The Last of Us en Kiyú: hongo parásito momifica arañas y desafía la línea entre ciencia y ficción

Encuentran Cordyceps capaz de momificar arañas; podría ser una especie nueva y su estudio abre preguntas sobre el cambio climático.

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Araña momificada por la infección dentro de su refugio
M. Casacuberta

"Unimos a dos de los protagonistas más temidos de la ficción: la aracnofobia y la micofobia”, bromea Alejandro Sequeira sobre una investigación en curso que él mismo bautizó como “The Last of Us en Kiyú”. No es una película de clase Z, pero podría serlo: en las barrancas del balneario, un hongo parásito ha “momificado” a arañas albañil. Se trata de un “hongo cazador” hallado por primera vez en esta zona, que atacó a presas que no figuraban en su menú habitual. El hallazgo, realizado por Christian Mehus y Julián Rodríguez de Expandiendo el micelio, apunta a que podría ser una nueva especie de Cordyceps o, al menos, el registro más austral de este género famoso por su capacidad de convertir insectos en zombis.

Desde el estreno de The Last of Us (HBO, 2023), basada en el exitoso videojuego homónimo, el nombre Cordyceps saltó del ámbito técnico de micólogos y entomólogos al imaginario colectivo. En la historia, un hongo parásito -inspirado en especies reales de Cordyceps, hongos principalmente entomopatógenos- infecta cerebros humanos y transforma a las personas en zombis. Aunque la premisa es ficción, el fundamento biológico que la sustenta es tan real como inquietante. Tanto, que micólogos de todo el mundo salieron a tranquilizar a la población: “Nada tenés que temer si no sos un insecto” fue la frase más repetida para combatir la “micofobia”.

“No hay casos reportados de Cordyceps en humanos, como muestra la serie. Obviamente, nuestra fisiología es diferente a la de un insecto. Es poco probable, por no decir casi imposible”, afirmó Dinorah Pan, investigadora de la Sección de Micología de la Facultad de Ciencias, en una entrevista con El País cuando se estrenó la primera temporada.

En la naturaleza, los Cordyceps no atacan humanos -al contrario, Sequeira recuerda que son un “excelente energético”-, pero sí parasitan y matan a distintos artrópodos: hormigas, orugas, escarabajos y, en un fenómeno menos conocido pero igualmente sorprendente, arañas.

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Cordyceps zombificando una mosca

Para Netflix.

De casualidad, un aficionado encontró unas fructificaciones entre naranjas y rojizas, con aspecto de Cordyceps, que emergían a través de las tapas de refugios construidos por arañas albañil en Kiyú. “Encontraron restos momificados de la araña. Lo más llamativo es que es una especie muy difícil de detectar, dado que se camufla muy bien en el suelo”, explica Fernando Pérez-Miles, profesor titular de Entomología de la Facultad de Ciencias, convocado para la identificación del huésped. El veredicto: Idiops clarus, la única especie del género registrada hasta el momento en Uruguay.

Respecto al hongo, la observación primaria realizada por Sequeira con microscopio confirmó que pertenece al género Cordyceps, con mayores probabilidades de tratarse de Cordyceps nidus. Sin embargo, habrá que esperar el análisis molecular -actualmente en curso en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable- para confirmarlo o determinar si se trata de una especie nueva para la ciencia.

Sequeira lo cuenta así: “No es el Cordyceps que estamos habituados a ver en Uruguay y menos que parasite una araña. Eso no es raro a nivel del neotrópico -región tropical del continente americano-, pero para aquí es la primera cita científica”. En la región solo se ha registrado otro Cordyceps devorador de arañas: Cordyceps caloceroides, el que se come otra araña, la nemesia. Y otro dato llamativo: el lugar más cercano donde se ha visto un Cordyceps nidus es Colombia. Esto representaría un cambio en su distribución, un fenómeno que podría estar relacionado con el cambio climático.

Lo curioso es la elección de la víctima. Los hongos que infectan arañas suelen atacar a especies que viven sobre el suelo, pero estas, las momificadas en sus cuevas, casi nunca salen al exterior. ¿Cómo llegan a ellas las esporas? Ese es el misterio.

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Así se ve el hongo Cordyceps en la cueva de la araña albañil
M. Casacuberta

En una araña errante, el proceso comienza cuando las esporas se adhieren a su cuerpo y germinan, perforando el exoesqueleto por sus puntos más vulnerables: boca, ano, aberturas respiratorias, membranas entre las patas o la fina piel del abdomen. Una vez dentro, el hongo se instala en la hemolinfa -la “sangre” de la araña- y, en silencio, se multiplica como levadura, alimentándose de sus nutrientes hasta colapsar sus funciones vitales.

La muerte no pone fin a la invasión. El hongo despliega entonces una red de filamentos, el micelio, que coloniza cada órgano y rompe la cutícula en sus zonas más blandas. Desde fuera, el cuerpo parece cubierto por un extraño velo blanquecino. Y antes del final, la infección manipula a la araña para que trepe a un lugar alto o se aferre a una hoja, asegurando así que, al emerger del cadáver, las esporas viajen lo más lejos posible.

Entonces, ¿cómo se infecta una araña que vive bajo tierra? No se sabe con certeza, pero Sequeira plantea algunas hipótesis. Una es que el macho sea el responsable, ya que son los que salen de la cueva en busca de hembras para aparearse, y podrían transmitirles las esporas a través del contacto sexual. Otra posibilidad es que las crías se infecten al dispersarse por el aire mediante el “ballooning” -la forma en que las arañas vuelan largas distancias-. También podría ser que insectos como hormigas contaminadas con esporas las transporten desde la superficie hacia el interior de las cuevas. Por último, las arañas podrían contagiarse al consumir presas infectadas.

Y aún hay más. Durante una de sus últimas expediciones a los barrancos de Kiyú, Sequeira observó un pequeño díptero -un mosquito diminuto- posado sobre los Cordyceps. Tras consultar con entomólogos y revisar literatura, concluyó que pertenece a la familia Mycetophilidae, conocida como “mosquitos de los hongos”, insectos evolutivamente vinculados a estos organismos.

Este hallazgo abre nuevas líneas de investigación: ¿será ese mosquito un agente de dispersión de esporas, atraído por sustancias químicas o feromonas que el hongo produce para seducirlo? Podría llevar esporas en su cuerpo para transportarlas a otros lugares y así perpetuar el ciclo. O tal vez el mosquito deposita sus larvas dentro del hongo y se alimenta de él durante su desarrollo.

Así, la interacción entre hongo y mosquito sería simbiótica, mientras que la araña siempre sale perdiendo: infectada, convertida en zombi, devorada desde el interior y momificada.

En Kiyú, la realidad biológica se acerca más que nunca a la ficción de The Last of Us: un mundo donde hongos invasores manipulan seres vivos, tejiendo ciclos de vida y muerte que desafían nuestra comprensión. Aunque esta historia no implica zombis humanos (¡menos mal!), revela el misterio fascinante y perturbador de la naturaleza en su expresión más extrema, recordándonos que la frontera entre ciencia y ficción a veces es más difusa de lo que imaginamos.

NO PASA NADA CON EL CORDYCEPS, PERO...

Que Cordyceps no infecte cerebros humanos no quita que ciertas especies de hongos sí sean peligrosas para el ser humano y puedan causar la muerte si no se recibe tratamiento médico. Además, ha crecido el número global de infecciones fúngicas invasivas y la resistencia a los antifúngicos. Los hongos infectan principalmente por dos vías: en pacientes inmunodeprimidos o por consumo de alimentos contaminados. “Son patógenos oportunistas que aprovechan debilidades del hospedero para colonizar y causar enfermedad”, explicó Dinorah Pan, investigadora de la Facultad de Ciencias. Personas inmunocomprometidas, diabéticos, quemados o con dispositivos médicos tienen mayor riesgo. En individuos sanos, el sistema inmunológico controla o mantiene latente la infección. Pero si el hongo invade el torrente sanguíneo, puede afectar órganos vitales. El aumento de infecciones invasivas está vinculado a la resistencia a antifúngicos, con pocos tratamientos disponibles y efectos secundarios importantes. “Es crucial identificar el hongo y su perfil de sensibilidad para aplicar el tratamiento adecuado”, advirtió Pan. Aunque poco valorados, los hongos también cumplen un rol vital: sin ellos no existirían productos como la penicilina o los fermentados que usamos cotidianamente.

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