El funcionamiento del Comité de Expertos del PIB Potencial, dentro de la institucionalidad fiscal uruguaya, ha impulsado un debate más profundo sobreel crecimiento económico de largo plazo del país. Pero, sobre todo, ha centrado la atención en los insumos determinantes, los supuestos para sus trayectorias y las metodologías para las estimaciones.
Al incorporarme este año a ese comité, considero relevante transparentar reflexiones y estimaciones sobre el tema, las cuales acabo de entregar al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) en el marco del proceso de elaboración de la Ley de Presupuesto 2026-2030.
Antes que nada, algunas advertencias.
Primero, el PIB potencial y su crecimiento son variables inobservables, por lo que dependen en gran medida de las metodologías y las variables utilizadas para su cálculo. Personalmente, he volcado lo aprendido de la teoría y la práctica de los últimos 30 años, junto con evidencia para la función agregada de producción de Uruguay y sus elasticidades (participaciones) plausibles de los factores productivos (capital físico y humano).
Segundo, el país debe mejorar los insumos estadísticos para estas estimaciones. Es fundamental contar con mejores datos sobre capital humano, capital físico y tasas de depreciación. El Banco Central debería asumir esta responsabilidad y comenzar a publicar series referenciales sobre estas variables, siguiendo las mejores prácticas internacionales.
En cuanto al capital humano, la información del Censo 2023, con nuevas estimaciones de población y del mercado laboral, representa una oportunidad en ese sentido.
Por su parte, urge disponer de cálculos más consistentes del stock de capital físico, y más afinados de las tasas de depreciación.
Por último, aún con mejores métodos y datos, persistirá cierta dispersión en las estimaciones por tratarse de esfuerzos más bien recientes de analistas e instituciones para dedicarse más al tema, pero sobre todo por las dificultades e incertidumbres para proyectar los factores determinantes del PIB potencial y su crecimiento.
Hechas estas advertencias, ¿qué podemos concluir sobre las tendencias de las fuentes del crecimiento económico uruguayo y sus perspectivas?
Si descomponemos la expansión de apenas 1,2% promedio anual registrada por el PIB durante la última década, se observa que fue esencialmente aportada por el capital físico (1,1 puntos porcentuales). El aporte moderado del capital humano (0,3 pp) fue casi compensado por una leve caída de la productividad (-0,2 pp).
Hubo, sin embargo, un marcado contraste entre quinquenios. Si bien el aporte del capital físico fue relativamente estable, con la tasa de inversión fluctuando en torno a 16,5% del PIB durante la década, en 2015-2019 el aporte del capital humano fue negativo por la caída del empleo y la productividad positiva, mientras que en 2020-2024 se invirtieron esas contribuciones.
Para los próximos 10 años, período para el cual el MEF solicita los principales parámetros para estimar el PIB potencial, no cabe esperar un gran despegue del crecimiento.
En materia de inversiones, sin perspectivas de un aumento significativo de la relación rentabilidad-riesgo, ni una gran caída de las tasas de interés reales a nivel global y local, es poco probable un incremento sostenido de la tasa de inversión y un mayor aporte del capital físico. Es posible que siga en torno a un punto porcentual.
En cuanto al capital humano, las perspectivas son claramente desfavorables. Si bien podría haber algunas mejoras en escolaridad y calidad educativa, el estancamiento poblacional revelado por el último censo anticipa menor expansión de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, es poco probable que la contribución del capital humano al crecimiento económico sea mayor a medio punto porcentual.
Finalmente, pese a los discursos sobre la necesidad de aumentar la productividad total de ambos factores, el panorama tampoco es muy alentador. “Hay mucho ruido y pocas nueces”, como concluí en una columna previa dedicada al tema. En el mejor de los casos podría esperarse una leve mejora, pasando de un aporte negativo en la última década a una contribución marginalmente positiva en los próximos años.
En suma, al agregar estas contribuciones individuales estructurales —capital físico (0,9%), capital humano (0,5%) y productividad total (0,2%)—, el crecimiento económico potencial de Uruguay estaría alrededor de 1,6%, por debajo de las estimaciones previas en torno a 2%.
Ese es el escenario base. ¿Puede haber uno alternativo mejor de crecimiento potencial mayor a 3% como ha planteado el gobierno? Por supuesto que sí, pero requeriría que la tasa de inversión superara el 20% del PIB, una mejora rápida y significativa en educación o al menos un gran flujo inmigratorio, e incrementos sustantivos de eficiencia. Requeriría medidas y políticas de gran impacto para subir la rentabilidad del capital físico y humano, así como para reducir generalizadamente los costos e impulsar la productividad. Eso nunca puede descartarse, pero parece poco probable. Habrá acciones en esa dirección, aunque difícilmente en las magnitudes requeridas.