Marketing político

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banderas políticas

COLUMNA — CABEZA DE TURCO

Washington Abdala

Choripán. Se come en todos lados. El choripán frentista es de medio tanque, el blanco y colorado sale de parrilla de locales partidarios. Es típico de las reuniones en las que se va más por el choripán —y alguna cerveza— que para oír al candidato que dirá lo que todos saben que dirá (el choripán berreta al otro día te deja enterrado en el baño, ojo).

Banderas. Los que andan con banderas están remanijeados, creen que están en una revolución que cambiará al mundo (por suerte todavía queda gente así). Algunos las flamean poco, no sé para qué las agarran, y los que se paran en la rambla las mueven según la cara del conductor al que aleccionan y enloquecen cuando pasa, luego quedan mirando el celular.

Mate partidario. Me perdonarán, pero lo odio. Odio cuando aparecen los logotipos del partido incrustados allí y el succionador de la bombilla hace ruidito, mirándote con desprecio, como diciendo “yo soy el que tiene la postalina”.

Matera partidaria. Las que tienen la calcomanía del sector político, eso sí que es chuminga. Y despegadita y sucia, me quiero morir.

Barbas. En la izquierda se curte mucha barba, también hay blancos que ahora están usando barbita corta. Es que se mezcla todo, ahora hay una barbita media desprolija pero “cuidada” que pretende ser erótica (onda Nicolás Cabré).

Fotos icónicas. El Che, Aparicio Saravia, Batlle y Ordoñez, el Pepe y los escudos andan por allí en algunas calcomanías. No hay ni una de Tabaré (Invernizzi, hacele alguna pa’ que no se deprima, digo).

Pantalón pampero. Típico de blanco de tierra adentro (o no tanto), color marrón clarito y con amigos en “Un solo Uruguay”. Algunos le meten boina y la hacen completita. No tienen camionetas berretas. Digamos la verdad.

Pañuelos. Esto de los pañuelos es muy interno, se aplica en las liturgias partidarias cuando todos los de la misma tribu se reúnen, allí aparecen los pañuelos blancos, celestes o colorados, emulando las divisas. ¡Muy copados tienen que estar!

Torta frita partidaria. Mentira, se la afana alguno que hace el cuento que junta unos mangos para el grupo político tal y se queda con la plata. Son ricas, las hacen al toque y se disfrutan entre amigos. Si no comés, al igual que el choripán, te miran feo.

Alcohol. Digamos la verdad, se chupa en todos lados mal, pero en el norte se chupa un “delirio”. En Artigas y Rivera (sorry, los amo, pero es la verdad) no hay acto político sin unos cuantos entonados zarpados. Hay que saberlo porque el mamado es contestador, no lo frena nadie y te puede hundir un acto si se pone pesadito. Y como ahora no lo podés esconder de una piña (por la no discriminación y todo eso) te comés un borracho contestatario que te arruina el acto.

Levante. Lleno de gente que va ha hacer política para pescar amor. ¿Y qué tiene de malo? Otros van a un club deportivo o a la interné. Que no se me diga nada, no estoy discriminando, pero las mujeres más lindas siempre fueron las blancas por paliza. No sé cómo lo logran pero siempre fue así. Y los hombres más interesantes y viriles, en mi generación éramos batllistas. No sé, qué casualidá. Los (machos) frentistas siempre fueron medio feotes, baño esporádico y mucha campera militar (¿contradicción?) Ahora veo mucho ciudadano algo obeso en el Frente Amplio con ropas caras. La buena vida adorados.

Dentaduras. Hubo una época en que no se preocupaban de esto. Ahora todos tienen los teclados completos. Muchos con arreglos berretas, pero ta, por lo menos prolijos. Mejor que antes. Arrancó Pepe dando el ejemplo y como lo imitan, ya nadie se dejó caer ni un premolar.

Dentadura
Los teclados son cada vez más importantes. Foto: PDP.

Campera de nylon y plumitas. Caro la usa, todos las usan, la democracia tiene eso, iguala viste, y todos se ponen la misma camperita. Monísimas las de Caro, los tonos y el conjunto con los jeans. Mi diosa progre preferida. ¡Viva Uniklo!

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