Si hoy le lloraron los ojos, moqueó y se le clavó una pelusa en la garganta, no va a creer esto, pero es verdad: el plátano no es el único árbol alergénico de Montevideo. Es el más visible y el de peor reputación, sin dudas —debido, fundamentalmente, a la maldita pelusa de sus frutos—, pero hay otras especies con suficiente potencial para provocar molestias durante la primavera y, en algunos casos, todo el año. La intensidad de la reacción depende de la temporada, de la vegetación del barrio y de la sensibilidad de cada persona.
Detrás del drama de cada primavera hay ciencia: proyectos hormonales y de mejoramiento genético que podrían limpiar el aire en tres décadas, un monitoreo de polen atmosférico y también un debate urbano sobre cómo convivir con los árboles que nos refrescan en verano… y nos hacen insultar en primavera. Quizás, después de todo, le esté echando la culpa a la planta equivocada.
Conspiración primaveral.
Detrás de una nariz que gotea hay algo más estructural: el arbolado público de la ciudad está compuesto en buena parte por especies anemófilas, es decir, aquellas que se polinizan a través del viento —el mismo que, en primavera, se vuelve más traicionero—. No todas polinizan en la misma época: el ciprés, de alergenicidad media, tiene su pico de polinización en agosto. Ocho granos de polen por metro cúbico configuran una concentración alta.
El plátano, también de alergenicidad media, alcanza su pico en setiembre, cuando supera los 32 granos por metro cúbico. El problema es que combina dos molestias: el polen y la pelusa de su fruto, cuya función —aunque parezca personal— no es arruinarnos la vida, sino dispersar las semillas. Esta afecta a todo el mundo, no solo a los alérgicos, y por eso hay toda una población dispuesta a talarlos. Aunque parezca eterno, en realidad el proceso no dura más de dos semanas, explica el ingeniero agrónomo y forestal Andrés González. Lo que ocurre es que hay tantos plátanos —más de 20.000 en Montevideo— y largan tanta pelusa que esta se acumula en las calles, y cualquier brisa la pone en movimiento, prolongando la tortura.
Si solo se toma en cuenta el polen, la única tregua para los alérgicos llega en invierno, cuando en el aire de la ciudad casi no hay rastros. Pero en setiembre y octubre se produce un gran pico, asociado a la floración simultánea de muchas especies. En esta época inciden los cipreses, eucaliptos, fresnos y olivos, además del considerado “malo de la película”.
El segundo pico aparece a comienzos del verano, entre noviembre y diciembre, y está relacionado con la floración de pastos y hierbas.
La alergista Mariana Bonifacino explica a Domingo que las mayores reacciones alérgicas al polen de los montevideanos se deben al de las gramíneas y malezas, y no al de los árboles. “El número uno son los pastos”, enfatiza. Entre las especies arbóreas, aclara, el plátano sí lidera en alergenicidad, seguido por fresno, acacia, olivo y ciprés.
“La alergia propiamente dicha sería una reacción mediada por un anticuerpo (inmunoglobulina E) contra el polen del plátano, que genera una cascada inflamatoria a nivel respiratorio con asma o rinitis alérgica; pero por esta causa no es tan frecuente”, desmitifica la doctora.
El problema, explica, es que cuando la persona ya es alérgica, como dice el dicho, se le junta el hambre con las ganas de comer: la exposición a la pelusa intensifica la irritación que ya le provoca el polen. En cambio, si no es alérgico, solo sufrirá una “molestia mecánica”: las espículas pinchan ojos, nariz y boca, e irritan conjuntivas y mucosas. “El ojo siente como si tuviera un elefante adentro”, grafica.
Por otra parte, advierte que una cosa es el poder alergénico del polen y otra, muy distinta, la cantidad que se libera al aire. En Montevideo, por ejemplo, el olivo no tiene tanta presencia urbana, pero en zonas como Las Piedras, Rocha o San Carlos —donde hay más plantaciones— su polen puede alcanzar concentraciones altas hacia setiembre. Además, las proteínas del olivo se parecen a las de los pastos, lo que puede generar reactividad cruzada, es decir, alergia a ambas fuentes.
Hasta principios de octubre, el seguimiento del polen se realizaba mediante monitoreo aeropalinológico, explica Ángeles Beri, directora del Laboratorio de Palinología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar). Un muestreador recogía diariamente los granos de polen con varillitas giratorias recubiertas de una sustancia pegajosa, que luego se analizaban al microscopio para determinar tipo y concentración. Esta información se volcaba en la aplicación Mi Alergia (de descarga gratuita), donde médicos y pacientes podían consultar los niveles de polen de cada especie y llevar un diario de síntomas.
La app sigue disponible, pero la última alerta es del 18 de setiembre, no porque la nube polínica haya desaparecido, sino porque la Intendencia de Montevideo retiró el financiamiento (según Beri, no era más de $ 30.000 por mes).
Ese día, la ciudad registraba polen de cipreses y plátanos en concentraciones altas, polen de eucalipto, fresno y otras especies arbóreas en concentraciones bajas, un nivel medio de polen de parietaria y afines, y bajo para pastos, cereales y otras hierbas. Todo flotando en el aire para provocar estornudos.
“Si vos sabés a qué tipo de polen sos alérgico y sabés qué polen hay en el aire, podés cuidarte mejor. Por ejemplo, si sos alérgico al polen del plátano sabés que antes de setiembre tenés que tomar antialérgicos. Es una cuestión de salud”, explica Beri.
La investigadora señala, además, que cada año puede haber ligeras variaciones en el momento y la intensidad del pico polínico, vinculadas a los cambios en la vegetación y el clima. “Empieza a haber mayor concentración de polen cuando florecen ciertas especies, pero la floración puede adelantarse o atrasarse un poco, y eso se refleja en el aire. Nuestro monitoreo muestra esas diferencias que pueden afectar a las personas alérgicas”, apunta. “También influye el entorno urbano —si cambió la vegetación o la edificación, por ejemplo—, porque eso modifica la circulación atmosférica y, con ella, el polen que respiramos”.
Además, las concentraciones de polen y esporas pueden diferir significativamente entre barrios o zonas de la ciudad, según las plantas predominantes, el grado de urbanización y la presencia de terrenos baldíos o sin mantenimiento. A esto se suman los factores meteorológicos: la velocidad y dirección del viento, la humedad y el régimen de lluvias también influyen en cuánto polen queda suspendido en el aire y durante cuánto tiempo.
Para saber a qué tipo de polen es más sensible un paciente, explica Bonifacino, se realizan test de alergia. Hoy en Uruguay están disponibles pruebas que identifican la proteína específica del polen que provoca la reacción. “Se puede separar árbol por árbol, gramíneas, cereales o malezas, y así saber exactamente a qué es alérgico el paciente”, aclara la doctora.
Una vez identificado el alérgeno, existe un tratamiento llamado inmunoterapia o desensibilización, que consiste en administrar pequeñas dosis de la proteína del polen de forma subcutánea, aumentando gradualmente hasta alcanzar la cantidad que se respira en los picos de polinización. Esto genera tolerancia al polen y puede mejorar significativamente la calidad de vida. Eso sí, el proceso es largo y requiere paciencia: de cuatro a cinco años.
Para protegerse durante la floración y reducir el contacto del polen con mucosas, la alergista Mariana Bonifacino recomienda medidas físicas simples pero efectivas: usar tapabocas, lentes grandes y capucha cuando se sale a la calle, especialmente en días ventosos, y evitar colgar la ropa al aire libre en barrios donde la floración es más intensa. Estas precauciones disminuyen la exposición a las espículas del plátano y ayudan a prevenir la irritación.
La doctora advierte, además, que no se deben tomar antialérgicos ni corticoides de forma preventiva, como hacen algunas personas desde el inicio hasta el final de la floración, porque no es un tratamiento adecuado y el uso prolongado de corticoides no está indicado.
Promesas de menos pelusa.
Aunque los vecinos en pleno ataque quieran que se arranquen todos los plátanos de la ciudad, los expertos consultados por Domingo miran más el árbol medio florido que el árbol medio seco.
“No hay que demonizarlo”, dice Ángeles Beri, quien recuerda que da buena sombra, deja pasar la luz solar en invierno y tiene una pelusita (otra) en las hojas que actúa como filtro de contaminantes atmosféricos. Además, ya lo vimos: no es el único árbol alergénico de Montevideo.
Jaime González, docente e investigador de la Facultad de Agronomía de la Udelar, coincide en que el plátano tiene grandes bondades, aunque admite que la pelusa —la de los frutos— sí es un problema. Desde su especialidad, la fisiología vegetal, trabaja junto a la Intendencia de Montevideo en un proyecto piloto que busca una solución intermedia: no eliminar los plátanos, sino lograr que florezcan menos.
Para el año que viene se prevé aplicar, en una pequeña muestra de plátanos, una hormona vegetal que, según el momento en que se use, pueda inhibir o disminuir la floración. Lo que se busca es esto: menos flores implican menos polen y menos frutos, y menos frutos significan menos pelusa, lo que —en teoría— se traduciría en montevideanos más felices. González señala que no hay antecedentes del uso de esta técnica en plátanos, lo que la vuelve innovadora.
El plan es probar un sistema de inyección directa al tronco (endoterapia). La técnica ya fue ensayada en una especie invasora de los bosques nativos y funcionó muy bien: “Tuvimos muchos árboles con floración cero”. En los plátanos nunca se ha probado, pero el método parece promisorio. “La perforación es mínima, de cinco a ocho milímetros. La parte viva del árbol está justo debajo de la corteza; ahí se hace la aplicación”, detalla.
En una primera etapa se apunta a determinar el momento exacto de aplicación, porque, según explica, “si no le embocás bien, podés tener cero efecto”. El ensayo, previsto para el próximo año —y cuyos resultados se verán al siguiente—, se realizará en unos 40 o 50 árboles de dos barrios de Montevideo, con ejemplares jóvenes y adultos, para ajustar la dosis. “Hacer más sería un gran esfuerzo con los ojos cerrados. Primero queremos entender bien qué estamos haciendo”, aclara. Si todo sale como esperan, en tres o cuatro años podría escalarse a un plan más amplio.
González también evalúa la posibilidad de realizar pequeñas pruebas en la Estación Experimental de Cerro Largo, donde la Facultad de Agronomía tiene plátanos en condiciones controladas.
“Más allá de las molestias por la pelusa o las raíces, es una especie que se adapta muy bien al ambiente urbano, que ha sobrevivido más de cien años a pavimentos, saneamiento y cambios de clima”, reflexiona. “No hay especies perfectas: todas tienen pros y contras. Pero el plátano, sin duda, tiene más a favor que en contra”.
Mientras tanto, Ana Paula Coelho, directora del Departamento Forestal de la Facultad de Agronomía, trabaja en paralelo en una línea complementaria: el mejoramiento genético de plátanos para obtener ejemplares con menor cantidad de pelusa. En la Estación Experimental ya existen selecciones que producen menos frutos y, por tanto, menos semillas y pelusa. “Luego podés clonar esos individuos y multiplicar árboles con esas características —explica González—, pero es un proceso lento: para notar el cambio en la ciudad pueden pasar 30 años”.
Por eso, la aplicación hormonal aparece como una alternativa más inmediata. “No se trata de eliminar los plátanos ni de aplicar en los 20.000 ejemplares de Montevideo, sino de reducir la floración en las zonas más densamente pobladas, hacer que esos meses sean más cómodos para los alérgicos”, resume. “El resto del año, los seguimos disfrutando”.
Otra propuesta: más nativos.
Pero, si queremos algo más permanente, más seguro y colorido... ¿existen otros árboles que puedan sustituir al plátano? Al ingeniero forestal Andrés González se le ocurren rápidamente varias opciones y asegura que la lista puede superar las 20. Todos brindan buena sombra y pierden las hojas en invierno para que pase la luz y, lo más importante para las narices y gargantas, ninguno produce la infame pelusa. Un plus: todos son nativos.
Sus favoritos son el lapacho rosado y el ibirapitá. “Funcionarían perfecto para sustituir al plátano”, le dice a Domingo. Ambos son de buen porte, de follaje caduco y no tienen frutos “con esos pelitos que provocan alergias”.
El lapacho rosado florece en los meses de setiembre y octubre, y si ahora recorre Bulevar Artigas, entre los accesos y el Nuevocentro Shopping, podrá verlos totalmente repletos de color. “La única problemática que tienen son las flores que, cuando caen, si no se barren rápido, generan como una pasta al pisarlas, lo mismo que sucede con el jacarandá… pero no se van a meter en los ojos”, bromea. El jacarandá, con sus flores azules, también podría ser un sustituto, aunque no es nativo; lo mismo ocurre con el lapacho amarillo.
El ibirapitá ya lleva su nacionalidad en su apodo: es el “árbol de Artigas”. Varios ejemplares están plantados en Avenida Libertador y hay algunos frente a la Biblioteca Nacional, “muy antiguos”. Sus características flores amarillas se aprecian en verano y otoño, y puede superar los 25 metros de altura. La desventaja que le ve González es que puede llegar a romper veredas, como lo hace el plátano, “si no tienen una buena contención de raíces”.
Otra opción tiene nombre y apellido: Francisco Álvarez. Este árbol, que crece en el litoral y el norte del país, puede alcanzar los 20 metros de altura, aunque en la ciudad no sobrepasa los cinco. Tiene flores blanco-rosadas con tintes amarillos que aparecen en febrero y marzo, y unos frutos pequeños que liberan la semilla sin el efecto indeseado del plátano.
Para González, la ciudad ganaría sombra y tranquilidad con ejemplares de sangre de drago, un árbol de unos ocho metros de alto cuyo látex rojo le da el nombre. No hay muchos en Montevideo —son parte del paisaje de las avenidas de Salto y Paysandú—, pero uno se puede ver en la calle Belgrano, cerca del Hospital de Clínicas. “Corre en desventaja porque es de follaje semipersistente, es decir, pierde hojas durante todo el año sin llegar a quedarse totalmente pelado en invierno. Pero es maravilloso porque adquiere una tonalidad naranja-rojiza, con flores blancas y frutos chiquitos que no molestan”, explica.
En 2024, la Intendencia de Montevideo manifestó su intención de comenzar una “sustitución paulatina” de los plátanos: se reemplazarían los ejemplares más deteriorados por especies nativas.
El impacto de esos árboles “demonizados” no se limita a Montevideo (ni a un capricho de vecinos alérgicos): ciudades de la región enfrentan la misma molestia de la pelusa y el polen. Como pueden vivir alrededor de 300 años, esperar a que mueran no es una opción, por lo que en Santiago de Chile se busca una solución drástica: la prohibición de su plantación y su reemplazo por especies nativas. Si bien existe un proyecto de ley al respecto (ley “Arbolito”), lleva dos años dormido en el Senado.
La Legislatura porteña también tiene a estudio un proyecto similar, que plantea la sustitución de los plátanos en un plazo no mayor a diez años por especies como jacarandá, lapacho, ceibo y tilo, u otras con bajo o nulo potencial alergénico. El texto, propuesto por estudiantes, contempla la creación de áreas libres de plátanos: no podría haber ninguno en un radio de 200 metros alrededor de escuelas, hospitales, centros de salud y geriátricos.
Mientras tanto, entre la ciencia, la gestión y la paciencia, Montevideo busca su propio equilibrio: una ciudad más verde, menos pelusienta y, ojalá, un poco más respirable.
CIPRESES Y AFINES
Alergenicidad: media.
Árboles exóticos, de copa más larga que ancha y con hojas que parecen flecos. Ejemplares en Parque Roosevelt, Carrasco, espacios públicos y cementerios.
Calendario: Concentraciones de polen altas en agosto; y media en segunda quincena de julio y primera quincena de setiembre.
EUCALIPTO
Alergenicidad: baja.
Árboles de tronco blanco-grisáceo, con hojas simples y alargadas, de color verde grisáceo, de aroma fuerte y textura cerosa. Más de una decena de especies en el arbolado y parques.
Calendario: Concentraciones medias segunda y tercera semana de enero y última de octubre.
FRESNO
Alergenicidad: media.
Árbol exótico muy común en espacios públicos y jardines. De hojas compuestas: cada unidad que constituye la hoja tiene forma de punta de lanza.
Calendario: Concentraciones de polen medias en la última semana de agosto y primera quincena de setiembre.
OLIVO
Alergenicidad: alta.
Árbol de bajo porte, copa densa y tronco retorcido. Aunque poco común en el arbolado público de Montevideo, es cultivado extensamente en el país para producir aceitunas y aceite.
Calendario: Concentraciones de polen bajas a fines de octubre y principios de noviembre.
PLÁTANO
Alergenicidad: media.
Árbol exótico muy común en calles y parques de Montevideo. Tres especies presentes: Platanus acerifolia, Platanus occidentalis y Platanus lanceolata.
Calendario: Concentraciones de polen altas durante todo setiembre; medias a finales de agosto y bajas en octubre.
ALTAMISA
Alergenicidad: alta.
Hierba que emerge en primavera, crece en veredas, escombros, orillas de caminos... Hojas parecidas a helechos y de flores amarillas.
Calendario: Concentraciones de polen altas a principios de marzo; medias a finales de febrero; bajas durante enero, principios de febrero y finales de marzo.
ARTEMISIA
Alergenicidad: alta.
Maleza que crece en el campo, veredas, escombros, etc. Tallo recto, alcanza hasta 60 cm de altura. Flores blancas y luego amarronadas.
Calendario: Concentraciones de polen medias a principios de marzo; bajas en enero, febrero y diciembre.
CHENOPODIÁCEAS
Alergenicidad: alta.
Es de la familia de los amarantos, espinacas y remolacha. Hierbas erectas que crecen en jardines privados, terrenos baldíos y campos. Hojas simples, elípticas, de borde dentado.
Calendario: Concentraciones de polen medias de enero a abril y de octubre a diciembre.
PARIETARIA Y AFINES
Alergenicidad: alta.
Incluyen a las prietarias y ortigas. Son hierbas erectas o trepadoras que crecen en jardines y terrenos baldíos. Hojas simples, elípticas, cubiertas de pelos urticantes.
Calendario: Concentraciones altas en setiembre y octubre; medias en enero, julio, agosto, noviembre y diciembre.
PASTOS Y CEREALES
Alergenicidad: alta.
Amplia gama de hierbas que incluye pastos nativos y cereales (trigo, maíz, sorgo, avena y arroz). Hojas alargadas.
Calendario: Concentraciones de polen altas desde enero a marzo y noviembre y diciembre; medias en abril y mediados de noviembre.