El arte es una potente herramienta de expansión interna para Fran Ruiz Barlett (39) y el autodescubrimiento casi el único norte posible para él. No es casual que la canción que flechó al músico, actor, escritor y director argentino con 12 años haya sido Desarma y sangra. Ese niño enamorado de la melodía en un piano de Charly García no imaginó que el verso que cantó hasta aburrirse -“no existe una escuela que enseñe a vivir”- atravesaría su historia, marcaría su vida y haría que su camino coincidiera con el de Cris Morena.
Esas palabras que Charly escribió en 1980 resuenan en su día a día desde que con 16 años decidió abandonar el conservatorio donde iba a estudiar piano porque la formación no terminaba de adecuarse a lo que buscaba: no iba detrás del virtuosismo del instrumento; quería poder usar el piano para expresar y comunicar lo que sentía y lo sensibilizaba. La educación formal no fue su aliada y apenas se alinearon los astros fundó su teatro El Método Kairós, para luego sumar una escuela de actuación orientada a la autogestión.
“Es mi métie, por lo que en 2021 Cris Morena me llama para participar en Otro Mundo y tiene que ver con estudiar la técnica para encontrar tu voz. Me importa menos que (mis alumnos) sean técnicos y más que sepan qué quieren decir”, declara a Domingo.
Entró como coordinador del área escénica y muy rápido deslumbró a la productora con su investigación filosófica artística. Cris le confió primero la cátedra de autogestión y creación, y en poco tiempo lo nombró director artístico de su facultad.
Hay más: este año le propuso interpretar a Salo en Margarita, un spin-off de Floricienta que se verá en 2024 por la plataforma HBO Max. Fran se mudó a Montevideo el 20 de julio para rodar “en las grandes ligas” junto Isabel Macedo, Rafael Ferro, Mery del Cerro y un gran elenco. “Mis experiencias como actor audiovisual escasean, entonces cuando firmé los papeles sentí un agradecimiento de que Cris haya apostado por mí (y se lo dije). Ella sabe que no tengo esa búsqueda de la fama y le tengo un respeto parecido al miedo”, confiesa quien define las disfrutables caminatas que dio en la rambla montevideana como un acto poético.
La serie no es el único proyecto que lo arrastró a Uruguay: el 18 de enero estrena en el Undermovie El Juego Inicios, una obra de teatro de terror que en Argentina lleva tres temporadas y es furor. “Van a ver un elenco joven uruguayo que vale la pena subrayar; se han embarcado en un proyecto de dirección distinto a otros porque es muy matemático”, dice este director amante del género de terror.
Cosmos
Toca el piano, la guitarra, la batería y el bajo. La música fue su puerta de entrada al arte y a un sitio donde sentirse cómodo con lo que es. La actuación apareció después, aunque nada es azaroso en su historia, más bien los hechos se amalgaman cual piezas de un puzzle. Es que sus padres se conocieron en una clase de teatro. “El teatro acompañó mi existencia aunque nunca había entendido que podía ser parte de mi vida, hasta que el director de una obra donde yo hacía la música me dijo ‘vos tenés que actuar’ y me puso a protagonizar una obra infantil. A partir de ahí se desplegó una nueva versión de Fran, el Fran actor que me acompaña hasta hoy”, asegura.
Luego, dice, el universo colaboró, para que desembarcara en una obra atrás de la otra, le propusieran dirigir y escribir. “Empezaron a pasar cosas como una suerte de bola de nieve y muchas veces me siento un espectador de mi propia historia”, reflexiona.
Medita, es vegetariano, curioso, inquieto; se adentra en laberintos del pensamiento con gran facilidad y permanece en ellos más tiempo del que su terapeuta le aconsejaría. De ahí que también sea astrólogo, reikista, lector de Registros Akáshikos: todas disciplinas que han aparecido en su vida para ayudarlo a conocerse más y aceptarse. La astrología, cuenta, lo rescató de los ataques de pánico. Estaba sumergido en una vorágine laboral, iba a terapia pero no podía cortarlos y su novia de ese entonces lo llevó a hacerse una carta natal. “Era imposible que un desconocido estuviera describiendo a la perfección una angustia que ni siquiera yo podía traducir en palabras. Fue un acto de psicomagia y se me terminaron los ataques de pánico. Decidí investigarlo y empezó este viaje”, relata quien es astrólogo hace dos años.
No puede escapar de sus búsquedas internas y todas repercuten en su arte. Su incursión en el terror (género poco trabajado sobre las tablas) es un ejemplo. Sentía que al espectador se le daba “la comida masticada” y no estaba afín a ese rol pasivo: “El teatro es un ritual, no hay una función igual a la otra y eso quiere decir que hay un público que trae información energética”, apunta. Indagó y encontró en el terror una herramienta para volver más activo al auditorio.
“El miedo es una emoción de la que nadie puede permanecer al margen. Cuando se activa, lo que pasa es notoriamente distinto a lo que pasó en otras obras que hice”, observa. Y asegura que logró su cometido: sentir que el público esté vibrante y resonante.
Aclara que el susto efectista propio del cine no está buscado en El Juego sino que prima la sugestión: “El susto se genera por empatizar con un grupo de amigos que están jorobando con un juego y de pronto empiezan a sumergirse, sin saberlo, en un lugar primitivo. Te produce cierto miedo a lo que puede llegar el ser humano para sobrevivir”.
Matías Puricelli, dice, es su aliado cósmico. Se conocieron en el jardín de infantes y se han embarcado en un sinfín de aventuras juntos, incluso dieron sus primeros pasos en la dramaturgia de la mano. “Es un maestro que me han puesto para que marche conmigo y me acompañe”, señala. Y narra cómo fue que armaron a dúo y a pulmón El Método Kairós, una original propuesta de teatro, escuela y bar en el corazón de Palermo (Buenos Aires) que Fran define como un espacio de trinchera cultural. “Un día estábamos caminando por la calle, veníamos con los traspiés de hacer obras en teatros con productores que no les importaba nada el arte y dijimos ‘tenemos que tener un teatro’. Era casi una utopía dada nuestra situación económica, la situación del país y nuestro oficio de ser artistas independientes. Pero a partir de esa manifestación empezó un movimiento que hizo que armáramos el teatro. Luego abrimos la escuela, que era lo que había querido hacer siempre, y después nuestra productora”, cuenta.