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Vecinos de Peñarol: "Es impresionante pensar que descuartizan gente y están sueltos por el barrio"

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Móvil de la Guardia Republicana en barrio Peñarol
ESTEFANIA LEAL

HOMICIDIO

El 29 de octubre la Policía halló una bolsa en una boca de tormenta de Peñarol con restos de una mujer de 27 años que estaba ausente desde hacía tres días.

Cada vez que la vecina de Peñarol pasa por la calle Marconi, no puede evitar mirar las bocas de tormenta. Y es que la mujer de 81 años se refiere a lo que sucedió el sábado 29 de octubre -lisa y llanamente- como un episodio macabro. Si bien la muerte, la sangre y las drogas son una constante en el barrio, hallar un cuerpo descuartizado fue otra historia.

Lourdes, otra vecina de 58 años que vive enfrente al desagüe donde encontraron la primera bolsa con los restos de la mujer de 27 años, cuenta a El País que el shock por la noticia afloró desde el medio de sus entrañas. Se le revuelve el estómago al pensar en la escena de un cadáver distribuido en bolsas. Su hija fue quien le dijo lo que había sucedido y la vecina entendió la gravedad cuando, al volver a su casa, vio la calle cerrada y varios uniformados revisando las alcantarillas.

Un vecino de 62 años, llamado Ángel, fue quien vio a las dos mujeres, de 28 y 36 años, mientras estaba parado en la puerta de su casa durante la mañana del sábado. Una de ellas caminaba cargando una bolsa de comida para perros y tenía la ropa toda mojada con un líquido oscuro. Vestía pantalón verde, camisa roja, un top negro y una boina. La otra mujer tenía un pantalón azul, campera con capucha y un gorro con visera.

Una de ellas se sentó en el pasto que hay en la vereda frente a la casa de Ángel, mientras la que cargaba la bolsa siguió caminando en dirección a un contenedor de basura. En un momento se dio vuelta y, cuando se percató de que Ángel estaba mirándolas, le gritó a su compañera: “Dale que no tengo todo el tiempo para perder”. La otra se levantó y la siguió.

Finalmente, la primera continuó caminando hasta donde termina la cuadra, en el punto en el que está ubicada la boca de tormenta, tiró la bolsa en el desagüe y se acostó en la calle para empujarla con los pies.

Todo esta secuencia fue filmada por las cámaras de la casa ubicada en la esquina de Marconi y Camino Edison.

Ese mismo día sobre el mediodía, una mujer de 56 años estaba limpiando la canaleta que lleva a la boca de tormenta porque había hojas y habían pronosticado lluvia, pero en eso notó que había una bolsa obstruyéndola. Mientras la intentaba sacar apareció otra mujer, de 37, que vive en la misma cuadra, quien iba camino al almacén que está sobre Camino Edison, y la vecina le pidió ayuda para sacar la bolsa.

“Cuando la pude sacar sentimos un olor putrefacto muy fuerte y vi varias lombrices”, narró esta última a El País.

Pese a que no abrieron la bolsa -que luego se supo que contenía la pelvis de la víctima- el olor que salía hizo sospechar a las mujeres de que lo que había adentro podía llegar a ser un ser vivo. Por eso, la vecina que estaba limpiando le preguntó a la otra si le parecía bien que llamara a la Policía.

Al día siguiente, aparecieron dos bolsas más con la cabeza, los miembros inferiores y el torso de la mujer mutilada, que no se sabe quién fue que las tiró. Estaban en la boca de tormenta enfrentada a la que contenía la pelvis de la víctima.

El lunes encontraron más restos en un desagüe frente a un jardín de infantes, a cuatro cuadras de allí. El olor putrefacto se siguió sintiendo varios días después de que fueran halladas las bolsas.

La vecina que ayudó a destapar la boca de tormenta, con espanto en su rostro se mira sus manos y dice que “es chocante” pensar que fue ella quien encontró los restos. Y agrega, casi riéndose: “Ahora cualquiera de nosotros podemos aparecer descuartizados”.

“Es impresionante pensar que descuartizan gente por ahí y esos delincuentes están sueltos por el barrio”, pasa a decir con ojos de preocupación, y advierte que desde hace ya tiempo Peñarol se ha convertido en escenario de balaceras, robos constantes y hechos de violencia de todo tipo.

Cuando la Policía cerró la calle para inspeccionar las bocas de tormenta, muchos de los que viven allí se acercaron a sacar fotos y preguntar qué había sucedido. Días después, empezaron a circular imágenes de las partes del cuerpo de la víctima en los grupos de WhatsApp de los vecinos.

La investgación

El lunes 31 de octubre la Policía identificó a la víctima de 27 años, quien había sido denunciada como ausente tres días antes. La lograron identificar porque se empezó a viralizar un audio de la madre de la víctima, en la que decía que los restos hallados eran los de su hija. La Policía contactó a la mujer y otro familiar de la ausente brindó pruebas de ADN para que la Policía Científica las comparara con el de los restos.

La fallecida era adicta, estaba involucrada en la banda criminal y tenía dos antecedentes penales, el último de ellos por un hurto especialmente agravado en grado de tentativa que fue cometido en 2020.

La fiscal de Homicidios Adriana Edelman formalizó a Mauro Segales como autor del asesinato y desmembramiento de la chica.

El hombre ya estaba imputado por el homicidio de un joven de 18 años que ocurrió el 26 de octubre. En una conferencia de prensa que se llevó a cabo el lunes 31, el jefe de Policía de Montevideo, Mario D’Elía aseguró que “su nombre aparece en por lo menos tres casos” recientes.

Por otro lado, la mujer de 28 años, que tiró una de las bolsas, fue imputada por encubrimiento. Su pareja, de 36, que la acompañaba ese sábado cuando se depositaron las bolsas, fue interrogada, pero luego la Policía la liberó.

Esta historia trágica tiene por autores a Los Segales, una banda histórica del barrio Peñarol de la que “quedan pocos” integrantes libres. Imitan estas atrocidades, según dicen los vecinos, de series de televisión como Crime Scene Investigation (CSI). Otros creen que para hacer algo de semejante saña “debieron haber estado drogados”.

En diálogo con El País, cuatro personas de la zona dijeron que los jefes de la organización tenían unos cerdos al fondo de su casa, a los que les daban de comer restos de sus víctimas.

Aunque todos los residentes de Peñarol saben quiénes son Los Segales -no solo sus nombres, sino qué cara tienen- nadie se anima a denunciarlos porque el temor a las represalias pesa más en la balanza que las ganas de hacer justicia.

“Se desarticuló una de las bandas más grandes de Peñarol”, dijo Santiago González -director de Convivencia Ciudadana- a El País.

“Cortarla así como la cortaron, ¿dónde estamos?”, expresa otra vecina, y afirma que Peñarol es un barrio tomado por la delincuencia.

El barrio es el nuevo epicentro narco

Santiago González, el director de Convivencia del Ministerio del Interior, está convencido de que “lo peor del negocio del narco es lo que genera una boca en un barrio”. Por eso, si la boca cerrada se vuelve a abrir y hay que hacer el trabajo dos o tres veces, se hace. “Hoy la gente cree en la Policía porque ven que estamos cerrando bocas que hacía 10 años que estaban abiertas”, dijo a El País en un informe del Qué Pasa.

Sin embargo, se cuestiona que la mayoría de los condenados luego de allanar una boca son los “perros”, los vigilantes del lugar, y no los dueños. Pero González, de todas formas, sostiene que la clausura de las bocas es un mensaje que llega a la cima de las organizaciones. “Una boca necesita de toda la cadena de distribución. Necesita a muchas personas trabajando. El que no lo entiende desconoce la cantidad de dinero que hace por día una boca”, retrucó.

Al analizar este tipo de lugares delictivos, hay que hacerse tres preguntas, según dijo una fuente de Fiscalía: quién provee, quién vende y qué tipo de droga comercializa. “Si el proveedor es del barrio, entonces se instala otra persona en la boca que se desarticuló y no hay homicidios. Pero si el proveedor es de otro barrio, se sospecha que fue él quien denunció a la Policía para quedarse con el territorio y ahí empiezan las muertes”.

“Ya hay una idiosincrasia narco instalada en Uruguay”, mencionó el fiscal que prefirió el anonimato. Empezó en el Cerro y se mudó al barrio Peñarol, el nuevo epicentro de las luchas de bandas.

“Primero les cortan un dedo, después dos. Después les cortan la lengua, la última advertencia es la oreja”, dijo y añadió: La novedad de este año es la recurrente presentación de cadáveres con señales de ajusticiamientos; cuerpos desmembrados y calcinados, con el fin de ocultamiento, o “como una firma”.

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