OPINIÓN
Los estadounidenses le prestaron “poca atención” a una marca “poco sexy”: Latinoamérica
Es jueves 9 de junio. En la costa oeste de los Estados Unidos son las ocho y treinta de la mañana. Como todos los días, lo primero que hago es leer The Wall Street Journal en mi oficina en las afueras de Seattle. En Los Ángeles, California, 2.200 kilómetros al sur de donde estoy sentado leyendo, se está llevando a cabo la IX Cumbre de las Américas. Se encuentran allí el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y casi todos los jefes de Estado de países de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, en The Wall Street Journal, no hay ni una mención a la Cumbre. En la tapa, hay noticias sobre la mala performance de las acciones de las empresas tech, la crisis de la leche de fórmula y cómo una de las “cuatro grandes” empresas de servicios profesionales, analiza separar la unidad de consultoría de la de auditoría. En las veinte páginas de la sección principal de este prestigioso periódico, no hay ni una mención a la Cumbre de las Américas. Y lo peor de todo: en la prensa americana, esta situación no es la excepción, sino la regla.
Por alguna razón que, luego de años viviendo en los Estados Unidos, continúo sin comprender, América Latina concita poco interés y está bien abajo en la lista de prioridades, tanto del gobierno de este país, como del sector empresarial. América Latina es, como se dice en inglés, un afterthought. La explicación que he encontrado para este problema es la falta de appeal de la marca “Latin America”. Líderes políticos y empresariales parecen preferir dedicar su atención a lidiar con asuntos más sexies —cambio climático, Sudeste Asiático, el Indo-Pacífico— antes que enfocarse en estrechar vínculos con lo que alguna vez fue su “patio trasero”. Se anuncian iniciativas aisladas aquí y allá, pero no ha habido un marco institucional en el que fluyan, consistentemente, oportunidades de impacto masivo (aunque es justo decir que la alianza para la Prosperidad Económica en el Continente Americano, quizás cambie las cosas).
Lo que resulta aún más difícil de entender, es que, en momentos en los que China le disputa el liderazgo global a EE.UU. abiertamente, el gobierno estadounidense no vea que América Latina es un terreno clave en su batalla por la supremacía global contra el gigante asiático. O, al menos, que no accione en consecuencia. En momentos en que analistas de todo el mundo coinciden en que el desacoplamiento de las economías de China y EE.UU. está a punto de entrar en su fase de aceleración, Estados Unidos apenas aprovecha la cercanía geográfica con la región latinoamericana. Cuando comenzó la guerra comercial entre China y EE.UU., en América Latina se habló mucho de la oportunidad que ofrecía el nearshoring, es decir, la posibilidad de relocalizar unidades productivas desde China a países de la región. Pero, años después, la conclusión es clara: mucho ruido y pocas nueces.
Quizás la mayor desilusión de esta Cumbre de las Américas, haya sido el evento paralelo organizado por el sector privado: el tan mentado CEO Summit of the Americas. Un evento al que, a diferencia de la Cumbre de Negocios China - América Latina, solamente se podía acceder por invitación. ¿Qué mensaje le estamos enviando a las Pyme de la región que buscan penetrar mercados en Norteamérica? ¿Esas son las Américas que queremos construir? ¿Unas Américas en las que las empresas más poderosas se pasen la pelota entre ellas y transmitan el evento vía livestreaming para que el resto mire y aplauda con la ñata contra el vidrio? Tristemente, estas cumbres se han convertido en eventos en los que representantes de las áreas de relaciones gubernamentales de las multinacionales aprovechan para hacer lobby con políticos y diplomáticos. Éstos, por su parte, aprovechan para sacarse fotos que después publican en redes sociales, acompañadas de declaraciones grandilocuentes que dan a entender que jugaron un papel clave en los deals que anuncian cuando, en realidad, no fue así.
Claro, los problemas no están únicamente en las élites de EE.UU. La decisión del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador de no asistir al evento, además de ser payasesca, demuestra una total falta de panorama de cancha para gobernar un país de la importancia estratégica que tiene México. Mientras tanto, los presidentes de Honduras, Guatemala y El Salvador, haciéndose los ofendidos por ciertas actitudes de la administración Biden, se dan el lujo de no asistir al evento. ¡Y eso que la vicepresidenta Harris anunció inversiones de diez empresas privadas en estos países por US$ 2 mil millones! En América Latina nos quejamos de que EE.UU. no nos otorga la atención y recursos que decimos merecer, pero cuando se presenta una oportunidad que genuinamente es ganar-ganar, como dice la juventud, nos “hacemos los ricos”.
Frente a esta situación, funcionarios del gobierno chino atizan el fuego y, a la distancia, se ríen de la Casa Blanca. Zhao Lijian, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, por ejemplo, dijo que “la Cumbre de las Américas no es la cumbre estadounidense” y que “como anfitrión, Estados Unidos debe dejar de actuar a su manera (…), respetar a los países de América Latina y El Caribe, y escuchar con humildad sus voces y preocupaciones legítimas”.
A lo largo de los últimos diez años me ha tocado trabajar con gobiernos y empresas de todo el mundo. De China, Canadá, Estados Unidos, y de varios países de América Latina. En el último tiempo, especialmente trabajando con Canadá, me convencí de que aquellos que en el pasado soñaron con una América comercialmente integrada, desde Alaska a Tierra del Fuego, no estaban equivocados; de que el día en que Hugo Chávez dijo “ALCArajo”, sepultando el Área de Libre Comercio de las Américas, le hizo un terrible daño a nuestra región. Sí, es cierto, cuando se trata de productos agropecuarios, China es el caballo que tira del carro. Pero lo que muchos de quienes comparten estadísticas sobre el comercio de nuestros países con China parecen olvidar, es que, en materia de comercio de servicios, allí donde están los mayores márgenes, EE.UU. es nuestro principal comprador. ¿O acaso qué país creen que es el que ha impulsado la tan elogiada industria uruguaya del software?
Como siempre, queda a cargo de los latinoamericanos diseñar nuevas tácticas de captación de oportunidades de negocios y empleo para la región. Que no quepa ninguna duda: a pesar las décadas de relacionamiento, lo que hemos visto en materia de comercio e inversiones con EE.UU. (y también con Canadá), es simplemente la punta del iceberg. Que el ascenso global de China no nos encandile, y que las malas experiencias del pasado no nos hagan perder de vista que nuestra prosperidad puede —y debe— construirse en torno a las Américas.
(*) Columnista invitado. Nicolás Santo es el fundador de China Notes, un newsletter sobre las dinámicas de negocios y poder entre China y América Latina, disponible en chinanotes.substack.com.