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Las nuevas fórmulas de la felicidad conyugal

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Tener vidas independientes es una de las claves de las nuevas parejas

Comportamiento

Juntos pero separados, un enfoque que implica estar en pareja pero sin ataduras. Casas distintas, salidas no compartidas y presupuestos independientes son alguna de las fórmulas cada vez más frecuentes.

Romina González y Esteban Zucco no conviven. No comparten gastos, viajan por separado con amigos al menos una vez al año y no planifican nada más allá del próximo fin de semana. Para ellos, la fórmula del éxito de una relación que ya lleva más de siete años se llama libertad. Juntos pero separados, en pareja pero sin ataduras. "Muchos amigos nos preguntan cómo hacemos, porque ven que lo nuestro funciona y quieren algo parecido en sus parejas. Nosotros les decimos que hay que animarse. Somos conscientes de que no entramos dentro del modelo de pareja tradicional. Ese modelo está obsoleto", dice Romina, que no quiere resignar su vida por estar "atada" a otra persona.

La de mantener casas separadas es una de las tantas estrategias que muchas parejas aplican en busca de la felicidad. No es la única. Otros se plantean convivir pero manteniendo su independencia financiera e incluso las salidas habituales que hacían mientras estaban solteros y aquellos viajes con amigos que tanto renuevan el espíritu.

Los nuevos acuerdos apuntan a la individualización dentro de la pareja. Incluso, la monogamia puede no ser un factor determinante para que una pareja prospere. Los nuevos contratos suelen ser mucho más flexibles en cuanto a la exclusividad sexual al punto de que la infidelidad dejó de ser un tema determinante para separarse.

Avances.

Sin duda, los nuevos pactos de pareja están atravesados por la época. Por empezar, el avance de la mujer cambió las reglas. "En general hay dos grandes modificaciones. En primer lugar se generan hoy en día contratos menos asimétricos, en donde ambos tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones, a diferencia de otros tiempos en los que el hombre tenía más derechos y menos obligaciones que la mujer", plantea Sebastián Girona, psicólogo especialista en parejas, autor del libro ¡No te aguanto más!—. Por otro lado, el otro tipo de contrato que aparece hoy en los vínculos tiene que ver con acuerdos que desafían las cláusulas habituales e históricas: desde vivir en lugares diferentes hasta la relación abierta en términos sexuales".

En realidad, la vida en pareja nunca ha sido fácil. Cada período estuvo marcado por distintos acuerdos tácitos. Pero ahora se ha vuelto especialmente complicada para la vida de a dos.

"Vivimos en una época en donde se prioriza lo individual por sobre lo grupal en general y eso también llega a la vida sentimental —describe Girona—. Todas las parejas sanas necesitan construir un nosotros por sobre el vos y yo. En ese sentido esa construcción que requiere de esfuerzo, compromiso y mantenimiento, se presenta muy complicada en tiempos de individualidad exacerbada y compromiso frágil".

Los nuevos acuerdos surgen también de comprobar una y otra vez que la idea tradicional de pareja no asegura la felicidad. "Frente al fracaso de la fórmula clásica surgen nuevas alternativas que se postulan para reemplazar al estilo histórico —sostiene Girona—. La fórmula tradicional está en crisis, pero no creo que vaya a desaparecer nunca. Lo que sí va a suceder es que la fórmula que conocemos hasta el momento como la única va a pasar a formar parte de un grupo y dejará de ser la única para ser una junto con estas nuevas formas, que irán consolidándose de a poco", asegura el especialista.

Para Gabriela Rougier, psicóloga y fundadora de Conexión Positiva, un espacio de consultoría para parejas, "una cosa es la necesidad de mantener el propio espacio físico y otra mantener vidas completamente separadas. Si el nuevo contrato de pareja implica que el 90% de las cosas se hacen por separado, entonces eso ya no es una pareja. La pareja es una persona con la que uno quiere estar en los mejores y peores momentos. Y para eso se necesita tiempo. Es cierto: hoy las parejas comparten poco tiempo. Pero ese es el problema, no la solución".

Según Rougier, no hay mejores o peores contratos. Ni los nuevos necesariamente son mejores que los viejos. "Cuando un acuerdo está atravesado por el amor requiere consenso, que ambos estén de acuerdo. Hay contratos más difíciles, que tocan fibras más íntimas de la relación, como el de la fidelidad. Los contratos como vivir en casas separadas, mantener una economía personal o abrir la pareja se vuelven complicados cuando uno de los dos no está convencido. El problema es que muchas veces uno de los dos acepta el contrato con una agenda oculta de que va a hacer cambiar al otro y en realidad las personas pueden cambiar, pero hasta cierto punto", sostiene.

En el caso de Amorina Muñoz y Sebastián Morete la no convivencia fue el primer gran acuerdo de pareja. De novios desde hace cinco años, el pacto implica que cada uno conserve su casa y sus espacios.

"Vivimos juntos, pero en casas separadas. Está buenísimo porque yo en su casa me relajo, hago otras cosas. Por ejemplo, en el departamento de Sebastián miramos Netflix. En la mía no tengo ni cable, solo libros. Yo necesito momentos de soledad. Llego a la noche y me costaría no tener ese tiempo conmigo misma. Disfruto estando con el otro, pero también está buena esa soledad. Para mí es una manera hermosa de estar en pareja", asegura Amorina, cosmetóloga y maquilladora.

Aunque pasan la mayor parte del tiempo juntos, ella asegura que tener cada uno su casa ayuda a descomprimir en momentos de tensión. "Cuando hay una pelea, duermo en mi casa, en mi lugar. Me ayuda a estar tranquila y a la mañana siguiente, cuando me levanto, veo las cosas de otra manera", cuenta, y asegura que esta relación le llegó en un momento de realización profesional y personal. "Es importante que la mujer haya ganado su espacio para poder elegir qué tipo de vínculo de pareja quiere tener. Con el padre de mis hijas conviví muy poco tiempo y fue una experiencia dolorosa. Hoy no lo repetiría. No siento la necesidad de convivir con el otro, no siento que me estoy perdiendo de nada, porque lo que quiero compartir lo comparto y viviendo con él habría cosas que se perderían".

Denise Mizrahi, en cambio, apostó por la convivencia con su novio después de varios años de relación. Para los dos significa la primera experiencia de techo compartido, aunque cada uno sigue con sus rutinas de casas separadas. Incluso, manejan una economía separada.

"Ya teníamos cuentas separadas y las mantuvimos. Los gastos comunes los dividimos, cada uno paga algo diferente según lo que cada uno puede. Pero los gastos personales no se consultan: sé con qué plata cuento y si quiero comprarme algo lo hago. Lo mismo él", dice la psicóloga, que trabaja como maestra integradora.

En cuanto a la convivencia, Denise, de 27 años, asegura que se dio de manera natural: "Hace ocho años que salimos y nos fuimos a vivir juntos hace un año y medio. Al principio él tenía ganas de vivir solo, yo no me quería ir de mi casa. Hasta que tomamos la decisión de convivir y creo que la pareja cambió para bien: dividimos tareas, yo salgo por mi cuenta, él también. Cada uno mantiene lo suyo, no nos encimamos para nada". 

Expectativas que pesan de ambos lados

Más allá de algunos cuestionamientos a las nuevas formas de transitar la vida en pareja (algunos vislumbran menor dosis de compromiso), muchos otros destacan como positivo que los nuevos contratos incluyan la cláusula de la igualdad. Porque otra de las fórmulas que más beneficios traen para la vida en pareja es equilibrar las cargas en cuanto a derechos y obligaciones en el hogar. "En la medida en que el hombre se aggiorna y se sensibiliza, las parejas pueden ser menos asimétricas y ser al mismo tiempo más sanas", plantea el psicólogo Sebastián Girona.Probablemente no haya fórmulas que aseguren la felicidad para siempre, pero al menos hagan más sencilla la vida en pareja. No exigir tanto del otro puede ser un principio de solución. "Creo que lo que vuelve difícil la vida de a dos es la expectativa que se pone en el otro. Queremos una persona que nos divierta, que nos nutra intelectualmente, que sea mi mejor amigo, que sea un amante increíble y cumpla mis fantasías sexuales y además que sea el mejor padre o madre de mis hijos. Esto, combinado con la poca tolerancia a la frustración que tenemos todos hoy en día, hace que cuando el otro no cumple del todo mis expectativas agarremos el bolso y nos vayamos", sostiene la psicóloga Gabriela Rougier.

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