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Opinión |¿Las palabras lo expresan todo?

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Washington Abdala

CABEZA DE TURCO

No se puede forzar jamás a las palabras. Por Washington Abdala.

No alcanzan las palabras para describir lo que vivimos. Sencillamente no alcanzan para explicar lo que sentimos. Es más, las palabras pueden arruinar una emoción.

Lo vemos a diario, las palabras buscan categorizar momentos que poseen otra dimensión. Suelen no ser precisas con el “amor” porque lo verbalizan de manera acotada cuando, en verdad, lo que sentimos no se adecúa a una expresión cotidiana. Muchas veces las palabras arruinan el momento. ¿Me explico?

¿Qué se puede hacer entonces? Seguir indagando en el idioma, saber que los matices serán la clave para ser cirujanos con las palabras y procurar delinear con precisión lo que sentimos. Es el único camino que queda. Por eso la literatura es tan sorprendente porque quien escribe logra persuadir que su relato puede resultar verosímil. Cada uno tiene escritores predilectos; en realidad, ellos dicen como quisiéramos decir nosotros.

En esto de encontrar las palabras no hay límites. E ingresamos en zona escabrosa. Las palabras, ellas mismas, encuentran su lugar en la gente. No se puede forzar jamás a las palabras, pero tampoco se las puede ignorar. Lo que puede resultar impertinente, el tiempo le aplica la pertinencia. Lo que ingresa como una “mala palabra” el tiempo la va rutinizando. Y lo que era una expresión admitida -a pesar de ser una mala palabra- el contexto cultural la puede cancelar. Cada uno debe usar las mejores palabras que entiende habilitadas para decir lo que siente, las que lo definan a uno y a la situación que se aspira a describir. Esta tarea no está exenta de macaneos varios, de caer en lugares comunes y de cometer atajos torpes. No es fácil la peripecia.

El idioma es como un juego Lego, tiene sentido si lo que decimos alcanza a reflejar una idea que valga la pena ser comprendida, pero cobra significación mayor si lo que se enuncia se lo expresa de cierta manera. La verdad es que no hay escuelas, hay estilos, clásicos algunos, más libres otros, pero el idioma para tener densidad en su relato debe lograr ser siempre claro y potente. No hay un escritor relevante que no resulte potente en su mensaje. Y allí está la clave, no en los registros, no en la síntesis, no en la eliminación de adjetivos, sino en usar con sabiduría lo que cada uno posee y perfeccionar ese estilo con su mensaje interno para que llegue a destino.

¿No nos parece que ciertos escritores siempre escriben con su registro, su estilo y sus marcas propias que son exclusivas? En rigor, se logra leer alguna gente, sin saber de quién es el texto y uno puede adivinar quien lo escribió. A eso me refiero, el día que se alcanzan esas marcas indelebles sabemos que estamos leyendo a alguien relevante para nosotros. Jaque Mate.

No hay que alienar con la puntuación, la no aplicación de neologismos, las comas en tal lugar; no creo en eso. Se puede ser un exquisito como Jorge Luis Borges o una irreverente como Alejandra Pizarnik y todo vale.

Por eso la escritura es un acto de magia. Usted que está siguiendo estas líneas, con franqueza este también es un acto de magia porque, quizás, lo que estampo acá usted lo lee desde su lugar existencial y su interpretación es propia, puede que no tenga la misma bajada emocional que pretendo darle a mi mensaje; sin embargo, acá estamos los dos. Por eso la escritura es un acto maravilloso porque nos produce placer. Soy de los que leen y escriben con ese afán: entender mejor al mundo que me rodea y así ser un poco más amigable con la propia vida. Escribir es siempre develar incógnitas y como la vida es la incógnita suprema, estamos salvados: siempre habrá tela para cortar. No es poco saber que filosofar, dudar, pensar y narrar son actos necesarios para la mejor existencia de todos. Sigamos escribiendo que, a veces, solo a veces, logramos luminosidad potente y alguno se reconforta con eso. Es bastante saber que otro está acá adentro en este momento. Su mente y la mía están en conexión. Se agradece.

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