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Adriana Aristimuño: “Los programas serán flexibles, van a ser un trampolín”

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Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé

LA ENTREVISTA DEL DOMINGO

Es el cerebro detrás del intento de reforma educativa. Es la técnica que le gana a la política, admitiendo las metas que no se alcanzarán y visualizando la escuela del mañana

Hay una ventana con vista al puerto de la ciudad, una pila de proyectos de ley de Presupuesto de la ANEP recién impresos y una mujer que planifica el día después de la educación: Adriana Aristimuño. Es el cerebro detrás del intento de reforma educativa de la actual administración. Es la técnica que le gana a la política, admitiendo las metas que no se alcanzarán y visualizando la escuela del mañana: sin repetición y sin clases magistrales.

-¿Cuál es el talón de Aquiles de la educación uruguaya?

-El Presupuesto es lo que queremos hacer. En ese sentido, pusimos énfasis en dos aspectos: mejorar los aprendizajes y mejorar la equidad.

-¿Cómo se mejoraría?

-Para aprendizajes es una megarreforma que supone repensar toda la educación obligatoria. Los dos primeros años son de diálogo y en 2023 se aplica. Se parte de lo que inició la administración anterior, con el establecimiento de un marco curricular común, pero se dan varios pasos más.

-¿Qué pasos?

-Vamos a poner por delante qué se espera que el estudiante sepa hacer, las competencias, las habilidades, los dominios para ser una persona sana, un ciudadano responsable, para saber pensar críticamente, resolver problemas tecnológicos, superar barreras idiomáticas. Eso supone que los contenidos, los programas, van a estar al servicio de esos objetivos y no al revés. Hoy sigue primando que hay que cumplir con un programa en el que el niño sepa “A-B-C”. La idea ahora es que sepa “A-B-C” como trampolín para tener ciertas habilidades.

-¿Adiós a los docentes corriendo por terminar con el programa?

-Esperemos que eso deje de existir. Se supone que los programas van a ser flexibles, van a responder a los objetivos, y no van a estar abrumados de contenidos “a cumplir”.

-¿Eso no es un pasaporte directo al “hago lo que se me antoja”?

-No. Al contrario: el docente sabe a dónde tiene que llegar, conoce el final del camino. Sabiendo esa meta, uno va regresando al punto en el que estás y eso estimula a avanzar. Por ejemplo: los estudiantes sabrán cuáles son los perfiles de egreso por tramo, es decir, qué competencia se espera que dominen al término de tercero o sexto. Una maestra de segundo conoce a qué deberían llegar sus alumnos al término de tercero, y eso la estimula a avanzar. ¿Qué ocurre hoy? Los docentes trabajan bastante aislados, y los subsistemas (Primaria, Secundaria y UTU) siguen estando muy compartimentados. Pero hay que entender que el estudiante es uno solo, es el mismo que va progresando desde que entra a la educación obligatoria. El sistema hoy se parece a esa metáfora de quien está construyendo una catedral, pero no sabe para qué sirve el ladrillo. Tengo la visión puntual, pero no miro más allá de una piedra.

-Por primera vez en la historia, la ANEP fija metas de aprendizajes. ¿Por qué?

-Es importante apuntar a logros. La educación supone un montón de aprendizajes: sociales, vinculares, éticos… Pero también supone aprendizajes de alfabetización de la lengua, de la lógica. Entonces, afortunadamente, ahora hay instrumentos para evaluar esos aprendizajes. Uno de los problemas que arrojan esas evaluaciones es que evidencian que en Uruguay los aprendizajes no mejoran. Estamos en una meseta. Y para este quinquenio queremos salir de esa planicie y que mejoren todos los porcentajes, con énfasis en aquellos que están más abajo.

-En aquellos que están en los dos escalones más abajo, por ejemplo, de las evaluaciones Aristas…

-Sí, porque ahí tenemos muchos estudiantes. A veces tenemos más de la mitad de los estudiantes en esos niveles bajos.

Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé
Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé

-“Calcular el perímetro de una cancha de fútbol, si la maestra le da el metraje de los lados que tiene un rectángulo”. Ese es, en sexto de escuela, un ejercicio de Matemática del nivel II. La mitad, sin embargo, no logra resolver este tipo de ejercicios. ¿La nueva administración se conforma con que algo más de la mitad logre un ejercicio de este tipo?

-No. Pero queremos que la cantidad de estudiantes que están en esos niveles bajos se reduzca. Eso sería un logro gigante, porque no lo hemos logrado en décadas.

-En 2021, según las metas que ustedes se trazaron, el nivel en que comienzan los estudiantes es peor que en 2019. ¿Eso se llama COVID-19?

-Claro que sí. Como país, durante este año, vamos a sentir el sacudón.

-Ante esto, ¿a quiénes se priorizará?

-Uno quiere hacer el mejor bien para la mayor cantidad posible de estudiantes. Pero la realidad, económica y logística, condiciona. Por eso hemos priorizado hacer foco en primer, segundo y sexto año de Primaria, y en el ciclo básico de media. Ahí se podría hacer una diferencia. ¿En qué se quiere apuntalar? En Lengua, Matemática y habilidades socioemocionales. En la escuela, a su vez, habrá un énfasis en el pensamiento científico. Y en el liceo y UTU habrá en ciudadanía digital.

-Desde su ventana se ve el puerto, ¿el puerto que usted imaginaba siendo parte del colectivo Eduy21 es el mismo al que quiere llegar ahora?

-No. Pero está bien que no lo sea. Cuando uno está en el hacer hay condicionantes materiales, de política educativa y el más importante de todos: el tiempo. El 2020 casi que se está terminando, la mayor parte se ocupó en otra cosa (COVID-19) y, en la práctica, vamos a tener solo cuatro años.

-El latiguillo de las críticas a la administración anterior era: “seis de cada diez no acaban la educación obligatoria”. Esa crítica se hacía más evidente cuando se la comparaba con la meta fijada por esa administración: que egrese el 75%. La nueva administración decide dejar esa meta intacta, ¿por qué?

-Porque es una meta política y no técnica.

-¿No se va a lograr?

-Sospecho que no.

-¿Por qué prima lo político?

-Porque es la meta que ya estaba planteada desde la gestión anterior y el nuevo gobierno de la educación entiende que no habría que bajar una meta que ya estaba planteada. Ese fue el argumento que terminó primando.

-¿Cuál sería la meta alcanzable?

-No sería más del 55% o 60%, que igual sería mucho en poco tiempo. Cuando Tabaré Vázquez anunció que proyectaba el egreso del 75%, recuerdo haber dicho: “¡Es imposible! ¿Quién asesora a este hombre?”. Ahora me toca a mí.

-Isaac Alfie justificó que no se le daba más dinero a la educación por la baja de la natalidad: cohortes más chicas, implicarían menos dinero. Pero, si hay seis de cada diez que deberían ser parte del sistema porque no egresaron, ¿no se supone que las cohortes deberían aumentar?

-Tal cual. En el tema de recursos no es solo que tenemos que tener a esos estudiantes que se cayeron, sino que se quieren ampliar las jornadas educativas y eso implica más recursos. No es lo mismo un turno de cuatro horas que uno de ocho. Ahí estaba la diferencia que mantuvimos con Alfie.

-Si aumenta el egreso en bachillerato, por lógica, debería aumentar el ingreso en la universidad. Sin embargo, la UdelaR no tendrá un incremento presupuestal en este quinquenio, ¿habrá allí un cuello de botella?

-No en lo inmediato, pero es posible a mediano plazo. Aun así, ese sería un nudo crítico que me gustaría tener: ¡qué egresen más! En ese sentido, Uruguay tiene un problema grande con los varones. Ellos terminan menos el bachillerato, ingresan menos a la Universidad y egresan muchos menos de la Universidad. Hoy las mujeres son mucho más educadas que los varones.

-¿Cómo podría lograrse una paridad?

-Retenerlos, ofrecerles propuestas más atractivas, dinámicas de clases más activas. Los varones, desde pequeños, juegan de manera más movediza que las niñas. Pero luego la oferta educativa los ata a una silla y un banco. Eso los desmotiva. ¿Alguien se puso a pensar quiénes son la mayoría de los que acaban en el circuito de la droga? Los varones. Las cárceles están repletas de hombres. Es horrible.

-Usted era la referente de educación de Ernesto Talvi: ¿cuántos liceos modelo construirán?

-No sabemos aún la cantidad. Es probable que no sean los 136 que anunció Talvi en campaña. Pero sí queremos la mayor cantidad. Para 2023 debería haber el 60% del total a construir.

-Abro la puerta del liceo modelo, ¿qué me encuentro?

-Estudiantes muy interesados en lo que están haciendo, aulas dinámicas en que los estudiantes estarán trabajando en equipo y no solo sentados mirando hacia adelante; estudiantes que están haciendo deportes, alimentándose porque hacen la jornada completa, un elenco docente estable y que está más horas en el mismo centro educativo. Los docentes estarán, al menos, tres años en el mismo centro. Y todo con un cambio curricular.

Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé
Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé

-¿Eso no haría que unos (los modelo) mejoren mucho y el resto quede rezagado?

-No son centros modelo. Ese es un eslogan de campaña, pero, desde lo técnico son centros educativos de jornada completa en contextos desfavorecidos. Siempre que focalizás, a alguien dejás afuera. Nos interesan todos, pero, otra vez, tenemos que apuntalar a los más desfavorecidos.

-Más allá de la promoción directa por COVID-19, ¿tiene que haber repetición?

-Cuando atacás la repetición y decís que es un instrumento que no sirve, como muchos hemos dicho, tenés que proponer cosas en su lugar: apoyaturas, prevenciones. El plan que tenemos apunta a mejorar esa trayectoria. Desde cómo pasan de grado, hasta usar evaluaciones para que haya tutorías…

-¿Estamos ante el fin de la repetición automática?

-Es el objetivo. Vamos a trabajar para no llegar a la repetición. Pero eso tiene que ser un trabajo conjunto, de todos los tramos. Hoy la repetición es casi nula en sexto de escuela y salta impresionante en primero de liceo o UTU.

-¿Seguirá habiendo calificaciones?

-Es un misterio…

-¿Si fuera por Aristimuño?

-(...)

-¿El silencio otorga?

-(Risas) El silencio es el silencio.

Los cambios que “aún no empezaron”

-“Queremos profesionales y no compañeros militantes”. Así justificó el director de Servicio Civil, Conrado Ramos, que, en épocas de recortes, haya aumento salarial de los directores de las empresas públicas. ¿No se quiere, también, docentes profesionales?

-Claro que quiero un profesional. Por eso la propuesta implica capacitaciones, proyectos participativos, la estabilidad que mejora la calidad de vida…

-¿El maestro será más profesional dentro de cinco años?

-Esperemos que sí.

-¿En el sillón que está ahora siente que las críticas que se le hacía a la anterior administración eran un tanto injustas?

-Depende de las críticas. Yo era una de las críticas, pero me basaba en evidencia para intentar construir. Puede ser, igual, que haya críticas injustas. Hasta ahora no hemos tenido muchas críticas porque recién estamos proponiendo, técnicamente no empezamos con los cambios profundos.

-¿Cuándo cambiará el bachillerato?

-En principio para 2023. Hay un pre-acuerdo con la UdelaR en tender a que se pueda ingresar a más carreras sin tener que optar por una orientación en el bachillerato. La idea es que sea un bachillerato general.

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