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¿Es posible una movilidad sostenible en las ciudades de América Latina y el Caribe?

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Desde el mundo de las ONG y de las agencias multilaterales, se ha llegado con cierto consenso al marco de actuación denominado ASI (Avoid, Shift and Improve).

Una de las definiciones más recientes e interesantes de movilidad urbana (Hoden, Banister y otros, 2020) (1) destaca que la movilidad sostenible debe abordar los tres imperativos del desarrollo sostenible: satisfacer las necesidades humanas, garantizar la justicia social y respetar los límites ambientales.

Es decir que la movilidad es un medio para acceder a las oportunidades de trabajo, educación, salud, ocio y servicios que ofrecen las ciudades. Si a esta visión se incorpora la movilidad de mercancías que hace posible la provisión de bienes para el funcionamiento de la vida cotidiana, se logra cubrir el primero de los tres imperativos. Los otros dos hacen referencia al acceso bajo criterios de inclusión y sostenibilidad ambiental.

De forma paralela al desarrollo del concepto, surgen estrategias de implementación a partir del mundo de las organizaciones no gubernamentales y de las agencias multilaterales, llegando con cierto consenso al marco de actuación denominado ASI (por sus siglas en inglés Avoid, Shift and Improve). Evitar/reducir se refiere a la necesidad de mejorar la eficiencia del sistema de transporte en su conjunto, de forma que la duración del viaje se reduzca. Los instrumentos de cambio/mantenimiento buscan mejorar la eficiencia del viaje individual, tendiendo hacia modos ambientalmente más amigables. Por último, el pilar de mejora se centra en la optimización de la operación eficiente del transporte (carga y pasajeros), tornando más atractivo el transporte público (2).

Aun con las urgencias climáticas que sufre el planeta y las pérdidas en materia de desarrollo humano, pareciera evidenciarse que esta visión de la movilidad no ha llegado a consolidarse en una gran parte de las ciudades Latinoamericanas.

De esta forma, es necesario preguntarse: ¿hay interés de los dirigentes de la región y de todos los actores en adoptar e implementar la visión ASI en la región?

Las respuestas pueden variar dependiendo del país o incluso la ciudad en donde se pregunte. Por ejemplo, se registran avances importantes en la promoción de la movilidad ciclista y peatonal en ciudades como Bogotá (Colombia), Niteroi (Brasil), Buenos Aires (Argentina) y Ciudad de México (México), entre otras. Bogotá viene incrementando la participación de la bici en el reparto modal de viajes diarios de la ciudad desde el año 2011, pasando de un 6% a un 10,3% en 2019. Niteroi, por su parte, logró cuadruplicar los viajes diarios en bicicleta en una de las avenidas más transitadas de la ciudad entre 2015 y 2019.

No obstante, muchas ciudades continúan con una expansión urbana insostenible, las cuales incrementan las distancias de viaje y promueven los asentamientos en lugares remotos de la ciudad. Esta separación geográfica entre las actividades diarias causa un incremento en el tiempo que requieren los traslados, aumentando la dependencia en el sistema de transporte.

A su vez, la pandemia ha modificado la forma de desplazarse, promoviendo el trabajo remoto. Sin embargo, como consecuencia de la composición del sector laboral en la región, la mayoría de los latinoamericanos no tuvieron la posibilidad de generar ingresos desde sus casas por medio de la digitalización. Esta dualidad nos llama a priorizar los esfuerzos en implementaciones que incluyan un diseño urbano más inclusivo, seguro y sostenible centrado en las personas, especialmente las más vulnerables (3).

Finalmente, estamos experimentando un importante impulso a la descarbonización del transporte y, en especial, un escalamiento de la movilidad eléctrica, en donde vemos los importantes avances de Santiago de Chile (Chile), Montevideo (Uruguay) y Bogotá, que lideran esta transformación. Un elemento clave en este caso que ayuda a la transformación de los sistemas de transporte público y que va más allá del ascenso tecnológico, se basa en la oportunidad de transformar los modelos de negocio para dar sostenibilidad (económica, social y ambiental) en el tiempo a los sistemas que han enfrentado una crisis profunda acentuada por la situación de pandemia.

Puede decirse entonces que Latinoamérica ha iniciado este camino y que es posible conseguir una movilidad sostenible en las ciudades de la región. Sin embargo, aún queda mucho por recorrer, muchas barreras que derribar y muchos desafíos que afrontar ¡sobre todo para evitar que nadie se quede atrás!

(*) Especialista en Movilidad Urbana de CAF

1) Erling Holden, David Banister, Stefan Gössling, Geoffrey Gilpin, Kristin Linnerud, “Grand Narratives for sustainable mobility: A conceptual review”, Energy Research & Social Science, Volume 65, 2020.
2) Para poder discutir la optimización de los sistemas de transporte público en América Latina es necesario considerar antes las barreras que experimentan las personas con base a su género, edad, nivel de ingreso y discapacidad para que puedan acceder a los distintos modos de transporte de forma equitativa y en igualdad de condiciones.
3) Calles Completas y Desarrollos Orientados al Transporte.


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