Opinión | El problema es el odio

"Siempre lo ha sido, pero por estos tiempos está que explota. No siempre fue así, me temo que no, que es más bien un asunto de la posmodernidad y de los extremismos que ganan terreno en las cabezas"

Washington Abdala

El problema es el odio, el resentimiento y el rencor cuando nos habitan. Siempre lo ha sido, pero por estos tiempos está que explota. No siempre fue así, me temo que no, que es más bien un asunto de la posmodernidad y de los extremismos que ganan terreno en las cabezas. Es lo que hay que morigerar. Mucha manija que mata.

Es una época de enorme frustración. Sociedades de alta movilidad social dejaron de ser abiertas y expansivas. Europa cae en picada ante los estatismos dilapidadores, la no reproducción demográfica y los flujos migratorios “difíciles” que no se insertan a pesar de ser segunda o tercera generación. Ni que hablar de los recién llegados. El islam militante es un caos por allí y no es baladí afirmar esto. Y no es nuevo este asunto. En mi primer viaje a Londres (allá por los 80), ya estaba inundado de chiitas el hotel Cumberland. Era tal la concentración de esa dimensión filosófica que llegué a pensar que estaba en Irán. Terminó en lo del presente. De manual y predecible.

Le paso factura a las izquierdas del continente americano en otro vector temático que contribuyó al estado de ánimo frustrado de la región. La derecha sabe que, si no vende y no produce, no se avanza. Punto, no ideologiza demasiado. La izquierda cree que la inversión y la generación de empleo dependen del Estado y de alguna magia que se pueda hacer. Cero. Nada. Ficción. Viven de sueños o de los impuestos. No maduran, siguen en Disney esperando Fantasía. Lo mejor -siempre- es desintoxicar el ambiente de negocios y estimular con anzuelos legales para que piquen los dientes a los que creen que pueden reproducir su capital, y relojearlos para que se les caigan monedas en el país, y así lograr que el trabajo genuino aparezca. De lo contrario, sos Francia que tiene todo su producto bruto endeudado.

Otra. La revolución socialista en todo el continente fue la nada. Gigante frustración. No dejó un caramelo. Mejor dicho, sí, dejó sangre, muertos, movimientos revolucionarios arrepentidos y utopías banales que no se consagraron en ningún lado. Sí, el mejor discípulo de estos chicos es Petro. O si alguien va a defender a la Cuba miserable, pobre y asesina, en fin, sería patético. Todo es la nada misma, excepto para los cubanos, venezolanos y nicaragüenses que someten y privan de libertad mientras sus parientes trabajan en el imperio y les mandan los dólares manchados de sudor imperial. Me gustaría que la existencia me diera tiempo para verlos caer y salir corriendo de la isla cubana, manga de degenerados de la política, terroristas de la moral y salvajes ante lo humano. Los venezolanos, ya queda menos…

Las opciones casi siempre son binarias en el mundo: o con unos o con los otros. No tenés que estar enamorado de Milei y su lenguaje, solo importa si hace lo correcto. Lo otro lo discutimos en el boliche. Está claro que la banda delincuencial de la señora era patética.

Cero opciones para los sensatos. En el norte pasa algo parecido. Si uno se pone quisquilloso puede que aquello sea fuerte, pero lo que proponía el anterior era lastimoso. Nadie le bancó la toma. Así son las cosas: crema o chocolate.

El mundo es binario. O de un lado, o del otro. En la opción estoy con los de la libertad, contra los terroristas de estado, a favor del capitalismo emprendedor y creyendo en el discurso libre. Al que no le guste, dos platos. Son deliciosos y se sirven al dente.

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