-Esta entrevista tiene una excusa: su nuevo libro, el segundo tomo de La historia vivida. En el primero el hilo conductor fue el Herrerismo. En este caso lo es su gobierno (1990-1995). ¿Por qué publicar ahora un libro sobre este período?
-La historia vivida es un título genérico para tres volúmenes. El primero fue desde el 80 al 89, es decir desde que comienza el Consejo Nacional Herrerista hasta el triunfo del Partido Nacional. Este que se presenta ahora es el gobierno. Y el año que viene saldrá el tercero, que va desde que dejé la Presidencia -incluyendo la “embestida baguala”- hasta 2010, cuando renuncié a la presidencia del Directorio, dije que no iba a ser más candidato y le puse un poco fin a la vida política activa.
-El tomo uno es de 2021, ¿por qué se demoró tanto en sacar el segundo? ¿Esperó a que terminara el gobierno de Luis Lacalle Pou?
-Sí, efectivamente, con Lacalle Pou hablamos del libro y me dijo que, como la coalición estaba funcionando bastante bien, y siendo que en el texto hay algunas críticas al doctor (Julio María) Sanguinetti por la ley de empresas públicas y por alguna otra cosa más, era mejor esperar a que terminara el gobierno, y me pareció razonable.
-Estas discrepancias con el Partido Colorado, sobre todo con Sanguinetti y el entonces Foro Batllista, aparecen tempranamente en el libro. Ya en la tercera página se señala: “(...) cuando acordamos una mayoría parlamentaria creíamos -equivocadamente- que esta nos iba a acompañar en las principales propuestas”...
-Yo veía una coalición en la que la presencia de ministros en el gabinete se correspondía con el apoyo parlamentario. ¿Por qué yo entendía esto? Porque si algo caracterizó a nuestra campaña electoral, eso fue identificar muy claramente lo que queríamos hacer, y entre los principales temas estaba el análisis crítico que hacíamos del rol del Estado. Sin embargo, se fue desgranando de a poco el apoyo. Hay que tener en cuenta que eran tiempos de blancos contra colorados, la disputa electoral estaba ahí, no con el Frente Amplio (FA).
-Usted incluso, en el libro, elogia la actitud del FA, en cuanto a que dejó claro desde un principio que no iba a acompañar sus reformas…
-Ganamos y lo hicimos por el margen más grande de la historia, más que en el 58, y después de esto no era fácil, al día siguiente de la batalla electoral, establecer los contactos. El general (Líber) Seregni, en un FA que era muy distinto al de ahora, fue a la sede del Herrerismo en el día de la elección a saludarnos. Luego, ante la invitación (de ser parte del gobierno), que yo sabía que no podía aceptar, dio una respuesta muy patriótica y clara, que yo agradecí. Con Hugo Batalla, que estaba en el Nuevo Espacio, teníamos algunas dudas; él tenía algunos legisladores y pensé que quizá quería incorporarse, pero dijo que no. Entonces el acuerdo quedó reducido a la bancada blanca y colorada, con un atenuante, el senador Pablo Millor (que había sido compañero de fórmula de Jorge Pacheco Areco), que muy pragmáticamente, diría que fríamente, dijo: “Si esto va bien, el prestigio es para el Partido Nacional; si va mal, es a favor de la izquierda”.
-El acuerdo se logra con Pacheco, Jorge Batlle y Sanguinetti. Sin embargo, este último -y es un tema muy abordado en el libro- en un momento deja de brindarle su apoyo. ¿Qué lectura tiene de esto?
-Mi opinión es que lo que incidió en ese distanciamiento fue la polémica que tenían Batlle y Sanguinetti, no olvidemos que a la elección (de 1989) llegan todos juntos detrás de Batlle. Recién un año después se crea el Foro Batllista. Ellos tenían un pleito interno que para mí se reflejó en la relación con el gobierno. Sanguinetti siempre estaba buscando distanciarse de Batlle y Batlle era muy cercano a nosotros en la concepción general.
-De alguna manera, lo que plantea el Foro Batllista en su momento es que algunas reformas que usted proponía iban, de alguna forma, en contra del ideario batllista…
-A ver, en la desmonopolización de los seguros acompañó todo el Partido Colorado, y era una ley del más puro origen de Batlle y Ordóñez, año 1911. En la propia ley de empresas públicas, incluso, al principio estaban de acuerdo. Cuando la ley se empezó a discutir, en un Consejo de Ministros, durante un cuarto intermedio, le pedí al entonces ministro de Salud Pública (Alfredo Solari, que representaba al Foro) que consultara con Sanguinetti, y cuando volvió dijo: “Estamos de acuerdo”. Luego, la ley del Parlamento fue muy distinta a la que salió del Poder Ejecutivo, puesto que los doctores (Ignacio de) Posadas y (Walter) Santoro tuvieron la inteligencia de separar la eliminación del monopolio estatal de puertos, que -y lo digo sin vanidad- me gustaría que fuera lo que más se recordara de mi gobierno.
-La ley de empresas públicas se vota, pero, de cara al referéndum, Sanguinetti termina apoyando la iniciativa del FA para su derogación. ¿Cómo entiende esto?
-Fue un cambio de opinión bastante influenciado por la cercanía de la elección que se iba a desarrollar en el próximo año.
-También sostiene que el gobierno de Sanguinetti le entregó una economía al borde de la hiperinflación. ¿Cree que eso condicionó su administración?
-Siempre es mejor recibir las cosas bien que las cosas mal. La situación económica era muy delicada, como se explica muy detalladamente en el libro. El Banco Central estaba sin fondos. La inflación rozaba el 130%. Un gran logro macroeconómico de (mi) gobierno fue que el país ingresó en un círculo virtuoso -continuado luego sí por Sanguinetti y quienes lo sucedieron-, el que permitió bajar hasta llegar a un dígito. Fue una contribución importante al bienestar del país.
-¿Cree que esto se lo valoran?
-No, estas cosas se sienten en el bolsillo, pero no creo que se relacione causa y efecto. De hecho, la elección (de 1994) la perdió el Partido Nacional, aunque solo por 16.000 votos.
-Usted sigue convencido de que su ley era buena, ¿por qué cree, entonces, que tanta gente (72% de los votantes) la rechazó?
-Entiendo que lo que había pasado en Argentina, que (Carlos) Menem vendió y se gastó la plata, generó un efecto en Uruguay. Primero, el Estado conservaba el 40% del capital. Segundo, el último artículo, que redacté yo mismo, decía que los recursos obtenidos serían destinados preferentemente a cancelar deuda, capitalizar el BPS y a inversiones en educación. Y la propaganda falsa incidió: “Vienen los piratas”, decían.
-Hay un apartado con tres casos que usted relaciona en el texto: el homicidio de Berríos, la huelga policial y el episodio del Filtro. En este último, usted hace referencia a la participación del fallecido expresidente José Mujica...
-Fue una asonada. Se promovió en el marco de un proceso en el que el Poder Ejecutivo no tenía nada que hacer, puesto que había una orden judicial por la que teníamos que extraditar a estas personas, que eran miembros de ETA. Los famosos vascos se convirtieron poco menos que en mártires y se produjo un verdadero combate. La participación de Mujica, (Jorge) Zabalza y (Eleuterio) Fernández Huidobro, que estaban con armas y todo, fue un momento difícil para la vida nacional y del cual salimos bien porque el ministro del Interior, (Ángel) Gianola, tuvo un comportamiento ejemplar.
-Murió un joven y hubo decenas de heridos. ¿Usted no cuestiona nada de ese operativo?
-Yo doy la orden, luego la Policía, la Guardia Republicana y todos esos saben cómo manejar a la muchedumbre. Toda pérdida de vida es lamentable, y quizás se podía haber hecho de otra manera, pero los hechos son como son.
-Usted destaca la participación de Mujica en los hechos...
-Lo que yo señalo es que estas personas, los tupamaros que estaban allí, habían sido amnistiados después de cometer delitos terribles. En el año 85 se les dio una amnistía general y a los pocos años están de nuevo diciendo “viene el baño de sangre”, “que la gente joven tenga su baño de sangre”, y repartiendo miguelitos. Me pareció que nunca comprendieron el alcance de la amnistía.
-¿Esto llegó a hablarlo alguna vez con Mujica?
-Nunca. Yo no he hablado con Mujica, prácticamente. Durante todos estos años no he hablado. Ni fui a la casa, ni tuve una conversación larga. Compartí, sí, algún recuerdo sobre nuestra juventud herrerista.
-Vuelvo a su libro: en un momento se refiere a la reforma de la seguridad social, que no pudo llevar adelante, y marca que, sin embargo, luego el gobierno de Sanguinetti sí hizo una reforma y contó con el apoyo del Partido Nacional. ¿Qué opinión le merece esto?
-La reforma de la seguridad social fue el primer proyecto que presentamos. Lo hicimos en marzo de 1990 y nunca logramos los votos para aprobarlo. Al final, recurrimos a un mecanismo constitucional que es la ley de urgente consideración. Esa ley funciona de tal forma que si el Parlamento no se expresa, se aprueba. Entonces, si alguno tenía un resquemor por un tema electoral, bastaba con no decir nada y la ley quedaba aprobada. Pues Batalla nos levantó la urgente consideración. A los cinco meses cambió el gobierno, ganó Sanguinetti-Batalla, ¿y qué pasó?
-Se aprobó una reforma...
-En el libro cito a Dardo Ortíz: “Lo que es bueno para el país es bueno para el Partido Nacional”.
-Este clima entre blancos y colorados cambió...
-Lo que cambió fue el sistema, a partir de la reforma de 1996 (que instaló el balotaje). Y ese cambio hace que las coaliciones sean, de alguna manera, un poco más unidas. Lo vimos en el último gobierno.
-Usted tuvo diferencias con el gobierno de Batlle en el marco de la crisis, también...
-Eso es algo que voy a contar, pero en mi próximo tomo (ríe). Lo que puedo adelantar es que las veces que el Partido Nacional quedó segundo, no siempre hubo un apoyo explícito, franco y total de la dirigencia colorada. Recién Lacalle Pou, que inteligentemente entre octubre y noviembre acordó y redactó un documento, pudo conseguir con claridad esto.
-En cuanto al Banco Pan de Azúcar, el libro hace una breve referencia en defensa del exministro de Economía, Enrique Braga…
-También en el próximo libro. Solo puedo adelantar que todo lo que rodea este tema me ha afectado enormemente. Y a las pruebas me remito: nunca más pude ser electo.
-Usted en el libro señala que de cara a las elecciones de 1994 cometió algunos errores, y allí se refiere a haber optado por Juan Andrés Ramírez como el candidato para sucederlo…
-No es exactamente la designación de Ramírez a lo que yo me refiero, sino al intento, en general, de designar a un sucesor. Pasó con (Tabaré) Vázquez y (Danilo) Astori. Pasó con Sanguinetti y (Enrique) Tarigo. Yo creo que los presidentes tienen que dejar que los demás compitan, y después que uno gana la interna, acompañarlo. No me cuesta nada decir que me equivoqué.
-Otro error que usted reconoce es no haber liderado listas al Senado, algo que sí hizo Lacalle Pou en esta última elección.
-Si lo hacía hubiera quedado con algún poder para el relacionamiento con el doctor Sanguinetti. Pero no lo hice, entonces quedé desprovisto de poder, quedé afuera de la ecuación política.
-¿Es una buena idea una Coalición Republicana a nivel nacional?
-Yo no soy nadie dentro del partido orgánicamente, o sea que lo que yo opine es la opinión mía y de nadie más. Lo que creo es que puede haber un acuerdo electoral para una elección. Pasó en el 84, con el FA, que la Corte Electoral le permitió ir con el lema Partido Demócrata Cristiano. Quizá, un acuerdo de carácter puntual electoral, pueda ser. Pero no me quiero adelantar, y yo no lo voy a decidir.
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