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El avance de la Inteligencia Artificial impone desafíos de adaptación y de ética a la industria tecnológica

En varios órdenes, incluso el político, hay un relativo desconocimiento de la capacidad de desarrollo del sector TI.

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Diego Sastre, Vicepresidente de Mercados Globales de CUTI, Cofundador de Pyxis
Leonardo Mainé

Luis Custodio

La industria tecnológica uruguaya cuenta con un enorme capital en el talento de sus recursos humanos, la base de investigación científica local y una marca que poco a poco se ha instalado a nivel global. Pero necesita más. Más capital humano y más inversión. Diego Sastre, vicepresidente de mercados globales de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), sostiene que el mercado local es excelente para “validar” productos que luego se vuelquen al mundo. Sastre explica que “hay muchos mercados donde aún no se conoce la marca Uruguay en TI” y la intención es llegar a ellos. En esa línea, CUTI pretende contar con “consulados tecnológicos” a partir del trabajo conjunto con la diáspora uruguaya que trabaja en TI por el mundo. Como base de lanzamiento para ampliar su presencia global, “necesitamos tener más visibilidad en lo local”, donde otros sectores productivos y buena parte de la clase política, “no tienen mucha conciencia de nuestro desarrollo” enfatiza el empresario. Advierte del vértigo con que la innovación “cambia las reglas de juego” y pone como ejemplo Chat GPT, “una nueva revolución”. En ese terreno, tiene un desvelo particular: “trabajar en que la ética tenga un lugar relevante a la hora de la utilización de la Inteligencia Artificial. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Hacia dónde va la industria tecnológica uruguaya?

—Claramente, los límites que puede tener el crecimiento del sector son muy diferentes en el mercado local que en el internacional. Nuestras empresas son exportadoras por vocación, desde el arranque. Pero para acceder a los mercados externos hay que superar muchas barreras. Una de ellas, ser competitivos, en la calidad de lo que producimos y en los costos. El desafío está en ser innovadores, alejarnos de lo que comúnmente definimos como commodities.

—¿Qué es un commodity en el sector?

—Nosotros tenemos muchos servicios, y al final del día los servicios son un commodity, porque se puede conseguir acá pero también en Argentina, o en la India. Entonces, en ese sector la posibilidad de éxito pasa por costos bajos, que permitan tener un margen razonable con precios competitivos. Pero si la propuesta es de mayor valor, tenemos que pensar en productos innovadores estratégicos, buscar un nicho o una vertical donde especializarnos y marcar una diferencia. Entre otros ejemplos, es el caso del fintech, donde Uruguay ha tenido algunos desarrollos muy interesantes.

—¿Qué diferencial ofrece Uruguay con sus productos en el exterior?

—Uruguay es un excelente lugar como piloto para cualquier producto, por su escala, por la cultura, por el desarrollo. Hay condiciones naturales en este mercado que favorecen el testeo de un producto innovador, fallar rápido y poder corregir, y después escalar a otros mercados. Entonces, un producto desarrollado acá tiene buenas chances de presentarse en otros mercados. El negocio no va a crecer acá, pero si es ideal para validarlo. Por otra parte, la calidad de nuestros profesionales es reconocida fuera. Podemos hablar de igual a igual con clientes en Estados Unidos o Europa y no hay barreras culturales que perjudiquen esa conexión. O sea, en Uruguay hay talento, muy bien formado, resiliente, reconocido fuera, que es capaz de innovar y salir un mundo con un producto probado en un muy buen mercado. Tenemos además una comunidad científica en computación que es de primera línea.

—¿Existe una marca Uruguay en el mundo TI?

—En la medida en que vamos trabajando sí, y a veces nos sorprende de la forma en que nos tiene conceptuados. Pero evidentemente creo que son más los que no nos conocen aún. Estamos en construcción dentro de este sector, a nivel global. Si nos comparamos con otros países tienen mucho más desarrollada, esa marca, siendo incluso pequeños. Tenemos las condiciones para hacerlo, pero nos falta todavía.

—Hay un buen posicionamiento en la región, pero es necesario dar ese salto a nivel global…

—En la región competimos directamente con países con otra escala y a veces mejores posibilidades de ser competitivos vía costos. Argentina, Colombia, Chile, Perú. De hecho, cuando salimos a buscar cómo ampliar nuestra capacidad productiva, encontramos socios interesantes en la región; empresas uruguayas que han ingresado en Colombia o Perú, donde los mercados son mucho más grandes. Llevamos calidad, la reconocen y nos aportan volumen, además de sus propias capacidades. No debemos subestimar la región como una vía de internacionalización de nuestras empresas. Y en esos mercados se nos valora, reconocen el nivel de desarrollo que tenemos. En términos estadísticos, somos el país con mayor facturación de sus exportaciones TI per cápita…

—Pero eso se apoya fundamentalmente en que somos un país con poca población…

—Pero tiene un valor en sí mismo. Es como en el fútbol, somos un puñado y tenemos figuras de primer nivel en las grandes ligas y se nos elogia por eso. Hay talento suficiente, aunque seamos pocos, para ser atractivos a nivel internacional y a veces competimos con mercados como la India.

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Diego Sastre.
Leonardo Mainé

—De acuerdo con los números de laúltima encuesta del sector, en 2021 las exportaciones llegaron a 1.050 millones de dólares en el año, superando a algunos rubros de bienes tradicionales, con un crecimiento muy importante...

—Por supuesto, son muy significativos, pero es como un secreto bien guardado…

—¿Por qué?

—Porque muy poca gente lo sabe. No se nos identifica con un sector que pueda competir con la carne, la celulosa, la soja o los lácteos, en divisas generadas por las exportaciones.

—¿Y a qué se debe ese desconocimiento?

—Supongo que tiene que ver con esto que nosotros estamos siempre trabajando para afuera, o sea, nuestro desvelo es siempre mirar el exterior. En CUTI, no hace mucho, nos planteamos la necesidad de difundir los casos de éxito del sector; y una de las primeras preguntas entre los socios fue, “¿para qué mostrar acá si lo que nos interesa es exportar?”. En lo personal creo que el camino pasa por ser entendidos y reconocidos localmente para, desde ahí, posicionarnos afuera. A veces nos pasa eso, no entendemos importante que se nos conozca en el país. En CUTI estamos convencidos que primero hay que desarrollar raíces para luego hacer crecer el árbol.

A veces nos pasa que se cuestionan ciertas ventajas o beneficios que podemos tener en la exportación, por ejemplo, y eso es porque no hay conocimiento de lo que hacemos en esta industria y de todo lo que significa para el país. Lo observamos incluso en la clase política. En la medida en que se logre mayor visibilidad, habrá otra mirada sobre las tecnologías de la información.

Esta industria es la reina de las industrias globalizadas; el mundo está globalizado en buena medida gracias a la tecnología, y nosotros somos eso.

—¿Qué costo tiene para el sector esa falta de visibilidad?

—No es un tema menor pensándolo como país. Si nosotros no cuidamos las políticas a nivel local y no logramos que se entienda el valor del sector, esta industria no va a dejar de existir; simplemente va a estar instalada, generando impuestos, pagando sueldos o creando puestos de trabajo en otros lados. Queremos ser parte de este mapa y defender lo local. Tenemos que mostrar lo que hacemos, el valor que generamos y la importancia que eso tiene para el país.

—A propósito del valor generado, ¿qué le dejan al país los mil millones de dólares en exportación de las TI?

—Hay 17 mil puestos de trabajo de muy buen nivel, un lugar con desempleo cero, donde tenemos capacidad para seguir absorbiendo gente si logramos formarla; es una industria con capacidad innovadora. Todo eso le da valor al país mientras haya industria local, porque de lo contrario, habrá una empresa extranjera que provea determinado servicio generando algunos puestos de trabajo, pero nada más. El aporte al país está en la gran cantidad de oportunidades que abren los emprendedores locales, muchos de ellos pymes locales, que trabajan en tecnología o con tecnología. Y con un derrame importante en todas las actividades, porque al día de hoy no hay empresa que no necesite del desarrollo tecnológico.

—¿El empresariado en general, entiende el valor de una industria tecnológica local?

—Hoy día es imprescindible entenderlo. Y se ha avanzado mucho, quizás hace una década esto era más complejo. De todos modos, no sé si se dimensiona totalmente el alcance del impacto tecnológico. Se puede hablar de inteligencia artificial, pero la gente no es consciente de cuánto va a cambiar, no a mediano plazo, en este año, su modelo de negocio. Entonces, se empieza a tener mayor consciencia del impacto de la tecnología, pero no creo que sean totalmente conscientes del nivel del impacto. La gran mayoría de las posiciones en una organización, hoy pueden ser sustituidas por inteligencia artificial; también los ingenieros. Cuesta dimensionar esa realidad que ya está entre nosotros. Y en ese sentido, creo que hay dos líneas de trabajo que debemos plantearnos con el empresariado uruguayo…

—¿Cuáles son?

—Una es fomentar y hacerle entender lo importante que es que realmente la tecnología en todo lo que pretenda desarrollar. La otra, es un tema que en lo personal me preocupa, y tiene que ver con la ética a la hora de utilizar las nuevas tecnologías. Porque también la tecnología mal usada puede ser muy rentable, pero dañina a la vez. En cuanto a los puestos de trabajo, a lo que se produce, a propuestas de marketing, etc. Es tan poderosa la tecnología que puede ser muy buena para un negocio, pero utilizada sin tener en cuenta los aspectos éticos puede resultar muy mala para el ser humano. Es imprescindible que se desarrollen caminos éticos que nos aseguren que esa tecnología no va a estar lastimando a la sociedad. Ese principio tiene que acompañar a la otra línea de trabajo de la que hablaba primero, de fomento y divulgación de las tecnologías en el sector empresarial. Tienen que ir juntos.

—Esos valores deberían estar también a la hora de generar los nuevos profesionales…

—Lo están. Es imprescindible generar cosas atractivas para atraerlos, ya que están globalizados y no tienen fronteras. Demandan propuestas innovadoras, desafiantes, donde ganen bien y que sean éticas. Es lo que reclaman, por tanto, si no cubrimos todas esas expectativas buscarán oportunidades en otro lado.

—Siguen faltando recursos humanos en el sector. Hay iniciativas hoy para captar profesionales del exterior, en paralelo con una necesidad de ampliar la formación en lo local…

Es muy bueno que llegue talento del exterior y eso no debe chocar con el desarrollo local, es complementario y enriquecedor. Pero es clave seguir formando gente en el plano local. Hay buena interacción de parte de CUTI con instituciones educativas a nivel medio y terciario para ser escuchados acerca de las oportunidades que ofrece el mercado y qué formación se necesita. Hay ofertas educativas que hoy atienden el interior; pero necesitamos más jóvenes, hombres y mujeres. Hay una gran oportunidad laboral en el sector. Y la velocidad con que vienen los cambios, nos desafía a nosotros y a las instituciones de enseñanza a incorporar nuevas ofertas.

—¿Qué estrategia de inserción internacional está desarrollando la CUTI?

—El 60% de lo que producimos va hacia otras partes del mundo, con Estados Unidos como principal mercado; después, el Reino Unido y algunos mercados regionales. Para crecer, lo que estamos haciendo es trabajar con la diáspora tecnológica uruguaya. Armamos como pequeños clubes por país, son como consulados tecnológicos, en la línea del trabajo que hace el de San Francisco –ese sí es un consulado establecido por el Ministerio de Relaciones Exteriores—, un ejemplo de cómo integrar políticas públicas y el trabajo de los privados. Estamos desarrollando ese modelo en algunos países de Europa, también en mercados de Asia y en otros sitios de Estados Unidos. Es un buen camino para tener conocimiento del mercado y estar atento a las oportunidades.

—¿Cuán lejos de las fronteras del conocimiento estamos en Uruguay?

—No tanto. Hoy la información circula y del punto de vista científico no tenemos nada que enviar a otros países. Hay capacidades suficientes, no solo en la formación de talentos sino en el desarrollo de nuevos conocimientos. En CUTI trabajamos mucho por ese vínculo entre la academia y las empresas, lo que nos distancia de otros mercados, sin dudas, es la capacidad de inversión.

—¿Entre las nuevas tendencia globales, lo que más destaca es el ChatGPT?

—Sin dudas. Hace muy pocas semanas se divulgó el chat de inteligencia artificial de OpenAI y el salto tecnológico es enorme. Al alcance cualquier ser humano. Eso pone en juego muchas cosas, entre otras, la capacidad de cómo nosotros nos podemos integrar en este nuevo salto de la inteligencia artificial para seguir generando valor en base a este desarrollo y no competir con él. OpenAI viene trabajando hace mucho tiempo en esto; llevaban más de un año con la versión GPT3, que circulaba en ámbitos reducidos. Hoy la abrieron al público masivo y el impacto es enorme. Y, de nuevo, acá se abren también desafíos éticos.

Estamos hablando de un impacto muy fuerte, una revolución, que cambia la forma de trabajar, de lo que el ser humano ya no necesitará hacer porque la inteligencia artificial las va a hacer mejor. Hay mucho para trabajar, organizar y aprender a interactuar con eso. Y además, habilita a mucha más gente a trabajar en este ámbito. Hoy hablamos del prompt engineer, el profesional que trabaja con este nuevo lenguaje. La clave está en adaptarnos a esta nueva disrupción, que aún no podemos dimensionar.

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