EN LAS REDES
La familia Pinto, que vive en Nueva Jersey, Estados Unidos, es la estrella de un reality donde cuidar el bolsillo es la clave
Los integrantes de la familia Pinto se volvieron estrellas de un reality llamado Extreme Cheapskates, del canal estadounidense TLC, en donde se los observa muy meticulosos a la hora de gastar su dinero en situaciones de la vida cotidiana.
El grupo familiar está integrado por el matrimonio de Raúl y Patricia y sus cuatro hijos, partícipes necesarios de las curiosas travesías que comanda su padre. ¿De qué se trata? De la familia más tacaña del mundo, que ahorra en todo lo que puede, al extremo.
En la primera parte del programa, la familia se dirige a un lavadero de autos. Raúl sale de su auto, inserta unas monedas en la máquina para aspirar las alfombras del interior del vehículo y al encontrarse con un empleado le confiesa que uno de los aros de su esposa fue absorbido por el artefacto. “A los niños les encanta ir porque es como una búsqueda del tesoro para ellos. Hemos encontrado auriculares, joyas, monedas y muchas cosas más”, detalló Patricia ante las cámaras.
Una vez que el personal de la estación le abre la máquina, los hijos comienzan a revolver entre la basura y comienzan a extraer todo objeto de valor que esté a su alcance. “Ir al lavadero de coches es como jugar a las máquinas tragamonedas: sé que voy a recuperar el dólar que invertí”, manifestó Raúl, con una clara convicción de que su método le trae generosos dividendos.
Francesca, la hija menor, contó su experiencia y admitió que es algo habitual al salir con su familia de paseo: “La primera vez que tuve que hurgar en un recipiente vacío me sentí bastante asqueada. Pero ahora que sigo haciéndolo casi todas las semanas, me acostumbré, se convirtió en algo natural para mí”.
Con el objetivo de priorizar la economía familiar, el día continuó en un restaurant donde Raúl implementó otro de sus trucos para aminorar los gastos de una salida que incluyó seis cubiertos: “Como somos una familia de seis y consumimos mucha comida, especialmente ahora que mis dos hijos mayores están de regreso en casa para el verano, tengo que tener mucho cuidado de no excederme del presupuesto”, aseguró el hombre.
En lugar de elegir una comida y su bebida correspondiente en el menú para cada uno, Raúl obliga a sus hijos a tomar un vaso de agua, con un limón y azúcar para convertirla en limonada, mientras él y Patricia comparten un sándwich y un café. “Suelen servir estas porciones enormes, un sándwich club es como poner dos o tres sándwiches en uno y siempre obtengo la lechuga extra para hacerlo un poco más voluminoso”, agregó, con la clara certeza de sentirse un estratega en lo suyo.
No conforme con la acción empleada, el padre de la familia se lleva las sobras en una bolsa y le agrega todos los condimentos que estén sobre la mesa, tales como sal, aceite, mayonesa, ketchup, mostaza y demás. “Las camareras piensan que somos psicópatas, nos miran con las miradas más asquerosas que he visto en mi vida”, comentó Mónica, la hija mayor del matrimonio, con un claro rostro de vergüenza.