CIUDADES
Hay 211.000 árboles en las calles de la capital y solamente 22.000 son plátanos. Es la especie más odiada en primavera.
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Si hay un árbol bien conocido por los montevideanos, ese es el plátano. Muchos lo aman por sus cualidades paisajísticas y por la sombra que ofrece en verano. Pero otros lo odian por sus irritantes -literalmente- floraciones de primavera. Según la historia oficial de este árbol identitario de Montevideo, fueron el militar argentino José María Reyes y el arquitecto italiano Carlo Zucchi (diseñador del Teatro Solís y la Plaza Independencia) quienes sugirieron traer esta especie al Uruguay cuando, a pedido del gobierno provisorio de Montevideo de 1829, tuvieron la tarea de diseñar una ciudad nueva. Ellos entendieron que el plátano, un árbol característico de varias urbes europeas, era ideal para la ciudad por su resistencia. Aunque las plantaciones masivas llegarán muchos después, hacia 1891.
El 60% de los aproximadamente 211.000 árboles que hay en las calles de Montevideo (a los que se suman otros 90.000 ubicados en parques) pertenecen a cuatro especies: paraísos (22%), fresnos americanos (21%), plátanos (11%, con cuatro variedades) y tipuana tipu (6%, presente en Bulevar Artigas, por ejemplo).
Otros árboles que pueden hallarse en las calles uruguayas son el fresno europeo, el acer negundo de Norteamérica, sauces, laureles de jardín, anacahuitas, jacarandaes, álamos y eucaliptos. Como puede verse, los plátanos que parecen invadirlo todo en muchas zonas durante la primavera son, en realidad, muy poquitos: unos 23.000. Y habrá que convivir con ellos mucho tiempo más.
Según informó a Revista Domingo el director de Áreas Verdes de la Intendencia de Montevideo, Darwin Pizzorno, los primeros plátanos fueron plantados poco antes del 900 y pueden vivir hasta 300 años. “En la Plaza de Cagancha, por ejemplo, hay registros fotográficos de que se plantaron en 1938. Ya venían del vivero con 20 centímetros de diámetro y una copa armada”, anotó Pizzorno.
El ingeniero agrónomo explicó que no hay posibilidad de detener las floraciones de los plátanos (por ejemplo con podas de sierra o químicas). “Lo que habría que hacer es humedecer las calles y barrer de noche para que no se levante la pelusa con el viento. Así como se hace el barrido otoñal para las hojas, habría que hacer un barrido primaveral para la pelusa”, sostiene.
Irritación y alergias
La otorrinolaringóloga María del Rosario Eugui es jefa de un equipo de investigación interdisciplinario que estudia la rinitis alérgica en Uruguay, formado por las facultades de Ciencias e Ingeniería y el Hospital Pasteur. “Esas pelusitas, que son demasiadas, al ser vehiculizadas por el viento se meten en la vía respiratoria. Pero no se trata de una reacción alérgica, sino irritativa”, explica Eugui a Revista Domingo. Y aclara: “Los plátanos también dan alergia, aunque no todos. Lo de la pelusa no es una reacción alérgica, eso es un mito. Lo mismo ocurre con la vista, donde hay un efecto irritativo al tratarse de un cuerpo extraño que entra, como cuando se te mete una tierrita o un bichito”.
Aunque con lentes y tapaboca se pueden minimizar estas molestias, nunca estaremos blindados. “Yo lo digo con propiedad porque vivo sobre la calle Garibaldi, donde hay como un túnel de plátanos. Es precioso, pero tengo que tener las ventanas de casa cerradas porque se meten por todos lados”, anota la doctora.
Eugui explica que en primavera hay más consultas médicas por la existencia de mayores picos de polinización. “Los pacientes alérgicos están mucho más congestionados. Es cierto que aumentan las crisis alérgicas. Por eso creamos el Día Internacional de la Rinitis del Sur, para que coincida con la primavera, que es la estación que más se asocia a las alergias. Y como venimos diciendo, también hay en primavera un montón de pacientes afectados o molestos por procesos irritativos”.

La pelusa y el polen
Un informe elaborado por la técnica en jardinería Eloísa Figueredo para el Jardín Botánico de Montevideo confirma que la polinización del plátano puede desencadenar alergias de tipo respiratorio en personas sensibles. Pero la experta también dice que antes de señalar al plátano como único culpable, es bueno saber que su época de polinización coincide con la de muchas otras plantas que producen gránulos alergénicos.
La “pelusa” de los plátanos contiene la semilla y se desprende del árbol tanto en primavera como en otoño, dice Figueredo. Y agrega otros detalles: “Los pequeños frutitos que forman las típicas ‘pelotitas’ de los plátanos se sirven de un penacho de pelos rubios para volar. Son estos frutos los que pueden causar irritaciones y tal vez más molestias que el propio polen. Coinciden en el plátano las épocas de dispersión de frutos y de polinización. Mientras la última es relativamente corta, los frutos muchas veces permanecen en las calles, capaces de renovar su poder irritante cada vez que una racha primaveral vuelve a elevarlos por los aires”.
De todos modos, la experta opina que hay lugares de Montevideo que invitan a reconciliarse para siempre con estos árboles enormes, sólidos y de una belleza que por familiar, a veces pasa desapercibida: “Detrás del Hotel del Prado, rodeando la célebre fuente Cordier, hay un rodal de plátanos cuyo interés está, precisamente, en el hecho de que podemos verlos formando un círculo, una bóveda verde en verano y su estructura de ramas manchadas en invierno. La avenida 19 de abril, con sus hileras de plátanos añosos, es otro recorrido obligado en el Prado. Y en el Parque Tomkinson, más precisamente en la calle llamada Los Plátanos, se pueden ver los que posiblemente sean los primeros en haber sido plantados en suelo montevideano”.

Una variedad menos molesta
Desde hace un buen tiempo, la Intendencia de Montevideo viene plantando una especie más moderna, el platanus occidentalis, natural de Norteamérica, que tiene una menor producción de infrutescencias o “bolillas” que vuelan provocando molestias a los transeúntes.
“Desde hace casi veinte años se utiliza esta otra especie para repoblar las alineaciones antiguas. Se pueden ver, por ejemplo, en la avenida 18 de Julio entre la Plaza Independencia y la Plaza Libertad”, dice Figueredo. Y acota: “El plátano norteamericano es muy similar al híbrido, pero quien lo observe con detenimiento notará que la forma de las hojas es algo diferente a la de los más comunes. Las hendiduras son menos pronunciadas, lo que le da a la hoja del platanus occidentalis un aspecto menos recortado. Pero la diferencia fundamental, la razón por la cual hoy se prefiere esta especie a la anterior, no está en las hojas, sino en la menor cantidad de flores y frutos que produce”.
Los plátanos que tanto molestan durante la primavera son los árboles más nobles para una ciudad como Montevideo porque crecen rápido, resisten temporales y se recuperan rápidamente de las heridas que les infringen en sus raíces las cuadrillas municipales o de los entes que reparan sus redes bajo tierra. Así que hay que aprender a quererlos, con su defecto (porque tienen solo uno, la pelusa) y sus virtudes. Ninguno de los que estamos vivos veremos el final de los plátanos que, podría decirse, están en su época de juventud.
Acompañando el crecimiento de la ciudad
Los plátanos han acompañado el desarrollo de la ciudad. Los barrios más antiguos como el Centro, Cordón, Palermo, Parque Rodó, Goes, Reducto y las avenidas Rivera, General Flores, 8 de Octubre y Garibaldi definen su fisonomía con las filas de plátanos que crecen en sus veredas. Platanus x acerifolia es el nombre científico del plátano común, también llamado plátano de sombra.
Según explica la técnica en jardinería Eloísa Figueredo, la letra equis del nombre indica que se trata de un híbrido, una cruza entre el platanus orientalis, de origen euroasiático, y el platanus occidentalis, originario de los bosques de Norteamérica. Figueredo anota que en 1913, veintidós años después de que comenzaran las plantaciones de plátanos en Montevideo, la ciudad contaba con más de 40.000 ejemplares en sus espacios públicos, prácticamente el doble de los que hay ahora.
En Uruguay existen cuatro especies: acerifolia, occidentalis, orientalis y racemosa, todas foráneas. Se calcula que apenas el 1% de los árboles de Montevideo son nativos.