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El valor económico de la perseverancia

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

La capacidad de perseverar no es innata, se puede aprender. Enseñar a los hijos a caer, levantarse y volver a luchar, es muy rentable: aumenta su rendimiento académico y sus habilidades no-cognitivas.

La literatura científica ha encontrado una relación muy estrecha entre perseverancia y logros.

Pero, ¿se puede aprender a ser perseverante? ¿Es posible que en la escuela se enseñe esta virtud? ¿Cómo asegurar la eficacia de un programa escolar que promueva la perseverancia entre los alumnos? ¿Qué rol juegan los padres?

Las investigadoras Sule Alan (Universidad de Essex), Teodora Boneva (Oxford), y Seda Ertac (Koc University) acaban de publicar un estudio intentando responder estas preguntas. Se titula “Ever Failed, Try Again, Succeed Better: Results from a Randomized Educational Intervention on Grit” y apareció en unos de los mejores journals científicos del mundo (Quarterly Journal of Economics).

Habilidades no-cognitivas claves

Los descubrimientos en el área del capital humano enfatizan la importancia de las habilidades no-cognitivas en los logros educativos, económicos, y sociales. Entre esas habilidades, la perseverancia es el foco del citado estudio, y la autoestima juega un rol clave. Una persona apuntará alto en sus objetivos y perseverará frente a las caídas, si percibe que su esfuerzo va a ser eficaz. En definitiva, es crucial que el individuo entienda (y lo crea firmemente) que las habilidades no son innatas y se pueden desarrollar en base a esfuerzo. Ya se ve el rol que pueden jugar padres y educadores para fomentar esa “creencia”.

El programa aplicado en las escuelas

Los citados investigadores diseñan un programa educativo para fomentar en los niños el optimismo acerca del fruto que tendrá su esfuerzo. El programa consiste en una capacitación de maestros que desarrolla tres ideas claves para la perseverancia: una actitud de “sí, se puede”, el siempre levantarse luego de las caídas, y el plantearse objetivos concretos.

El programa consta de unas tareas específicas que los maestros han de implementar en clase. Esas tareas consisten en videos, mini casos de estudio y actividades en el aula que resaltan: a) la plasticidad del cerebro humano, en contra de la noción de que la habilidad es innata y fija, b) el rol del esfuerzo en desarrollar las propias habilidades y alcanzar los objetivos, c) la importancia de una interpretación constructiva de los fracasos, d) la importancia de plantearse objetivos concretos a conseguir. Los maestros de las escuelas donde se implementa el programa participan en seminarios de capacitación para aprender a aplicar el programa.

Los materiales fueron desarrollados por un equipo multidisciplinario de consultores en educación y de maestros de escuela primaria. El programa tiene un componente pedagógico también resaltable: se anima a los maestros a adoptar una filosofía educativa que enfatice el rol del esfuerzo en la práctica diaria de clase (por ejemplo, transmitir optimismo al dar los resultados de pruebas y brindar a los estudiantes qué significan las calificaciones que obtuvieron).

Evaluación de impacto del programa

Las profesoras Alan, Boneva y Ertac trabajan con 52 escuelas públicas y proveen de este programa a la mitad de ellas. La estrategia para evaluar el programa es comparar el rendimiento académico —en tests de matemáticas y lenguas— y el esfuerzo —medido con una metodología multifacética muy original— de los niños que asisten a las escuelas cuyos maestros aplicaron el novedoso programa, frente a las escuelas que no tuvieron acceso al programa. También miden el impacto del programa sobre: a) la opinión de los niños acerca de la posibilidad de adquirir habilidades y el rol del esfuerzo, y b) las actitudes respecto a la perseverancia. Recogieron información de 3.200 niños de cuarto año de escuela, visitando 110 clases en múltiples oportunidades.

Resultados: funciona y muy bien

Las investigadoras encuentran que el programa tuvo un impacto impresionante en las “creencias” de los niños (el “sí, se puede”) y en el esfuerzo real que ejercieron los alumnos para hacer sus tareas. En particular, encuentran que los estudiantes participantes en el programa se postularon en mucha mayor cantidad a hacer tareas más difíciles. También, esos niños enfrentaban las caídas levantándose una y otra vez, y alcanzaban los objetivos que se habían fijado. Finalmente, las investigadoras también descubren que el programa tuvo un efecto formidable en los tests de matemáticas externos (que no tienen el eventual sesgo de los maestros).

Los resultados son auspiciosos y desafían a replicarlos en otros contextos. Animan a padres y educadores a enseñar a los niños esa capacidad de intentar, caer y levantarse una y otra vez. Es una habilidad que no está fija, es maleable: se puede aprender a ser perseverante. Esta es una buena noticia, también para los que no somos tan jóvenes.

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