En 2023 nacieron unos 6.000 niños en hogares pobres. Estamos frente una oportunidad: no son muchos y ya existe una buena base de intervenciones sociales en nuestro país. Quizás podemos enfocarnos en hacer mejor lo que ya hacemos. En otras palabras, ¿cómo podemos ser más eficientes en las transferencias, en la red de cuidados, en los apoyos alimentarios?
Cuidado con las comparaciones
Uruguay está calificado como un país de ingresos altos. ¿Cuál sería la tasa de pobreza infantil “aceptable” para un país así? Deberíamos compararnos con otros países de ingresos altos, no con países pobres de América Latina. Unicef lanzó su ranking hace unos días. Incluye 40 países de ingresos altos. Uruguay está en el fondo de la tabla. Uno de cada cinco niños vive en situación de pobreza en nuestro país (en Eslovenia es solo uno de cada 10). Y esto va más allá del partido político de turno: es algo estructural. Somos de los países que más invertimos en ayudas sociales. Pero esa inversión no ha rendido lo suficiente. Así lo destacaba Dominic Richardson y Natalia Winder, al presentar el citado ranking de Unicef.
Dormirnos en los laureles y llegar tarde
La semana pasada, Francisco Benavides, Representante de Unicef en Uruguay, y Lucía Vernazza, Oficial de Protección de la Niñez en Unicef, abrieron el seminario internacional sobre inversión en primera infancia. Aquí van algunas ideas que salieron allí.
Primero, la prosperidad de un país no garantiza el bienestar de los niños pobres.
Países con ingresos parecidos, tienen desempeños muy distintos en términos de pobreza infantil. España y Eslovenia tienen niveles similares de ingreso nacional per cápita, pero Eslovenia tiene una tasa de pobreza del 10% y España del 28%.
Otro ejemplo, a pesar de que Estados Unidos tiene un ingreso nacional per cápita similar al de Dinamarca, la pobreza infantil en Estados Unidos es 26,2%. Esto es más del doble de la tasa de 9,9% de Dinamarca.
Y atención a este hecho curioso. El ingreso nacional per cápita de Suiza es cuatro veces mayor que el de República Checa, pero la tasa de pobreza infantil en Suiza es más de 6 puntos porcentuales superior a la Checa.
Segundo, el apoyo a las familias ha de llegar antes
Benavides hizo énfasis en que la pobreza infantil no se refiere sólo a tener menos bienes materiales: si se quiere atacar la pobreza, es necesario mirar a la familia en su conjunto, que es el medioambiente donde crece ese niño. Y el apoyo a las familias en el momento de la crianza temprana es clave. Pero no se observa en Uruguay un apoyo claro en el período que abarca desde que la madre está embarazada hasta los 6 primeros meses de vida, señala Richardson en su comparación internacional. Estamos en falta.
No es un problema exclusivo de Uruguay. El reporte de UNICEF indica que los países de ingresos medio-altos invierten unos 35 mil dólares por niño durante sus primeros 18 años de vida, pero sólo el 10% de esa inversión se dirige a la primera infancia. El dinero está llegando tarde. La primera Infancia es un período de rápido crecimiento físico, emocional y cognitivo. Para la mayoría de los niños, es un tiempo de gran dependencia de la familia. La política pública juega un rol clave en garantizar al menos el acceso a las necesidades básicas.
¿Transferencias para todos o para los que realmente lo necesitan?
Una de las expertas invitada a comentar el reporte del Unicef fue Ana Balsa, investigadora de la Universidad de Montevideo y Co-Editora del Journal of Health Economics. Señalaba Balsa algunas discrepancias con las recomendaciones de Unicef. En concreto, una de las sugerencias de política de Richardson —el investigador de Unicef— es de aplicar una política de transferencias universales (subsidios a todas las familias, sin importar sus ingresos). Balsa no se mostró a favor de una política de subsidios universales en nuestro país, sino que se inclinaba a una estrategia focalizada. Al estilo de lo que aplicó Corea, donde se centraron en atacar la pobreza por tramos etarios. “Primero atacaron la pobreza entre los niños de 0 a 6 meses. Luego que tuvieron eso encaminado, atacaron el tramo de edad que llegaba hasta los 2 años. Y así sucesivamente”. En esta línea de razonamiento, hoy ya existen un montón de instrumentos de apoyo a la primera infancia en nuestro país. Quizás tenemos que hacer mejor lo que ya hacemos. En Uruguay nacen unos 30.000 niños. Si el 20% vive en situación de pobreza, estamos hablando de 6.000 niños. Perfectamente estamos en condiciones de identificar a esos 6.000 niños y a sus familias. Entonces, en lugar de transferencias para todos, enfoquemos las transferencias en los niños más pobres (que las necesidades básicas, al menos, las tengan cubiertas).
Eficiencia en los recursos y fragmentación
Balsa también destacaba el problema de la fragmentación en los servicios de apoyo social que ofrece el gobierno. “Tenemos que mejorar la gobernanza de la primera infancia en Uruguay”. Citó el ejemplo de Nueva Zelandia, cómo las distintas políticas públicas evitan pisarse: buscan articular todas las prestaciones. Habló del programa de teleasistencia de Uruguay Crece Contigo y el rol que puede cumplir como articulador. Este programa lo evaluamos desde la UM.
Tenemos desafíos. Y también una oportunidad: parece bastante posible identificar a los 6.000 niños pobres que nacieron y empezar por ellos. Con creatividad busquemos nuevas formas de financiar el sistema. Y reevaluemos la eficiencia de nuestras políticas: ¿cómo podemos usar mejor los recursos que ya tenemos asignados a la niñez? ¿Cómo hacer más con menos?