"Laura, te tienes que ir una semana a los Andes, que a mí no me dejan subir, que ya soy muy mayor”. El llamado era de Félix Bergés (65 años), supervisor de efectos visuales en momentos en que se estaba preparando el rodaje de La sociedad de la nieve. “Queríamos ir juntos, pero era muy peligroso y no hacía falta correr ese riesgo”, recuerda Laura Pedro (36), la otra responsable de que la película de Juan Antonio Bayona se viera tan real como finalmente se vio, lo que a la postre le valió su tercer Goya y un sinfín de otros reconocimientos. Laura no solo quedó marcada por el film y lo que contaba, sino que contrajo una especie de “deuda” con Uruguay que hace unas semanas regresó para saldar.
“Esos dos meses de rodaje en Uruguay fueron de trabajar y trabajar. Me debía conocer el país”, dice a Domingo recién llegada de Rocha, donde recorrió la costa de la mano de su amiga, la actriz uruguaya Alfonsina Carrocio (Susana Parrado en La sociedad de la nieve). También disfrutó de espacios como Cinemateca y compartió rato con amigos que había hecho en el año que llegó al Uruguay por primera vez para filmar la película de Bayona.
“Sabía del país porque cuando tenía 14 años gané una beca con mis compañeros de escuela para ir a estudiar a Canadá. Y allí hice mucha amistad con uruguayos. Había entonces una conexión, pero hasta que llegué aquí no me acordé de que eso existía dentro de mí”, reconoce en una cafetería del Barrio Sur, barrio donde se instaló para combinar algo de ocio con mucho de trabajo.
Hace 12 años que Laura no se toma vacaciones. Si su pasaporte está lleno de sellos es porque sus proyectos la hacen recorrer el mundo. Parar, imposible. “Me encantaría en algún momento no estar pendiente de nada, pero viajo con dos ordenadores”, comenta y enseguida recuerda entre risas que en la foto que Alfonsina le sacó paseando por Casapueblo, está con su computadora en la mano.
Fueron días de levantarse a las 5 de la mañana, porque ya a esa hora desde España le caía alguna llamada; luego organizar un poco la jornada, volver a la cama para recuperar un poco de sueño y levantarse a “una hora más normal” para seguir el ritmo de los uruguayos.
Detallar todo lo que ocupa su agenda hoy en día llevaría un rato. Por un lado están las películas que se están rodando; por otro, lo que está en proceso de postproducción, y finalmente lo que se empieza a preparar. “Yo estoy antes, durante y después de cualquier proyecto audiovisual en el que se me necesite”, explica.
Por ejemplo, llegó a Montevideo desde Colombia, donde estuvo trabajando para la serie Cien años de soledad. Una experiencia muy distinta a La sociedad de la nieve. “Mucho calor, mucha humedad y muchos mosquitos que solo me picaban a mí”, comenta entre risas sobre la supervisión que realizó de los episodios dirigidos por Laura Mora, también showrunner de la serie basada en la novela de Gabriel García Márquez.
En la piel
Laura ha definido al rodaje de La sociedad de la nieve como el más intenso de su vida y de más trabajo de postproducción.
“Cada pasito que dábamos en la película, cuando la rodábamos, la diseñábamos, la pensábamos, acompañábamos al director… era como subir de nivel, y subir y subir y subir”, asegura. “Por eso es la película que más ha necesitado de mí, de estar presente todo el rato”, agrega.
Se remanga la camisa y muestra un pequeño tatuaje en su brazo que dice Sec.36. Fue una secuencia que dio mucho trabajo, que debieron rodar muchas veces por las distintas jugadas que les planteaba el clima de Sierra Nevada, lugar de España donde simularon Los Andes.
Cuando llegaron no había nieve y filmaron; cuando la nieve comenzó a caer, volvieron a filmar, y cuando se dieron cuenta de que les faltaban algunas cosas, retornaron, pero una calima dejó la montaña de color anaranjado. Fueron cuatro meses rodando de a partecitas.
“Era como El Día de la Marmota —bromea—, así que un día le dije a mi compañera de trabajo Gloria Blanes que cuando termináramos de filmar esa secuencia, me la iba a tatuar”, relata y añade que cumplió su palabra con un tatuador montevideano.
El destino
Nacida en el pueblito catalán de Montgat, muy cerca de Barcelona, Laura entró a la Escac (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya) con el sueño de ser camarógrafa. Pero cuando estaba terminando el primer año sufrió un accidente de moto con una amiga que derivó en que tuvieran que operarle el brazo. Eso le quitó la posibilidad de reunir las notas necesarias para acceder a su primera opción de estudio. Entonces fue por la segunda, los efectos visuales.
Al principio se puso muy triste, sintió que le estaba fallando a sus padres, que eran los que le pagaban la carrera. Hasta que un día se sentó con su madre y le dijo: “¿Sabés qué? No pasa nada, voy a intentar ser la mejor. Aprovechar, aprender y hacerlo lo mejor posible”. Y vaya si cumplió.
Trabajó en todos los rodajes que pudo, ayudando en lo que fuera, reuniendo una experiencia tal que cuando terminó la universidad la convocaron para unirse al equipo de posproducción de la multipremiada Un monstruo viene a verme (2016), su primera vez bajo las órdenes de Bayona.
En 2018 se convirtió en la primera mujer en ganar el Goya a Efectos Visuales por el film de superhéroes Superlópez. Repitió en 2021 con Asalto a la casa de la moneda y en 2023 con La sociedad de la nieve.
“No es que nadie me exija nada, pero yo sí me exijo mostrar lo que hago”, señala respecto a lo que representa este galardón para ella. “Además es defender lo que hacemos, porque no siempre se habla bien del trabajo en el sector de los efectos visuales”, se lamenta haciendo alusión a la tendencia que existe actualmente de decir que no se utilizan efectos por computadora. “Es algo que nos acaba hiriendo bastante porque es mentira, se usan. Como que todo el rato menosprecian tu trabajo”, acota.
Laura asegura que ese “trabajo invisible” que hace —como suele considerarse a los efectos visuales— no difiere ya sea lo realice para la gran pantalla del cine, como para una más pequeña de una plataforma. “Nuestra exigencia de calidad es exactamente la misma. Nuestra manera de trabajar es totalmente igual de locos. De ampliar, mirar y buscar la perfección, y hasta que no la encontramos seguimos pensando y pensando”, señala.
Como espectadora, mira todos los géneros, y como trabajadora del cine sostiene que no se decantaría en “quiero hacer solo películas de acción”. Lo que busca siempre es que se cree una conexión de poder acompañar a quien le solicita sus conocimientos. “Siempre le pido a Jota que me escriba un musical y él también lo quiere hacer porque nos gusta mucho”, dice sobre Bayona, con el que nunca le faltan ganas de volver a trabajar. “Con toda la gente con la que he tenido la oportunidad de trabajar es también con la que suelo repetir. Me ha ido bien con ellos y a ellos también conmigo porque normalmente me llaman. Mi meta es seguir creciendo, seguir aprendiendo”, apunta y agrega otra asignatura pendiente: una película de terror.
Confiesa que, si bien entiende y le gusta la parte de dar notas sobre el trabajo que hace, la campaña de promoción de La sociedad de la nieve llegó a abrumarla. “Hubo un momento que dije: ‘no puedo más’”, recuerda sobre esa extensa gira que la llevó por distintas ciudades del mundo.
Destaca que su familia sabe entender sus ausencias, algo fundamental para quien solo abandonó el rodaje de La sociedad de la nieve por dos cosas: una, para recibir su segundo Goya en Valencia, y la otra, para ir al cumpleaños número 80 de su abuela. “No me lo podía perder”, remarca y agrega que por estos días su hermana estaba por dar a luz a su segundo sobrino, Bosco. “El primero se llama Bruno”, cuenta.
Entre los proyectos que Laura tiene entre manos está abrir una productora con su socia y amiga Fiona para intentar acompañar a nuevos creadores y nuevas miradas. “Nuestra primera creadora es Alfonsina (Carrocio). Le hemos producido un corto que ahora estamos empezando a mover por festivales”, anuncia entusiasmada.
Para descansar habrá tiempo. Si tiene algún rato, como vive muy cerca de su pueblito, se hace una escapada y disfruta del aire libre. “Un poco menos contaminada”, apunta.
-¿Qué es lo que hacés para desconectar por completo?
-Creo que leer me ayuda bastante, pese a no descansar la vista. Y me gusta más la montaña que el mar. Estando en la montaña o en el campo, con un libro y con gran compañía, es lo que disfruto. Es lo que suelo hacer: irme para Lleida o para el centro de Cataluña a no hacer nada y ya.