a Barcelona. Ahí me encontré con él y empecé a estudiar periodismo en la década de 1980. Así que viví una vida un poco de exilio y otro poco de estudiante, pero cuando terminó la dictadura, ya tenía ganas de volver. Mi hermano volvió también, al igual que mis padres”, anota.

Periodismo y docencia

A mediados de los 80, Israel regresó con un título de licenciado en periodismo, algo que no existía en Uruguay. Esto le ayudó a conseguir un empleo como docente. “El primer trabajo que tuve vinculado con el periodismo fue en la Universidad Católica. En ese entonces no había licenciados, éramos el ‘Canario’ (Eduardo) Rebollo y yo. Había gente que tenía sus doctorados en la Universidad, pero no habían hecho la carrera de periodismo. Los periodistas, en esa época, se formaban en la práctica”, recuerda.

Después trabajó en la Universidad de la República. Y luego en la ORT.

“La docencia era interesante por el contacto con los estudiantes, pero la práctica del periodismo me atraía bastante. Fue así que empecé un camino en un quincenario que se llamó El periódico de Canelones, que era una cosa un poco rara, había algunos canarios pero la mayoría era gente de Montevideo. Tenía una pequeña redacción en Las Piedras. Esa fue mi primera experiencia, que no fue mala en el sentido de que me permitió ir conociendo o reconociendo el Uruguay, porque yo me había ido muy joven, con 17 años”, repasa.

Luego comenzó a escribir en el semanario Brecha, pero como colaborador. “Creo que el primer trabajo con un sueldo en serio en el periodismo fue en La República, que me dio otra experiencia. Después como que me decanté, me gustaba mucho más el trabajo de la investigación”, agrega.

—¿Cómo dio el “salto” de pasar de escribir artículos a hacer libros?

—El primer libro que hice salió en 2002, en un momento muy embromado de Uruguay por la crisis. Pero bueno, la editorial Trilce cumplió y lo publicó. Fue una investigación periodística sobre el coronel (Ramón) Trabal, a quien mataron en Francia en el 74. Yo no sabía mucho del tema al principio, pero me mandaron de La República a cubrir el juicio que le había hecho el Estado a Eleuterio Fernández Huidobro; para mí era todo un acontecimiento por el hecho de ser un juicio oral, por la Ley de Prensa.

—¿Cómo investigó y pudo desarrollar el libro?

—Fui a Francia a investigar, y a Londres a entrevistar a un periodista que había estado en contacto con Trabal, a quien no conocí porque lo mataron en el 74 cuando yo estaba en el liceo. Después de ese libro volví a Francia porque había conseguido un dato, es decir que ese trabajo para mí fue bastante importante.

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Sergio Israel.

Carrera editorial

A su primer libro -El enigma Trabal (2002)-, le siguió una secuela, La conexión francesa (2011), que profundizó en el cruce entre servicios de inteligencia y conflictos internos del Ejército uruguayo.

Otro de sus libros notorios fue Silencio de Estado (2008), una investigación sobre la misteriosa estadía en Uruguay del químico chileno Eugenio Berríos, vinculado a la dictadura de Augusto Pinochet. Allí, Israel conectó a Berríos con redes de protección estatales en plena democracia, desnudando los límites entre verdad, justicia y poder.

En Mujica, el florista presidente (2010) y Pepe Mujica, el presidente (2014), se atrevió a ir contra el relato hegemónico del “presidente más pobre del mundo”. Sus retratos del ex líder tupamaro son críticos, documentados, y alejados del mito. Lo mismo hizo con Tabaré Vázquez. Compañero del poder (2018), donde analiza la figura del médico oncólogo, que llegó dos veces al sillón presidencial, desde un prisma de poder más que de épica.

Pero Israel no solo observa a las figuras desde afuera. En El General (2016), escrito junto a Valeria Conteris, reconstruye la vida de Líber Seregni con sensibilidad y detalle. Y en El golpe de febrero (2013), coescrito con Yuri Gramajo, ofrece una crónica sobre los días previos al quiebre institucional de 1973, entre tensiones militares, negociaciones y silencios que aún resuenan.

Hace tres años sorprendió con El librero de Moscú, una novela que combina historia, ficción y espionaje para narrar los vínculos entre militantes latinoamericanos y servicios secretos soviéticos durante la Guerra Fría.

Su último libro

La clandestina y el capitán, recientemente lanzado por Planeta, es una novela basada en hechos reales, que aborda tópicos como la traición, la venganza y la redención en tiempos oscuros.

Una dirigente comunista es secuestrada por los militares y detenida en el centro clandestino de La Tablada. Un tiempo después, sus compañeros se van enterando que, en algún momento, se ha convertido en colaboradora. Pero también, en ese lugar tan temido, suceden otras cosas que trastocan las vidas de todos los involucrados.

“Esa una historia increíble, de una mujer que fue clandestina siete años y después tuvo un montón de vivencias, entre ellas esa relación con el capitán que es un poco la parte más complicada, digamos, de su traición. La traición de ella y la ‘traición’ de él, porque de alguna manera el capitán rompe con la disciplina militar”, comenta el escritor.

Además de esta historia de una superviviente comunista, que llegó a estar convencida de merecer ser fusilada, Israel tiene pronta otra novela, basada en una historia familiar, que espera poder publicar en breve.

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