Francisco Fattoruso es uno de esos pocos artistas de los que se puede decir que llevan la música en la sangre. No en un sentido figurado, sino literal. Hijo de un referente como Hugo Fattoruso y de la cantante carioca de bossa nova María de Fátima Quinhoes, este bajista, compositor y productor ha forjado una carrera que trasciende estilos y fronteras. En entrevista con Domingo, comparte cómo su legado familiar y su vida nómada han moldeado su trayectoria, desde sus inicios en el Trío Fattoruso hasta sus colaboraciones internacionales y su proyecto Martes On Fire, que a partir del 2 de setiembre tendrá una nueva edición en la Sociedad Urbana Villa Dolores.
Nacido el 10 de agosto de 1979 en Las Vegas, Estados Unidos, Francisco pasó su niñez entre Brasil, Uruguay y Argentina, en un hogar donde la música era omnipresente. “En el living de casa había armado siempre una especie de home studio con el piano eléctrico, teclado, batería electrónica y un grabador de casete de cuatro canales”, recuerda. Su padre, figura clave de la fusión del jazz con el candombe, siempre estaba componiendo o estudiando, mientras su madre ponía discos de João Gilberto o Tom Jobim. “Siempre estaba sonando algo muy bueno. Yo no le daba bola porque escuchaba la música de mi generación, pero la sentía todo el tiempo”, admite.
La casa de los Fattoruso era un punto de encuentro para músicos. “Venían artistas grandes. Me acuerdo que venía Djavan, de noche, y se quedaban con mi padre haciendo arreglos de canciones”, relata Francisco. Esta exposición constante inició su educación musical. “Cuando mi padre no estaba, me ponía a tocar ahí, a inventar cosas, a jugar un poco”, cuenta, describiendo cómo comenzó a explorar instrumentos desde pequeño.
A los 6 años tocaba piano, a los 8, guitarra criolla, y a los 11 encontró su pasión definitiva en el bajo eléctrico. “Tenía amigos que tenían batería, guitarra... Queríamos hacer una banda y no había bajista”, explica. Su hermano le regaló un bajo, y aunque al principio prefería la guitarra, llegó un momento en el que se dio cuenta de que había alcanzado una conexión con el instrumento. Un verano en Brasil lo confirmó: “Iba todos los días a una tienda de música para agarrar un bajo y ponerme a tocar”, recuerda.
Francisco no conoció a su abuelo Antonio, el fundador del Trío Fattoruso, quien falleció a los 55 años, cuatro años antes de su nacimiento. Sin embargo, el legado musical de su familia -con su padre Hugo y su tío Osvaldo, pioneros con Los Shakers y Opa- fue una escuela en sí misma. “Aprendí más que nada con mi padre, que me hacía tocar canciones. Me decía ‘vení, sentate, agarrá el bajo y vamos a tocar este tema de Chico Buarque, o tocá este tema mío’”, recuerda.
En su adolescencia exploró su propio camino musical con Bacteria, una banda con un sonido más pesado, influenciado por el rock y el metal de su generación. A los 18, tuvo su primer trabajo profesional en Estados Unidos, tocando canciones de los 70 en bares y boliches. “Aprendí un montón de música. Tocábamos casi todas las noches, viajamos, y ahí cumplí mis 18 años con esa banda”, rememora.
A los 19, se unió al nuevo Trío Fattoruso, con él en el bajo junto a Hugo y Osvaldo (estos dos últimos tocaban originalmente junto a su padre siendo unos niños). “Fue como una bendición musical, porque eran dos grandes músicos con mucha experiencia y talento, y tenían una gran paciencia conmigo”, dice. Con ellos grabó Trío Fattoruso (2001), Brainstorming (2020) y Global Warming (en 2021), así como un álbum en vivo, en 2005, en el club Medio y Medio. “En muy poco tiempo aprendí mucho”, asegura, destacando cómo esta experiencia aceleró su crecimiento musical.
Apellido y talento propio
El apellido Fattoruso es sinónimo de excelencia musical en Uruguay. “Para mí es un honor llevarlo. Y más allá de lo emocional, de mi viejo me declaro absoluto fan”, confiesa quien ve a su padre como “inalcanzable” por sus logros en el mundo de la música. Sin embargo, sabe que el talento no basta. “Si vos no tocás bien, por más apellido que tengas, marchaste”, sentencia.
La vida de Francisco ha sido un viaje constante. A los 18 se mudó a Atlanta, donde se sumergió en la escena del gospel y el hip-hop, y más tarde a Los Ángeles, donde reside actualmente. Allí, su versatilidad lo ha llevado a colaborar con artistas como Milton Nascimento, Charly García, Molotov, Beto Cuevas, Illya Kuryaki and the Valderramas, Fito Páez, Calle 13 y Diego Torres. “Cada artista es un mundo diferente por cómo ve la música y qué es lo que está buscando”, explica. Y agrega sobre la experiencia de tocar junto a figuras de renombre: “Siempre lo veo como un aprendizaje; es emocionante, pero también un desafío”.
Además, en Los Ángeles, toca gospel todos los domingos en una iglesia. “Es una música muy energética, muy poderosa, llena de arreglos complejos y lindos”, dice, aclarando que este aspecto de su vida no está motivado por la religión, sino por la expresión artística en sí misma.
Con cinco álbumes solistas -House of Groove (2007), Music Adventure (2013), Khronos (2016), Random Archives (2019) y Épocas (2021) -, Francisco refleja su vida de una búsqueda constante, sin encasillamientos estilísticos.
Actualmente trabaja en un nuevo material discográfico que está “no lejos de estar pronto”. También participa en proyectos diversos, desde jazz y música cubana hasta R&B y rock, y acompaña a artistas como el brasileño Iván Lins en sus giras por Estados Unidos. “Es un honor total para mí poder tocar con él y sus músicos”, asegura.
Martes de fuego
Uno de los proyectos que ha hecho conocido a Francisco Fattoruso es Martes On Fire, un ciclo que comenzó en Montevideo a fines de 2011, inspirado en las jam sessions (improvisaciones) de Atlanta. “No quería perder eso. Siempre tenía un lugar para ir a tocar todas las semanas, conocer músicos, aprender música nueva, improvisar”, explica. El 2 de setiembre de 2025, Martes On Fire se presentará en un nuevo lugar, la Sociedad Urbana Villa Dolores, a las 19 horas. “Estamos probando un horario nuevo porque los martes siempre se va muy tarde y para mucha gente es difícil”, dice, entusiasmado por una banda formada por Matías Rada, Diego Soca, Camila Sapin y varios invitados sorpresa.
Para Francisco, las jams son un espacio de libertad y comunidad. “Es todo en el momento. Se tocan los temas que se saben, se cambia la formación, es muy distendido”, describe. Pero más allá de la espontaneidad, Martes On Fire ha creado una comunión artística. “Conocí una cantidad de músicos y los pude recomendar para trabajos”, destaca.
Hugo Fattoruso le dio innumerables consejos, desde la responsabilidad de llegar temprano a los ensayos hasta la importancia de estudiar. “Había cosas que aprendía sin que él me diga, por copiarle. Si el ensayo es a las 11, él llega a las 10 y prepara todo”, cuenta. Hoy, Francisco mantiene esa disciplina, consciente de que ser músico requiere estar “en buena forma”. “Es como un atleta. Hay que hacer un mantenimiento porque si no empezás a deteriorarte”, explica.
Desde las jams de Martes On Fire hasta sus proyectos en Los Ángeles, la carrera de Francisco Fattoruso es un testimonio de su capacidad para unir raíces uruguayas con influencias globales. Con un nuevo disco en camino y una agenda llena de colaboraciones, demuestra que la música es, para él, lo mismo que ha sido para su abuelo, su padre y su tío: un viaje sin fin.