La forma que encontró una uruguaya para ayudar a las mujeres de una comunidad indígena de Colombia

Paula Abiusso creó Múkamü, un emprendimiento de carteras hechas a mano con un tejido único por mujeres de la comunidad colombiana de Wayúu, con el objetivo de ayudar a mejorar sus condiciones de vida.

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Paula Abrusso.
Foto: Francisco Flores.

"Yo soy guiri, que es como ellos le dicen a la gente rubia o que es de afuera. Ya cuando hay una relación, me dicen Pau”, cuenta Paula Abiusso sobre el estrecho vínculo que logró entablar desde el año pasado con la comunidad indígena colombiana Wayúu. Desde hace unos meses, la uruguaya vende las carteras artesanales que confeccionan las mujeres de la comunidad. Fue la forma que encontró con su pareja para ayudar a mejorar sus duras condiciones de vida.

“¿Cómo puedo brindar un aporte, un granito de arena y que mis viajes también tengan otro significado?”, es lo que se venía preguntando Paula desde que decidió pasar 10 de los 12 meses del año viajando y buscando conectar con otras culturas de una forma muy distinta al turismo convencional (ver recuadro).

Diseñadora industrial de profesión y dedicada fundamentalmente al diseño gráfico, hace unos tres años dejó su trabajo presencial y partió a Madrid para cursar un máster aprovechando que una agencia le ofrecía trabajar en forma remota. Cuando lo terminó, se dio cuenta de que podía seguir viajando sin dejar su labor como diseñadora y no lo dudó.

Primero hizo toda Europa, después el norte de África, todo el 2023 estuvo en el sudeste asiático y el año pasado viajó por Sudamérica y Centroamérica. En uno de estos últimos destinos conoció al argentino Nicolás Ojeda, su actual pareja, con quien estuvo realizando un voluntariado en el norte de Colombia.

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Múkamü.

“Yo soy muy fan de las comunidades. Me encanta ir por el mundo buscando tribus y fue en ese camino que me encontré con la comunidad Wayúu. Estuvimos conviviendo con ellos varias semanas en las que vimos altísimos niveles de desnutrición y condiciones de vida muy malas, además de las catástrofes naturales. Tuvimos tormentas eléctricas, tormentas de arena, remolinos todas las semanas…”, recuerda Paula.

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Indígena de la comunidad Wayúu haciendo carteras.

Si hay algo que aprendió de tantos viajes, fue a no mirar con el cristal de la educación recibida. “Cuando vas a esos lugares no podés tener prejuicios, tenés que ir con tu mente abierta porque es su cultura, la forma en la que viven desde hace siglos y siglos”, señala quien en un comienzo encontró la forma de ayudar trabajando con los niños.

Pero sentía que hacía falta más. Fue entonces que viendo a las mujeres tejer de una manera particular y desconocida por estos lares, con Nicolás se les ocurrió que podían traer ese arte a esta parte del continente. Pero antes había que ver si las mujeres Wayúu lo aceptaban. “Hicimos una jornada en las que las reunimos a todas, unas 40 mujeres, para hacer unos videos. Sacrificaron un chivo, cocinaron… Primero era todo con señas, hasta que pudimos poner un traductor y allí se entusiasmaron. Pedimos específicamente que no hubiera hombres, así se podían sentir más seguras en su espacio”, recuerda Paula dejando en claro que siempre se buscó que el proyecto fuera cien por ciento de las mujeres.

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Múkamü.

“Trajimos un primer pedido de cosas chiquitas como para hacer un breve testeo y la gente se recopó. Obviamente que no son productos que todo el mundo te compra porque he comprobado que no mucha gente le da el valor que realmente tiene a lo hecho a mano”, se lamenta.

La respuesta alcanzó para que en diciembre pasado encargaran 70 carteras que primero llevaron a Argentina y comercializaron con éxito por Instagram, y luego trajeron a Uruguay donde las están presentando con muy buena repercusión en ferias de Punta del Este.

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Múkamü.

Hay que tener presente que cada mochila, que la hace una sola mujer de principio a fin, demora entre siete y nueve días en confeccionarse. Paula y Nicolás mandan los patrones y realizan los diseños y ellas los ejecutan con una técnica de tejido en dos hebras que aprenden desde niñas.

“Tenemos a una mujer que organiza todo allá. Nosotros nos aseguramos que en cada ranchería el dinero vaya para cada familia porque las mujeres no tienen voz ni voto”, detalla Paula.

El emprendimiento recibe el nombre de Múkamü (en Instagram @mukamu.wayuu), que en el dialecto de la comunidad quiere decir “el arte de crear”.

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Múkamü.

Por el momento, Paula no piensa en tener un lugar físico para estas artesanías, su idea es seguir viajando y llevarlas con ella para darlas a conocer en más lugares junto con la historia de estas mujeres. Para ellas también recibe donaciones a través del sitio web Colectate.

“Me encantaría seguir haciendo esto con otras comunidades e ir incorporando más productos. Este año vamos a África y ya estuve averiguando sobre comunidades en Kenia y Botswana”, anuncia entusiasmada.

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Indígena de la comunidad Wayúu haciendo carteras.
La comunidad

Sin luz, agua muy lejos y mujeres sin libertades

La comunidad indígena Wayúu se encuentra en la zona de la ciudad Riohacha, en el norte de Colombia (donde el río Ranchería se une al Mar Caribe).

Según cuenta Paula Abiusso, la zona más cercana a Venezuela (Alta Guajira) es la que tiene los niveles de pobreza y desnutrición más extremos. Ella y su pareja estuvieron en la Baja Guajira, donde las condiciones son mejores, pero tampoco son buenas.

“Hay una ranchería (asentamiento rural) que le vende sus mochilas a Italia y esa sí está súper bien. Por ejemplo tiene paneles solares”, comenta.

El lugar en el que ella estuvo no cuenta con electricidad y tiene un acceso muy limitado al agua, que deben ir a buscar a varios kilómetros. “Creo que llenar unos 10.000 litros de agua les sale US$ 50”, apunta.

Los hombres de la comunidad se dedican más que nada a la pesca, mientras que las mujeres hacen todo lo demás. “Aunque ellos dicen que el sistema es matriarcal y que las mujeres tienen el poder, en realidad no tienen mucha libertad. A partir de los 12 años las preparan para el casamiento, están dos años encerradas, y a cuando tienen 14 años viene un hombre y las compra. Todavía existe la entrega de dotes”, relata Paula.

Agrega que organizan todo el sistema familiar, trabajan y traen el dinero a la casa, pero este se lo queda el hombre. “Las mujeres no tienen voz ni voto”, acota.

La comunidad Wayúu tiene su propio dialecto que, al no tener nada registrado, es muy difícil de aprender para el que viene de afuera. “Al principio yo sabía decir cuatro cosas: ‘hola’, ‘chau’, ‘me llamo Paula’ y ‘¿cómo estás?’ Luego fui anotando todo como en un diccionario porque además hay una línea de nuestras carteras que tiene todo palabras en wayuunaiqui y cada vez que vamos tenemos que decirlas”, indica la diseñadora.

Acota que las comunidades que viven más cerca de las ciudades también hablan español.

En Instagram (@mukamu.wayuu) tiene colgados videos que registran toda esta realidad.

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Paula Abrusso en la comunidad Wayúu.

Por el mundo

Una viajera que desafía lo que dicen las guías

“Yo no hago tours, a mí me gusta convivir. A todos los lugares que voy busco gente local que me abra las puertas de su casa, que pueda cocinar con ellos comida típica, ver cómo es su día a día. Por eso viajo por tanto tiempo”, confiesa Paula a la hora de describirse como viajera.

Hace unos tres años que está recorriendo el mundo. Primero lo hizo sola; desde junio del año pasado lo hace con su pareja Nicolás, aunque se dan la libertad de que cada uno viaje solo.

Reconoce que hizo bien en comenzar por Europa, porque es un continente seguro y en el que hay más infraestructura para todo. También es muy seguro el sudeste asiático.

“Empecé a desarrollar mi intuición y ver qué vibra me das, si me iría o no contigo”, explica. Así recorrió todo el Amazonas en barco hasta llegar a la triple frontera, desmintiendo lo que leía en internet, de que una mujer sola no puede hacer ese viaje. Por supuesto que hay lugares que evita, como las zonas en guerra.

“La única vez que la pasé mal fue en Marruecos, que me persiguieron 10 hombres porque yo estaba con los hombros al descubierto. Fue mi primer choque cultural”, confiesa y se disculpa diciendo que el error fue de ella porque es quien debe adaptarse a las reglas del país que visita.

Cuenta que donde realmente tuvo miedo fue en México por la presencia de los carteles. “Por suerte estaba con Nico”, acota.

Asegura que siempre encuentra gente que funcione como guía. “Uno hace familia en el camino”, sostiene.

Quiere organizar viajes a tribus y comunidades desde Uruguay y ya logró el interés de dos agencias de viaje locales.

Instagram: @viajesdeunauruguaya

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Paula Abrusso con la comunidad Wayúu.

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