DANIELA BLUTH
Seguramente Joaquin Phoenix nunca lea este artículo. No porque no maneje el idioma español, que sí lo hace, ya que nació en Puerto Rico, sino porque detesta todo lo que viene después del estreno de una película. O sea, el contacto con la prensa, las conferencias, las entrevistas, las sesiones de fotos, las preguntas sobre la muerte de su hermano River, sobre por qué no tiene pareja, sobre si es hosco de verdad o es tan solo un personaje. Cuando accede a una nota, lo hace a regañadientes, como parte del contrato, como esa acción de marketing sin la cual la expectativa de vida de sus películas se reduciría casi a cero. "No nos engañemos, hay mucha gente con talento ahí afuera, y el talento sólo es una cierta parte del negocio. El dinero es el que manda", dijo alguna vez.
La regla y no la excepción es Phoenix encendiendo un cigarrillo y alejándose de su condición de entrevistado como una ráfaga. A veces regresa, más calmo, para poner punto final a la conversación. Otras, no vuelve a aparecer. Su aversión a la prensa es famosa y algunos la vinculan al episodio de la muerte de su hermano -por sobredosis de heroína en 1993-, cuando los programas de entretenimiento se aburrieron de pasar la llamada de Joaquin al 911 pidiendo ayuda.
Pero el actor va más allá. Dice que tampoco mira sus películas, que hace cine más por la experiencia que por el producto final. Y de experiencias, sí puede hablar con propiedad. Fue el amenazante Commodus de Gladiador (papel que le valió una nominación al Oscar), el hermano menor en Señales, un camarógrafo en Hotel Rwanda, el genial músico Johnny Cash y ahora a un veterano de la Segunda Guerra Mundial incapaz de readaptarse a la vida social en The Master (actualmente en cartel en Montevideo), un film que deja al descubierto el funcionamiento de la Cienciología. Incluso fue él mismo sin serlo en el falso documental I`m still here, dirigido por su cuñado Casey Affleck, que revelaba una vida oscura y plagada de excesos que al final no tenía.
Con cada personaje Phoenix logra lo que más le gusta: desaparecer, dejar de ser él por algunos meses, ponerse en la piel de otro, trasladarse hacia nuevos mundos. En cambio, falla a la hora de crear su propia imagen, un arte que otras figuras de Hollywood dominan al detalle. Según su agente de toda la vida, Iris Burton, quien descubrió a Joaquin y a sus cuatro hermanos (River, Rain, Liberty y Summer), siempre fue así, desde el día en que, con ocho años, debutó en la televisión. Una vez, Jay Leno, después de mantener con él una desastrosa entrevista ante cámaras, se despidió diciendo: "Esperemos que Joaquin venga a estar con nosotros en persona la próxima vez".
Curiosa paradoja para un actor cuya vida parece tan interesante -o más- que la de muchos de los personajes que interpreta. Nació en Puerto Rico en 1974 en el seno de una familia hippie (e integrante de la secta conocida como Niños de Dios) que se mudó 40 veces de residencia en 20 años. Fue el hermano del medio, rodeado de River, Rain, Liberty y Summer. Cuentan que a los cuatro años se cambió su nombre por Leaf (hoja), que sonaba más vinculado a la naturaleza, como los de sus hermanos, volviendo en la adolescencia a su nombre original. Cuando se instalaron en Los Ángeles su madre comenzó a trabajar en la NBC, donde los chicos se familiarizaron con el oficio de actuar. Primero fue River, luego Joaquin. El salto de la pantalla chica a la grande ocurrió en 1995, con Todo por un sueño (Gus Van Sant), donde compartió elenco con Nicole Kidman y Matt Dillon.
Contar con Phoenix en un rodaje puede ser tan enriquecedor como complicado. Como lo sintetizó James Mangold, director de Johnny & June: "Embarcarte en una película con Joaquin es como montarte en un carrusel del que puedes salir disparado". James Gray (La traición, 2000) recuerda haber sido duro con él en el rodaje; Philip Kaufman (Letras prohibidas..., 2000) opina que trabajar con él es tenso, pero tiene sus recompensas; a Night Shyamalan (Señales, 2002; La aldea, 2004) le encanta compartir el set con él y su colega Mel Gibson lo recuerda como alguien dulce detrás de una máscara dura; Mangold lo eligió por ese rostro "complicado" que muestra "una masculinidad vulnerable". Paul Thomas Anderson postergó dos años su proyecto para esperarlo, aún sabiendo que su talento tenía un costo.
Por su interpretación en The Master Phoenix estuvo nominado a un Oscar como Mejor Actor. Aunque no recibió el galardón de la Academia (que fue para Daniel Day Lewis por Lincoln), la sola candidatura fue sorpresiva. Phoenix, un contra empedernido, y justamente durante una entrevista que lo encontró con pocas pulgas, había dicho: "Eso (por los Oscar) es una total y absoluta estupidez de la que no quiero formar parte. Es como la zanahoria que te ponen delante, pero con el peor sabor que he probado en toda mi vida. No la quiero".
Esta fue la tercera nominación para un actor que, hasta hace no mucho tiempo, estaba destinado a papeles secundarios. Ya no. El chico rebelde de Hollywood creció y se afianzó en un lugar del que no piensa moverse. Todavía no recibió su estatuilla dorada y quizás no le interese. Irreverente, sí. Pero talentoso también.
NO TIENE TIEMPO NI INTENCIÓN DE FORMALIZAR
Su relación de pareja que más prensa tuvo se remonta a fines de los `90, con la actriz Liv Tyler, tras el rodaje en Círculo de pasiones, una historia de amor entre dos hermanos y tres hermanas. El actor aduce carecer de tiempo y ganas para formalizar. O es aún más radical: no tiene madera de novio. "Mi trabajo siempre está por delante. Requiere toda mi concentración".
HITOS EN SU CARRERA
Gladiador
El año 2000 marcó un antes y un después en su carrera. Interpretó al emperador Commodus en Gladiator, papel que le valió su primera nominación al Óscar y al Globo de Oro como mejor actor de reparto.
Señales
Esta fue la primera película en la que trabajó de la mano del director de Sexto Sentido, M. Night Shyamalan. En Señales (2002) compartió set con Mel Gibson. Le siguió La aldea (2004), con William Hurt y Sigourney Weaver.
Johnny & June
Su interpretación del músico folk Johnny Cash (2005) es uno de sus trabajos más elogiados. No solo tuvo que aprender a cantar sino a tocar la guitarra como él, con el brazo enroscado detrás del instrumento.
I`m still here
Dirigido por Casey Affleck (hermano de Ben), este falso documental logró engañar al público y la crítica hasta su estreno, cuando quedó al descubierto que la imagen del brutal infierno que vivía el divo de Hollywood era ficción.