Publicidad

Inés Pereyra: la vida en La Pedrera, el duro momento de salud que atraviesa y su deseo de volver a los medios

La periodista y comunicadora anhela retornar a la esfera pública tras seis años de ausencia, aunque hoy su prioridad es recuperarse: la espera otra entrada al quirófano por una hernia de disco.

Compartir esta noticia
La periodista y comunicadora Inés Pereyra
La periodista y comunicadora Inés Pereyra
Foto: Leonardo Maine

El último trabajo estable que tuvo Inés Pereyra (36) en televisión fue Vespertinas, y aunque no se arrepiente de haber renunciado al magazine de Canal 4-“había mucho conflicto, tenía que meditar para ir, y no sentía que fuera mi lugar”, revela a Domingo-, no quita que sienta nostalgia de aquella época: “Extraño los medios, sobre todo lo que se genera con la gente, saber que estás acompañando o haciendo reír a alguien”, confiesa. Pasaron seis años y, si bien recibió alguna propuesta y tuvo una reunión con una radio, ninguna prosperó.

No es tan simple que eso suceda, ya que la vida de Inés es muy distinta a la de 2018. El presente la encuentra viviendo en La Pedrera (Rocha) en contacto con la naturaleza y con las manos en la tierra todo el día. Allí se instaló en diciembre de 2022, tras volver de España con un máster en ciencia de las religiones cursado en la Universidad Complutense de Madrid. Por ende, para que su retorno a la esfera mediática pudiera cuadrar, debería ser en un formato semanal.

A eso se suma un quebranto de salud que fue el que la trajo obligada de vuelta a Uruguay. Había dejado su trabajo como asesora en comunicación para una red de ONGs de conservación marina tras sufrir un burnout, y tenía decidido quedarse un semestre más en España para hacer algunas materias de escucha, pero el estrés le pasó factura y el plan se hizo añicos.

“Volví porque estaba muy mal de la espalda, llevaba cuatro meses en cama sin poder moverme. El burnout derivó en la espalda dura, crisis un par de meses, que era a lo que estaba acostumbrada, pero cuando pasó el tiempo y vi que no me podía levantar, tenía una hernia de disco”, revela.

Fueron ocho meses muy duros: infiltraciones, bloqueos, exceso de píldoras, cuatro meses sin poder caminar, una entrada al quirófano... Y no termina ahí.

“Me operaron y seguía con mucho dolor. Hace unos meses me hicieron otra resonancia y me volvió a salir otra hernia de disco, pero ahora con todas las vértebras destrozadas así que me espera de nuevo el cuchillo. Estoy tomando 17 pastillas por día. Deseo con todo mi corazón poder salir de esto porque no es vida. Solo las personas que conviven con dolor crónico y tienen momentos en donde no pueden comer ni aguantar un par de medias puesto, saben de lo que hablo”, declara quien tuvo una vuelta fugaz a la vida pública con Monólogos de la vagina el 3 de marzo en el Solís junto a otras comunicadoras, pero se tuvo que bajar de las siguientes funciones.

“Fue sentir que volvía a la vida pública. Vuelven el 31 de mayo y el 1° de junio pero con la espalda así ya no me puedo sumar”, se lamenta.

Multifacética

Nació en Montevideo hace 36 años -su madre es capitalina- pero rápido se mudó a Rocha, donde transcurrió su infancia. Cuando entró a preescolar sabía leer y escribir. Guarda recuerdos entrañables de la escuela Ramírez y de todas sus maestras, a las que invitaba a cada cumpleaños. Fue precisamente una de ellas, Beatriz González, que después de ver el excelente desempeño de Inés como maestra de ceremonias en un acto patrio de primer año, se acercó a su madre y le sugirió que la anotara en un curso de declamación. “Ahí me enamoré de García Lorca y Juana de Ibarbourou”, dice.

Enseguida y por circunstancias familiares terminó haciendo su debut televisivo con 7 años, justamente declamando. Sucedió una vez que le pidió a su abuelo Carlos Julio Pereyra -referente del Partido Nacional fallecido en 2020 con 97 años- que quería acompañarlo a una entrevista, y su adorado ‘Tata’ la llevó a Hablemos, el ciclo de Jorge Traverso, donde terminó recitando al aire. A partir de ahí, su maestra le asignó 15 minutos cada viernes para que declamara frente a sus compañeros. Y ella feliz.

En paralelo estudió flauta dulce 10 años y cuando se mudó a Montevideo para terminar el liceo empezó a dar clases de este instrumento a sus primas. Luego se cruzó con Orlando, un señor que había convivido con un músico, tenía flautas, quería aprender a tocarlas y se convirtió en su primer alumno formal.

Dio clases hasta 2011, cuando decidió hacer un parate porque tenía siete trabajos a la vez y no daba abasto. Hoy tiene sus flautas guardadas y las agarra muy de vez en cuando para tocar.

Le fascina el cine, el teatro y las artes plásticas. En los momentos difíciles, cuenta, aflora su veta artística: “En la adolescencia escribí mucha poesía y hasta hace un par de meses también, lo necesitaba. A los 20 años escribía poesía erótica, ahora hay algo de crítica social y de hacer valer cada minuto”.

Familiera

Se crio entre la tranquilidad rochense, las idas al campo con su hermano menor y sus abuelos paternos y las visitas a sus parientes maternos en la capital.

“Rosita y Tata nos iban a buscar a Rocha y pasábamos todos los fines de semana con ellos en el campo. Era hermoso. En vacaciones de julio iba a la casa de mi abuela en Montevideo, y veía a mis primos y tíos. Me acuerdo de ir al cine Trocadero a ver El Rey León y al Parque Rodó. Era todo enorme y tan distinto a Rocha”, compara.

Recuerda con mucho cariño cuando se subía a la camioneta de su tío Pepe y acompañaba a su abuelo Tata en las caravanas por Rocha durante la campaña electoral. Años después, se dio el lujo de homenajearlo en vida con el documental Detrás del traje, que nació como una tesis de grado para la licenciatura en Comunicación que hizo junto a su compañero Diego Cortinas, y se convirtió en una pieza memorable donde mostró la faceta más humana del político.

“Le pregunté si podía hacer un documental sobre él pero no le di mucha opción y pensó que iba a ser algo un poco más íntimo”, cuenta. Sin embargo, fueron cuatro años de un trabajo agotador por el que no podían parar de filmar. “Aprendí a observar miradas, gestos, silencios, entonces empecé a cuidar el REC. Prendo la cámara en momentos que sé que algo puede venir, antes filmaba todo: iba a almorzar, a merendar o cenar con mis abuelos y caía con la cámara”, dice.

Defendieron la tesis en 2016 y salvaron con sobresaliente dos semanas después de que Inés perdiera a su abuela Rosita. La nota, además, los ayudó a darse cuenta de que el material tenía potencial, a pesar de ser doméstico y de bajo presupuesto: “Me empecé a mover y recibí la ayuda de la gente de Océano FM, donde estaba trabajando, para estrenarlo en el Movie. Fue una presentación hermosa con la sala principal llena”, recuerda.

El documental se proyectó en varias ciudades del interior y fue un regalo mágico que sirvió también para recargar de energías a su abuelo: “Esa noche salimos a cenar con todo el equipo, estaba lleno de gente joven que no tenía ni idea de quién era Tata y él se copó charlando. Fue una manera de distraerlo un poco de ese duelo, después de estar 70 años con la misma persona y tener un motivo para seguir moviéndose”, asegura su nieta.

Por genética o gusto personal, la política siempre le interesó y, si bien dice que ahora no tiene la energía para meterse en un ambiente tan complejo, no descarta que algún día suceda. Por ahora elige colaborar con la sociedad vinculándose con ONGs de conservación marina.

Presente

Inés Pereyra
Inés Pereyra
Foto: Leonardo Maine

Realiza distintas consultorías, conduce eventos, trabaja en conservación marina y anhela volver a los medios, ya que en 2018 se bajó de Vespertinas para apostar a Todo Pasa (Océano FM) y la jugada le salió mal:

“A fin de año dijeron que no sabían si seguía el programa y el 2 de enero me llamaron para decirme que había chances de seguir pero bajándome el sueldo y subiéndome las horas al aire y resolví dar un paso al costado. Hay gente que acepta con tal de estar en el medio pero no iba a estar feliz levantándome todos los días a las cinco de la mañana para trabajar en un lugar donde no me sentía valorada”, revela.

En febrero pasado posteó en Instagram: “Han sido dos años de pura locura, de tocar fondo y no saber que se podía llegar más abajo” (en relación a su espalda). Probó de todo: lo esotérico, medicina oriental, biodecodificación y hasta estudió tres años la carta natal por consejo de su masajista. “Me dijo que me iba a ayudar a entender desde el punto de vista de las energías de los planetas a qué tenía referencia el tema de la espalda”, dice. Y reflexiona: “Ese camino lo recorrí y ya no me da lo que necesito”.

Este quebranto la ayudó a depurar sus vínculos y quedarse con los que sí les interesa la amistad. Medita mucho y está muy tranquila. Pasa el día en su huerta, camina cuando la espalda la deja, disfruta el aire del mar y come sano. “Tenía que pasar por esto. Lo tengo asumido y tengo la energía puesta en terminar de salir de esta situación que está llevándome más de la cuenta”, concluye Inés.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad