Sobre la mañana del pasado 4 de enero dos hombres ingresaron a un comercio de 24 horas al norte de la ciudad de Paysandú y ese fue el inicio de una serie de robos que concentró la atención de la policía sanducera hasta hace pocas horas. Según relataron entonces los comerciantes de ese negocio, uno de los asaltantes había ingresado con un arma y con ella amenazaron a los empleados. Arrancaron luego la caja registradora del lugar y escaparon en una moto.
Los empleados declararon que se trataba de vecinos de la zona, de un conocido prontuario por robos. Señalaron que uno de ellos llevaba la cara descubierta y que el otro había preferido cubrirse el rostro. En las cámaras de videovigilancia del lugar quedaron registrados, también, sus vestimentas y rasgos físicos.
Esa misma tarde la policía recibió otra denuncia que identificaba a estos mismos delincuentes, por una rapiña en el interior de una vivienda. El hecho llevó a reforzar la búsqueda que, en una primera instancia, fue encontrado uno de los implicados -el otro caería unos días después-. En ese operativo, los policías incautaron un arma de juguete, con la que habían concretado las rapiñas y otros robos en la zona.
A través de un proceso abreviado la Justicia dispuso que uno de ellos, un hombre de 29 años, fuera condenado a ocho años de prisión efectiva por tres delitos de rapiña, dos delitos de hurto y un delito de violación de domicilio agravados.
Para el otro imputado, de 30 años de edad, a pedido de la Fiscalía se determinó una pena de seis años y seis meses de prisión como autor de dos delitos de rapiña, un delito de hurto y un delito de violación de domicilio agravado.
Se drogaban y salían a robar
Fuentes de la Jefatura de Paysandú explicaron que los delincuentes confesaron consumir drogas antes de realizar los robos, hecho que fue confirmado porque se le incautó cocaína a uno de los implicados. “La reiteración, la forma de accionar y que las víctimas los conocieran habla de este hecho”, explicó una fuente.
Capturas
El primero en caer había sido el hombre de 29, el mismo día en que se realizó la primera denuncia. En el lugar en que fue detenido, los uniformados encontraron la misma moto que los empleados del comercio habían descrito tras el asalto del 4 de enero. Era un vehículo modelo Dirty que estaba denunciado como robado por una persona que la Policía ya contactó.
Y entre la ropa del delincuente fue que se encontró el arma de juguete, de color negro, que había usado en los robos.
Su compañero logró pasar desapercibido por unos días hasta que el 8 de enero la policía encontró a un individuo con sus características, andando en bicicleta. Intentó escapar en cuanto vio a los efectivos, pero fue interceptado a pocos metros, en las calles Dr. Roldán y Estefanell.
Entre sus pertenencias se encontraron 12 “lágrimas” de cocaína: un equivalente a tres gramos de esa droga. Una vez capturado se pudo determinar que además había robado una bicicleta, que un niño de 11 años había dejado sobre la vereda frente a un comercio local.
Modalidad
No eran principiantes y los hurtos en los que habían participado eran más de los esperados.
Respecto a los asaltos, en todos mostraban violencia directa. Su modus operandi habitualmente era este: mientras uno de ellos esperaba con un cuchillo en su mano en la entrada del comercio que robaran -atento a si venía la policía, en la clásica función de campana -, el otro amenazaba a los empleados con el arma de juguete en su bolsillo y consumaba el robo.
A una empleada del 24 horas la empujaron varias veces, hasta tomar los $ 10.000 en efectivo que había en la caja que se llevaron.
En otro asalto sorprendieron, de atrás, a un empleado que estaba cerrando su local, a las 21:30. Como siempre, amenazaron con usar la pistola de juguete. En aquel caso, ocurrido el 6 de enero, le pusieron el arma en el tórax y le pidieron el dinero. De allí se llevaron $ 16.000 y $ 8.000 argentinos.
Al otro día, el 7 de enero, entraron a una vivienda en donde una familia preparaba la cena. Allí amenazaron con disparar a un joven de 23 años que intentaba proteger a un niño. Fueron bruscos: dijeron que venían de otro robo y que no tenían problemas en herirlos. Una de las víctimas dijo después que uno de ellos le había pedido alimentos unas semanas atrás y que se le habían brindado.
El botín en este caso fueron $ 30.000.
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