Está preocupado por el futuro de Uruguay. “Tenemos que mostrar que podemos ser un gran país, en lugar de seguir repitiendo que lo somos”, afirma Álvaro Amoretti, director ejecutivo de Quatromanos.
Advierte que hay temas centrales para el desarrollo -como la educación, la seguridad pública y la salud- que “están en estado de diagnóstico permanente, pero no hay voluntad de alcanzar grandes acuerdos y de pasar, de una vez, a la acción. Y mientras Uruguay no hace los deberes ni encara las transformaciones que lleva décadas postergando, el mundo sigue adelante y nos saca cada vez más ventaja”, sostiene Amoretti.
A continuación la entrevista con El Empresario.
-¿La crisis económica de 2002 marcó un antes y después, en lo personal y para Quatromanos?
-El 2002 fue un año tremendo para el Uruguay. Pero Quatromanos, que era una empresa de garage con apenas cinco años, creció en medio de la tormenta y lo hizo al influjo de las crisis por las que atravesaban empresas que demandaban apoyo comunicacional para manejar esas contingencias. Silvina entendió que era el momento de crecer. "Bueno, lo ideal sería que vinieras vos", me dijo. Y di el paso. Tenía 22 años de periodismo y estaba liderando la redacción de El País, de modo que no fue una decisión fácil dejar el periodismo para pasar al otro lado del mostrador. Y desde entonces Quatromanos no paró de crecer, de captar talento, de formar profesionales y de darles oportunidades de desarrollarse en la empresa. Hoy ya hay una generación de relevo que está asumiendo cada vez más responsabilidades y que lleva el ADN de Quatromanos.
-Crecieron durante la crisis y se hicieron expertos en el manejo de crisis.
-Tenemos una muy fuerte práctica profesional en el manejo de crisis, con un gran equipo y una experiencia muy importante. En 2025, por sexto año consecutivo, Quatromanos fue reconocida como la mejor empresa en “Comunicación Estratégica y Gestión de Crisis” de Uruguay, de acuerdo con el ranking del grupo francés Leaders League, que recoge la opinión de los clientes de las diferentes empresas y de las firmas legales líderes en cada mercado, y analiza los principales casos de manejo de crisis y comunicación estratégica del último año. Las crisis son siempre desafiantes. No hay ninguna igual a otra. Pero no hay empresa que esté a salvo. En algún momento, las empresas viven una crisis. De lo que hayan construido en tiempos de paz y de cómo encaren la crisis dependerá cómo saldrán de la contingencia.
Son los medios tradicionales los que siguen marcando la agenda
-¿Cómo gestionan las comunicaciones corporativas entre medios tradicionales, las redes sociales y plataformas digitales?
-Tenemos clientes que quieren llegar con sus mensajes a diferentes audiencias. Y esos públicos están en diferentes plataformas. Trabajamos en todas ellas, pero sin perder de vista que son los medios tradicionales los que siguen marcando la agenda. Eso no quiere decir que las redes no incidan, porque lo hacen. Una estrategia de comunicación integral debe abarcar todas las plataformas para llegar a todas las audiencias.
-Y si hablamos de los empresarios, ¿se aplaude o se castiga el éxito en Uruguay?
-En Uruguay se castiga el éxito, en general. Al que le va bien, no hay que combatirlo. No hay que ver cómo se lo baja o cómo podemos hacer para que ya no le vaya tan bien. Al empresario hay que alentarlo para que le vaya mejor. Hay que ver cómo lo ayudamos para que cree más trabajo y desarrollo, para que invierta más, para que apueste más al país. Hay que pasar del “andá a saber qué hizo para que le vaya bien” al “veamos qué hizo para que le vaya bien y tratemos de apoyarnos en su ejemplo”. Con varios casos en el mundo, ya sabemos que el Estado como único empleador termina con niveles de pobreza escandalosos.
-¿Cómo analiza la situación de Uruguay?
-El país enfrenta problemas de fondo. Tenemos un sistema educativo que dejó de ser ejemplo en el mundo y hoy no prepara a nadie para el mundo en el que vivimos. Nos preocupamos de que los alumnos no deserten, pero para que no se frustren no les exigimos. Y les estamos haciendo un mal enorme, porque el mundo no funciona así. Los estamos condenando a la pobreza. Y no hay voluntad de encontrar acuerdos para hacer las transformaciones que debimos hacer hace mucho. A eso hay que sumarle, que tenemos indicadores insultantes en materia de pobreza infantil, y un Estado que cada vez gasta más para dar peores servicios; se endeuda cada vez más, comprometiendo a las futuras generaciones. No parece haber nadie dispuesto a hacer lo que hay que hacer. Nos conformamos con decirnos a nosotros mismos que somos un gran país, pero a la vez no estamos dispuestos a empujar a los líderes a hacer los deberes. Con ese panorama es difícil ser optimista. Creo que los empresarios tenemos la responsabilidad de empezar a poner algunos temas sobre la mesa. Es tiempo de decir algunas verdades, aunque molestas, en voz alta.
-¿Faltan políticas de Estado en educación, seguridad, salud?
-Hay problemas que arrastramos desde hace muchos años y seguimos diagnosticando, haciendo reuniones, instalando diálogos, creando comisiones. Estamos sobrediagnosticados. Lo que nos falta es hacer. Este país se hizo grande haciendo, arriesgando, innovando, liderando. Hay que buscar acuerdos en dos o tres grandes temas en los que al país le va la vida, y en eso tirar todos juntos para el mismo lado. El tiempo corre. Ya vamos muy atrasados, pero mañana será peor. Los dirigentes, como decía Winston Churchill, tienen que entender aquello de que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Y los ciudadanos tenemos que exigir cambios, empujar para que se hagan las transformaciones. Al Uruguay ya no le alcanza con ser el niño prolijo en un barrio complicado. Tenemos que mostrar que podemos ser un gran país en lugar de seguir repitiendo que lo somos.
-¿Apoya reducir la jornada laboral de 8 a 6 horas?
-Este país lo levantaron los tanos, los gallegos, lo armenios, que trabajaban de sol a sol para que sus hijos tuvieran un futuro. Vivían para trabajar, porque el trabajo suponía una oportunidad para los suyos. No tenían fines de semana. No disfrutaban la vida. Era un extremo. Hoy nos pasamos para el otro lado. El uruguayo medio ha perdido el gusto por el trabajo bien hecho. Trabaja lo justo, lo necesario. Si algo puede esperar a mañana, lo hace mañana o pasado. Si puede, “saca el trabajo”. Son pocos los que trabajan con pasión, con verdadero compromiso y que sienten orgullo por hacer bien lo que saben hacer. Y en este momento del país, cuando deberíamos trabajar más y mejor para saldar algunas deudas sociales que empiezan a ser lacerantes, aparece la propuesta de bajar la jornada de trabajo de 8 a 6 horas, pero cobrando el mismo salario. ¿Alguien realmente piensa que trabajando dos horas menos vamos a sacar al país adelante? ¿A quién se le ocurre que una empresa puede pagarle a sus trabajadores lo mismo por trabajar dos horas menos? Ese pensamiento mágico viene de gente que nunca pagó un sueldo en su vida y que vive del esfuerzo y el trabajo de otros.
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