A fines de mayo, Moody’s rebajó la calificación crediticia de Estados Unidosde Aaa a Aa1. Esta decisión respondió a las preocupaciones de la agencia respecto al aumento de la deuda, impulsado por una escasa disciplina fiscal y una creciente carga de intereses.
La rebaja no fue una gran sorpresa. Moody’s era la última de las tres principales agencias de calificación en rebajar la nota del mayor emisor de deuda del mundo, alineando así su calificación con la de S&P y Fitch, que degradaron a EE. UU. a AA+ en 2011 y 2023, respectivamente.
Esto deja solo a 10 países con la codiciada calificación soberana AAA: Australia, Alemania, Suiza, Canadá, Países Bajos, Singapur, Dinamarca, Suecia, Noruega y Nueva Zelanda.
Posibles impactos en los bonos del Tesoro de EE. UU.
Dado que los principales proveedores de índices ya venían asignando a EE.UU. una calificación AA+/Aa1 desde la rebaja de Fitch en 2023, la acción de Moody’s no tendrá impacto en la calificación combinada general del gobierno estadounidense.
Coincidimos en que las tendencias de deuda y déficit señaladas en el comunicado de Moody’s son motivo de preocupación. Sin embargo, creemos que estas tendencias y expectativas de política (como la probable extensión de la Ley de Reducción de Impuestos de 2017) ya han sido incorporadas por los mercados financieros. Por lo tanto, no esperamos una reacción dramática del mercado ante esta rebaja.
Aunque los rendimientos de los bonos del Tesoro aumentaron levemente tras la noticia, siguen rondando el 4,5%, cómodamente dentro de su rango de negociación de 2025 y por debajo del máximo del año, que fue de 4,79%, como se muestra en el siguiente gráfico.
Qué significa para el gobierno y la Fed
La rebaja de Moody’s reitera que el gobierno de EE.UU. tiene trabajo pendiente en materia fiscal.
Los participantes del mercado seguirán atentos a la evolución de las políticas gubernamentales relacionadas con el presupuesto, los aranceles y las negociaciones comerciales, intentando prever su efecto en la deuda y el crecimiento económico. También se suma la incertidumbre respecto al impacto de las negociaciones comerciales en la inflación y el mercado laboral, así como sobre cuándo y cómo podría responder la Reserva Federal.
La Fed se enfrenta a un escenario potencialmente complejo en el que sus dos objetivos —estabilidad de precios y pleno empleo— podrían entrar en conflicto. Aunque el banco central ha señalado que los aranceles funcionan más como un impuesto puntual, deberá actuar con cautela para evitar que las expectativas inflacionarias se descontrolen.
Creemos que la Fed podría mantener las tasas sin cambios durante más tiempo de lo previsto, dada la incertidumbre del panorama económico. Si bien los indicadores “blandos” han sido débiles, los datos “duros” siguen mostrando resiliencia. Por ello, el banco central ha afirmado que esperará a ver cómo evoluciona la situación antes de modificar su política monetaria.
Implicancias para los inversores en renta fija
La principal conclusión para los inversores en renta fija es que hay varios factores en juego actualmente, generando dinámicas contradictorias que afectan los rendimientos del Tesoro. Como era de esperarse, estas incertidumbres se reflejan con mayor fuerza en el extremo largo de la curva de rendimientos.
Sin embargo, en nuestra opinión, el extremo corto de la curva presenta un panorama completamente diferente. Las fuerzas que afectan los rendimientos a corto plazo están más inclinadas en una sola dirección, con rendimientos potencialmente a la baja que pueden actuar como estabilizador para los inversores.
Si la economía o el mercado laboral se debilitan significativamente, la Fed tendría margen para recortar agresivamente las tasas. En ese escenario, creemos que las expectativas de inflación a largo plazo probablemente se mantendrían firmes (incluso si los aranceles impulsan los precios a corto plazo), lo que permitiría a la Fed adoptar una postura más expansiva.
¿Cómo podrían posicionarse los inversores?
En nuestra opinión, cualquier recorte de tasas se trasladaría principalmente al extremo corto de la curva, mientras que los efectos en los bonos a largo plazo serían más inciertos.
Creemos que los inversores deberían buscar posicionar sus carteras de forma que estén más protegidas ante las incertidumbres y, al mismo tiempo, puedan beneficiarse de futuros recortes de tasas mediante la exposición a bonos de alta calidad y corto vencimiento. Aunque los bonos corporativos de corta duración pueden ser una opción adecuada, consideramos que los sectores titulizados ofrecen precios más atractivos y una duración inherentemente más corta.
Portafolios seleccionados de activos respaldados por hipotecas (ABS), obligaciones de préstamo garantizadas AAA (CLOs AAA) y valores respaldados por hipotecas comerciales (CMBS) pueden ofrecer formas alternativas para obtener exposición al extremo corto de la curva, mientras que los bonos MBS emitidos por agencias gubernamentales permiten acceder a diferentes puntos de la curva de rendimientos.
Además, los inversores en renta fija también podrían explorar oportunidades de diversificación con emisores fuera de EE. UU., incluidos los mercados emergentes (ME).
Si bien el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó recientemente su perspectiva de crecimiento económico global, mantuvo una diferencia creciente en favor del crecimiento de los ME frente a los mercados desarrollados. Los fundamentos económicos de los ME son relativamente resilientes, y su sensibilidad real a la economía estadounidense ha disminuido significativamente en las últimas décadas.
Además, el crecimiento de los ME ha superado al de EE.UU. desde 2010 y se prevé que lo siga superando a un ritmo acelerado en los próximos cuatro años.
- Greg Wilensky, jefe de Renta Fija en EE. UU., y John Lloyd, líder de Estrategias de Crédito Multisector de Janus Henderson Advisors.