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El efecto colateral de no dejar niños atrás

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Si los alumnos desventajados mejoran, impacta favorablemente en sus compañeros de clase. Lo acaban de demostrar.

En una misma clase, se pueden encontrar los dos extremos de rendimiento académico. Por un lado, aquellos alumnos que tienen una pobre performance en clase, y, por otro lado, los que tienen un boletín de calificaciones brillantes. ¿Qué pasaría con los buenos alumnos si ayudamos a los que les está yendo mal en el curso?

Dos investigadores del BID y uno de la Universidad de Nápoles acaban de publicar los resultados de un estudio que responde exactamente esa pregunta. Se trata de Samuel Berlinski, Matías Busso, y Michele Giannola. Y su estudio se titula: “Helping Struggling Students and Benefiting All: Peer Effects in Primary Education”.

Evalúan un programa para mejorar la lectura. Dirigido a niños de pobre rendimiento en tercer año de escuela. Es en Colombia. Encuentran que sus compañeros de clase, que eran buenos estudiantes, mejoran aún más. No dejar a ningún niño atrás mejora a todos los niños de la clase.

Cómo me afecta mi compañero de clase

En los últimos 50 años ha surgido abundante literatura científica sobre cómo se afectan los compañeros de clase entre ellos. Es lo que se conoce como el “efecto de pares”. Estudios recientes sugieren que tener compañeros de clase que no les va bien en los estudios afecta negativamente al resto de la clase. Más aún: esos efectos son persistentes en el tiempo y se traducen en menores logros educativos y laborales futuros. A nadie le sirve tener compañeros de clase que les va mal en los estudios.

El experimento colombiano

Al comienzo del año escolar, se testeó a todos los alumnos de tercero de escuela, para ver en qué estado estaba su capacidad de lectura. Aquellos alumnos que estaban flojos en lectura fueron invitados a recibir tutorías. El programa se aplicó sólo en algunas escuelas

En las escuelas que participaban del programa, a los niños con peor rendimiento en lectura se los sacaba de clase y se los pasaba a trabajar en lectura en grupos pequeños, supervisados con un tutor especialmente formado para eso. El tutor aplicaba con esos alumnos rezagados en lectura un contenido pedagógico bien pensado y estructurado. Periodicidad e intensidad de las tutorías: 40 minutos, tres veces a la semana.

Resultados

Las tutorías funcionaron. Los niños —que partían con poca capacidad de lectura— que participaban del programa de tutorías: aumentaron significativamente su capacidad de lectura y expresión oral.

Pero el efecto del programa no se quedó en ese logro. Los investigadores dieron un paso más. Tomaron las escuelas que aplicaron el programa de tutorías (“escuelas tratadas”) y las escuelas que no participaron del programa (“escuelas no tratadas”). Luego, dentro de las escuelas tratadas y no tratadas, tomaron a los buenos alumnos. Encontraron que tener compañeros de clase que participaron de las tutorías impactó favorablemente también en los buenos alumnos: si la escuela ayuda a los que se están quedando atrás, también ganan los mejores de la clase.

Por qué me afecta mi compañero de clase

Berlinski, Busso, y Giannola señalan que un compañero de clase puede afectar a otro de dos maneras. Primero, puede impactar directamente, es decir, a través de la interacción cotidiana uno-a-uno o a través del mal comportamiento. Segundo, también puede impactar indirectamente: si el niño mejora en su rendimiento, el maestro puede esforzarse más en clase y aplicar mejores técnicas pedagógicas, por ejemplo, y así mejoran todos los niños de la clase.

Los investigadores intentan medir estos mecanismos. Primero, aplican una encuesta a los maestros. Encuentran que los maestros no cambiaron en nada sus actividades pedagógicas en la clase. Así que esa no puede ser explicación de por qué mejorar los compañeros de clase de los alumnos que fueron a tutorías de lectura. Segundo, encuentran que, gracias a las tutorías de lectura y a las mejoras académicas de esos alumnos, la clase fluye con más tranquilidad, se avanza en los conocimientos a mejor ritmo. Así que esta mejora en el clima de la clase puede ser el canal que explique por qué si los “malos” mejoran, los “buenos” mejoran también. Tercero, también descubren que, gracias a las tutorías de lectura, mejoran las interacciones entre pares, es decir, de alumno a alumno.

El tamaño de la clase no es tan importante

Alguien podría argumentar que los resultados positivos son simplemente el fruto de la reducción del tamaño de clase. En otras palabras, si los alumnos de mal rendimiento se van de clase para tener tutorías, entonces los alumnos de buen rendimiento se quedan en clases de menos estudiantes por metro cuadrado y quizás por eso aprenden más. Pero los investigadores demuestran que el tamaño de clase no cambió mucho. En promedio, en una clase de 31 alumnos, sólo 3 salían de clase para tener tutorías de lectura. En definitiva, el tamaño de la clase casi no cambió. Además, muchas veces, las tutorías no tenían lugar durante el horario normal de clases. Y algo más: los compañeros de clase de los que asistían a tutorías mejoraron en lectura y expresión oral, sólo en esa área del saber, que es la misma que practicaron sus compañeros que asistían a tutorías. Si el tamaño de la clase fuera lo importante, tener menos compañeros de clase haría que mejoraran los buenos alumnos también en las otras áreas (matemáticas, etc.) y no fue así.

Acabamos de ver una buena cantidad de descubrimientos a tener en cuenta por los diseñadores de políticas educativas. 1) La calidad de los compañeros de clase importa. 2) Ayudar a los de peor rendimiento es bueno para toda la clase. 3) El tamaño de la clase no importa mucho.

(*) Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad de Montevideo.

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