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Opinión | Pensar la política

"No impactan los mejores sino los que mejor interpretan el tiempo".

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Washington Abdala

La política ya no tiene la misma conceptualización del pasado, no se acerca a la idea griega ni por casualidad. Ahora, se vive la dimensión política desde lo masivo-mediático. Sin embargo, la idea democrática es un concepto filosóficamente intacto, que no mutó, pero que aún no se lo conoce bien. Curioso asunto este que sigamos apellidando a la democracia para entenderla.

La política actual no posee “seducción” intrínseca sino que más bien intimida a quien se acerca a ella. En estos tiempos las utopías son difusas. Una pena, pero es lo que hay. ¿No le llama la atención al lector que en el mundo actual no abunden personajes políticos atractivos?

La política compite con otras plataformas que dicen solucionar la vida de la gente y que son ultra-poderosas. La sociedad civil lo sabe bien. Y por ello los mitos irrumpen desde todos lados. La política, quizás, perdió, el monopolio narrativo. Hay que repensar la política.

La política no tiene necesariamente a los más “lúcidos” en sus filas sino a los más “aptos” (V. Pareto). Eso es bueno y malo. A veces los más aptos son los más morales y los más inteligentes, otras veces no. Acá hay un desafío -en este vector- que es un agujero negro para cada sociedad. Cada sociedad sabrá donde le aprieta el zapato.

La política ya no es hegemónica en ninguna articulación. Los pragmáticos son los ganadores de la hora, ellos serán los hegemónicos del presente. Es obvio, el político que no tiene sentido pragmático es un retórico al viento: lo detectan y desaparece.

La política se vive de forma “extrema” en las redes sociales y allí la emocionalidad está barriendo por destrozo. O sea, no impactan los mejores sino los que mejor interpretan el tiempo y lo traducen en base apetencias, vibraciones, explosiones emocionales y hartazgos. Por eso las generaciones más adultas no captan la velocidad actual. Cuando capturan la imagen, ella ya desapareció.

La política posee una demanda de género imperiosa y eso aún no es un asunto maduro para sociedades que siguen sin comprender esta necesaria igualdad; mucho cinismo aún en base a micromachismos presentes. Ni que hablar de política sin derechos humanos, es como creer que puede haber fútbol con canchas y tribunas pero sin pelota.

La política siempre puede volver a las marquesinas porque el humano es gregario, busca soluciones y solo las polis hacen eso. Somos el zoon politikón de Aristóteles siempre. La política de los tiempos presentes se irá sincerando, deberá abrirse a los aportes de gente que no conoce los códigos (internos) y deberá ser un escenario más articulador de especialidades. Los políticos son los primeros en saber esto, por eso irán hacia estas demandas y las arbitrarán. Quien no las entienda solo se alejará de la gente y no encontrará respuestas que lo legitimen. Los que aman la política deberían estar dispuestos a entregar tiempo con mayor capacitación y formación especializada. Es como ir al médico con un problema del corazón: siempre será mejor un cardiólogo que un médico general. La política ya pide cardiólogos y otros montones de individuos con formaciones idóneas, se acaba el talenteo.

Lo que viene en política son gentes con cabeza abierta y formaciones dispares que satisfagan lo que pide y clama el ciudadano. Muere un tipo de política en clave de letanía y retórica, y lo nuevo pide cancha. El que no lo advierte no capta la frecuencia ciudadana que está explotando en todas partes.

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