Por Médicos Sin Fronteras
"Me llamo Mary James, tengo 31 años y soy la primera mujer conductora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sudán del Sur. Un viaje que ha sido inmensamente gratificante.
Mi historia con MSF empezó hace dos años, en noviembre de 2021, pero las semillas de este camino se sembraron mucho antes. Tras interrumpir mi educación secundaria, tomé un nuevo rumbo en 2015 completando cursos de informática y conducción con el objetivo de convertirme en conductora. Esta decisión cambiaría mi futuro de manera que jamás había imaginado.
En 2017, empecé a trabajar como conductora para varias empresas y ONG, y más tarde me encontré navegando a través de las complejidades de la pandemia de la COVID-19. Esta experiencia fue el punto de inflexión que me llevó a unirme a MSF, donde encontré mi verdadera vocación. Aunque el camino no fue fácil. En un trabajo en el que se suele pasar por alto a las mujeres, me di cuenta de que yo era la única mujer en las entrevistas y que competía en un campo dominado por hombres.
Pero perseveré. Tenía la convicción de que ser mujer no definía mis capacidades.
Aprecio mi trabajo en MSF no solo por la satisfacción personal que me aporta, sino también por el impacto que tiene en mi familia. Es más que un medio para llevar comida a la mesa; es una fuente de felicidad para todos los que dependen de mí.
En mi comunidad, la imagen de una mujer piloto es cada vez más aceptada, pero yo me fijo menos en las percepciones sociales y más en mi compromiso con la igualdad de oportunidades para todos. Creo firmemente que las mujeres no solo son capaces, sino que pueden destacar en cualquier campo que elijan.
Mantener a mi familia siempre ha sido mi prioridad. Una vez deseé seguir estudiando para convertirme en mecánica y, con el tiempo, abrir mi propio taller. Esta ambición es el mensaje que quiero transmitir a las jóvenes: sed independientes, utilicen sus capacidades y esfuércense por mejorar su vida de todas las formas posibles.
Formar parte del personal de MSF fue una experiencia transformadora. Amplié mi perspectiva al relacionarme con una comunidad de personas diversas, todas ellas basadas en un núcleo humanitario. Siempre nos centramos en ayudar a los demás, un compromiso que trasciende las barreras lingüísticas y las diferencias culturales. Trabajar con colegas de distintas nacionalidades me ha enseñado el lenguaje universal de la empatía y la cooperación.
Este viaje se enriquece aún más con los fuertes lazos que he formado con mis compañeros del personal sursudanés, contratados localmente por MSF. Se han convertido en algo más que colegas; son como una gran comunidad que ofrece apoyo y solidaridad. Juntos hemos creado una red de ayuda y comprensión mutuas, reforzando nuestro compromiso compartido con la misión y entre nosotros.
Espero que mi viaje inspire a MSF a seguir acogiendo y reconociendo el potencial de las mujeres en todas las funciones. Brindo por que más conductoras se unan a mí en este camino".