A fines del año pasado esperábamos que el consumo se mostrase dinámico durante 2023 y fuese entonces el motor de la demanda agregada. Sin embargo, la sequía ha sido lo suficientemente profunda y duradera como para impactar más allá del sector agropecuario, al tiempo que la filtración de consumo a los vecinos continúa siendo significativa, afectando el crecimiento del producto. En esta nota pretendemos realizar un repaso de la evolución reciente de los principales indicadores vinculados al gasto de las familias.
A fines del año pasado, teníamos la expectativa que el consumo fuese el motor de la demanda este año, por la evolución esperada de sus fundamentos y las debilidades de otros componentes de la demanda agregada. En efecto, el consumo privado tuvo una buena performance en 2022, con un crecimiento de 6%, aunque se desaceleró en el tramo final del año, cuando creció “sólo” 4,5% en lugar del 7,3% del tercer trimestre. En términos desestacionalizados, el gasto de los hogares se estancó en el cuarto trimestre, cuanto tuvo una variación nula respecto al trimestre anterior (gráfico 1). A pesar de este impasse, los fundamentos del gasto de los hogares se mostraban, a comienzos de año, favorables para 2023. Así, luego de un par de años con retrocesos, la masa salarial debería recuperarse en forma apreciable, al influjo de los incrementos salariales con empleo más o menos estable. Además, el tipo de cambio se perfilaba débil, sustentando cierta continuidad en los incrementos de los salarios en dólares. Veamos entonces cómo han evolucionado éstos y otros indicadores relacionados, en lo que va del año y cómo afectarían el dinamismo del consumo.
Los datos de actividad que relevamos en conjunto con la Cámara de Comercio y Servicios, mostraron una leve aceleración de las ventas en el primer trimestre, aunque con deterioro de los indicadores de avance para el segundo. En efecto, las ventas reales aumentaron 1,7% interanual en el primer trimestre, un registro superior al 0,9% del trimestre anterior. Dicha aceleración fue acompañada por un aumento en el índice de difusión por rubros, que pasó de 20% en el cuarto trimestre del año pasado a 32% en el primero de este año (gráfico 2). De algún modo, la aceleración referida reflejó los buenos registros de turismo receptivo que se observaron en el mismo período. Sin embargo, a pesar de la buena temporada, no se observó un impulso fuerte ni generalizado de la actividad comercial, en parte porque el aumento de la demanda de no residentes fue compensado por el consumo en países vecinos. Además, se observa cierto deterioro de los indicadores adelantados. Así, el índice de difusión esperado de las ventas cayó desde 41% en el primer trimestre a 36% para el segundo. Adicionalmente, se volvió a observar una menor propensión de las empresas a contratar empleo, realizar compras de insumos o invertir: desde 57 puntos en la medición del tercer trimestre de 2022 a 52 en la última medición, señalizando cierta menor actividad esperada para los próximos meses.
La venta de automóviles se mostró dinámica durante 2022, pero perdió impulso en los primeros meses de este año. En efecto, las ventas de dichos bienes evolucionaron en forma favorable el año pasado cuando mostraron un crecimiento de 6,9% (gráfico 3). La buena performance en la comercialización de estos bienes durables durante el año pasado estuvo sustentada en el incremento de los ingresos en dólares de los asalariados (crecieron 15,5% en promedio, gráfico 4), una evolución que se reflejó en forma clara en el avance de la predisposición a la compra de durables durante el año pasado. Sin embargo, las ventas perdieron dinamismo a principios de año y cayeron en marzo. Así, se observó un retroceso de 1,4% desestacionalizado de las ventas en el primer trimestre (gráfico 3). El retroceso de marzo podía ser esperable, dado que el registro de ventas del mismo mes del año pasado había sido inusualmente elevado, pero este comportamiento se repitió en abril. En esta línea, la recaudación de IVA mostró una reducción de 5,9% real en marzo, un resultado que incluso se acentuó en abril, con un descenso de 7,8% real.
Mientras tanto, la masa salarial continuó recuperándose, en base al incremento real de los salarios y cierta estabilidad de la cantidad de ocupados. En efecto, los datos recientes muestran que los salarios reales continuaron recuperándose, creciendo 3% punta a punta o 0,6% en promedios a abril. La tasa de empleo, si bien cayó varias décimas desde diciembre, cuando alcanzó el máximo post pandemia, ha mostrado una recuperación de algunas décimas desde fines del año pasado en la medición relevante, que es la desestacionalizada (gráfico 5). Tanto para la evolución esperada de los ingresos como para el empleo, será crítica la propuesta de pautas salariales que haga el gobierno para la próxima ronda de Consejos de Salarios que, en principio, incluirían una moderada recuperación salarial. Entonces, descontando que se propiciará esta recuperación, el punto es si dicho avance no afectará o sí afectará al empleo y, por tanto, si motivará un crecimiento más o menos sólido de la masa salarial, respectivamente. Sin sequía y con un crecimiento del PIB de 2,5%, era esperable que la recuperación salarial iba a ser posible sin afectación del empleo. Sin embargo, con una tasa de crecimiento del PIB de 1,5% o menor y asumiendo recuperación salarial, es más esperable que haya cierto impacto sobre el empleo, morigerando así las expectativas de crecimiento de la masa salarial.
Finalmente, si bien algunas propensiones al consumo mejoraron recientemente, los índices agregados de expectativas de las familias mostraron cierto retroceso en nuestras últimas mediciones. Así, el índice de condiciones económicas de corto plazo, que resume el sentir de las familias en horizontes cortos, que se había recuperado en forma notoria en la segunda mitad del año pasado (alcanzando 41,5 puntos), descendió hasta 36,6 puntos en la medición de mayo (gráfico 6). En esta línea, el índice que mide qué tan seguros se sienten los trabajadores respecto a mantener su empleo continuó en niveles reducidos, al tiempo que los indicadores sobre demanda retail (atención a precios, fidelidad a marcas, etc.) continúan ubicándose en niveles muy restrictivos, en algunos casos en los peores registros en casi 10 años.
En suma, la evolución reciente de los indicadores adelantados muestra cierto deterioro en las perspectivas, tanto del lado de la oferta como de la demanda. A pesar de lo anterior, es probable que la masa salarial continúe recuperándose en los próximos meses, sustentando el crecimiento del consumo privado. Así, continuamos asumiendo que el consumo seguirá siendo el motor de la demanda agregada este año, pero probablemente mostrará menos vigor que el que esperábamos algunos trimestres atrás.
Alejandro Cavallo es Director de Consultoría Económica de Equipos Consultores