Sin cepo y con flotación: ¿cómo seguiría Argentina?

Este proceso de liberalización, unificación y flotación cambiaria debería consolidar el optimismo y la reactivación económica.

Compartir esta noticia
Luis Caputo y Javier Milei.jpg
El ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente argentino, Javier Milei.
Foto: Archivo El País

Argentina concretó nuevos avances enla liberalización del cepo cambiario y en la flotación del tipo de cambio. ¿Cuál es la evaluación de las medidas adoptadas? ¿Qué consecuencias cabe esperar tras las reacciones iniciales? ¿Qué vendría en los próximos meses?

Las medidas anunciadas por el Banco Central de Argentina (BCRA) en abril de 2025 comprendieron dos grandes aspectos.

Por un lado, se eliminaron restricciones a la compra de dólares por parte de personas físicas, empresas importadoras y compañías extranjeras interesadas en remesar dividendos e intereses al exterior. Esto representó un paso más hacia la unificación del mercado cambiario y la reducción del número de tipos de cambio emergido de los controles a las transacciones comerciales y financieras de divisas.

Por otro lado, el BCRA abandonó el régimen cambiario rígido y transitó hacia uno de gran flotación del tipo de cambio. Dejó de fijar diariamente el tipo cambio (oficial) con una pauta (“tablita”) de incremento mensual al 1% y pasó a una amplia banda de flotación inicialmente con un piso en $1.000 y techo en $1.400. Más que parecerse al sistema de bandas estrechas que fue globalmente muy popular a inicios de los ’90, este esquema se asemeja al existente en Chile en la previa de la plena flexibilidad cambiaria adoptada a fines de esa década. La banda se va ensanchando ya que el techo sube al 1% mensual y el piso cae a un ritmo similar. No se descarta flotación sucia a su interior, pero el compromiso es intervenir en los extremos. En el piso, el BCRA compraría dólares y/o bajaría la tasa de interés y en el techo haría lo contrario.

En dos semanas de vigencia de las medidas las reacciones en los mercados han sido muy positivas

El mercado cambiario tendió a unificarse en torno al centro de la banda de flotación. Con altibajos, el tipo de cambio formal (oficial) subió desde los $1.075 al entorno de $1.175, nivel hacia el cual se movió tipo de cambio paralelo (blue) al cotizar alrededor de $1.225. Como resultado, la brecha cambiaria, que hacia finales de 2023 era superior a 100%, disminuyó a cerca de 5%. Paralelamente, subieron las acciones y los bonos, con el spread soberano (“riesgo país”) retrocediendo a casi 700 puntos básicos.

Claramente estas reacciones evidencian mejores perspectivas para Argentina. Ni la salida del estricto cepo, ni el avance hacia flexibilidad cambiaria fueron traumáticas, como la mayoría de los análisis esperaba hace un año. Si bien el gobierno de Milei sigue expuesto al complejo entorno externo y a algunos problemas internos de gobernabilidad, el tercer pilar para el éxito del programa económico ha evolucionado muchísimo mejor de lo previsto. Cierto. Hubo un considerable y rápido avance en la calidad de las políticas públicas, sobre todo en la estabilización macro y ciertas reformas para subir el PIB potencial y su crecimiento. Esenciales fueron el logro de superávit fiscal primario (sin intereses), cortar el financiamiento monetario al gobierno, ordenar el balance del BCRA y calibrar bien la tasa de interés referencial para la desinflación.

Desde esa base, este proceso de liberalización, unificación y flotación cambiaria debería consolidar el optimismo y la reactivación económica. Son medidas que favorecen el acceso de dólares a importadores y otras empresas, condición necesaria para exportar y producir más. También pavimentan el camino hacia mayor inversión extranjera al propiciar y anticipar mayores facilidades para la remisión de utilidades al exterior. Por todo eso se reafirma la estimación de crecimiento del PIB sobre 5% para 2024 y un desempeño relativamente favorable en la región durante 2026.

¿Puede Milei cantar victoria? Sí y no.

Por un lado, se evitó la hiperinflación y se revirtió la alta inflación, junto con dejar a Argentina mejor preparada para la renovada guerra comercial global que Macri en 2018.

Si el entorno externo se deteriora, la situación fiscal es menos vulnerable y la flexibilidad cambiaria mayor, con alta confianza y credibilidad en el equipo económico. Eso se refleja en un clima de negocios positivo y casi eufórico que —aún exagerado— es preferible tenerlo para compensar parcialmente el pesimismo externo y/o el conflicto político local. También ayuda el nuevo acuerdo con el FMI, los desembolsos asociados y posibles préstamos adicionales de otros multilaterales.

Por otro lado, los desafíos de la nueva etapa en la que Argentina entra no son significativamente menores a los del último año.

“Bajar una inflación moderada (10-30%) puede ser más difícil que detener una (cuasi) hiperinflación”, suele decirse.

Tampoco le será fácil avanzar en la sostenibilidad de las finanzas públicas ante presiones por mayores gastos y menores impuestos en medio de la reactivación. ¿Será la política fiscal anticíclica en un año de elecciones legislativas?

Transitar desde el saldo negativo en reservas internacionales netas a uno positivo exigirá un boom de entrada de capitales y la caída del tipo de cambio al piso de la banda, que no solo depende de las políticas internas, sino también del contexto financiero internacional, el comportamiento global del dólar y la posibilidad de retornar a los mercados voluntarios de deuda.

Por último, el mayor desafío será concretar más reformas estructurales para subir la competitividad y el crecimiento potencial.

Pese a esas complejidades, que estarán catalizadas por el contexto global y las perspectivas de gobernabilidad asociadas a las elecciones legislativas de octubre, nuevos avances e impulsos desde Argentina hacia la región parecen altamente factibles, aunque probablemente no serían tan intensos como los observados el último año, ni extrapolables todavía al resto de la década.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar