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DESEMBARCA CON SU PROYECTO "OTRO MUNDO"

Cris Morena busca nuevos talentos en Uruguay: "Me dejo guiar por la intuición"

La productora está enfocada a descubrir talentos jóvenes en su espacio Otro Mundo. Bajo esa consigna realizará una masterclass en la sala Hugo Balzo del Sodre en Montevideo el próximo 19 de junio.

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Cris Morena
Cris Morena en Montevideo.
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

Entrevistar a Cris Morena es entrevistar a una leyenda viva de la televisión. Sus producciones marcaron a fuego a generaciones que todavía guardan en su corazón personajes o canciones que nacieron en la imaginación de esta exitosa productora. Chiquititas, Floricienta o Rebelde Way (por citar solo algunos) no solo fueron éxitos, sino que lo siguen siendo entre niños y jóvenes que acceden a estos productos a través de plataformas on demand. Su último gran proyecto se llama Otro Mundo, un espacio de aprendizaje de artes escénicas en el que Cris despunta su principal pasión: descubrir talentos. “Lo que más me gusta es encontrar el brillo en los ojos de alguien”, asegura en el marco de una charla en la que repasa las formas con las que revolucionó la industria.

Cris Morena
"Tengo que elegir muy bien a los adultos en mis producciones porque la prioridad siempre son los niños", explica.
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

-Estás por presentar tu Masterclass en Uruguay, ¿cómo definirías tu vínculo con el país?

-Divino, me encanta Uruguay. Pasé muchos veranos en Punta del Este, sobre la parte de la Mansa que es donde más me gusta, y también en José Ignacio. Uruguay es un país dulce. Es todo ondulado y muy lindo. Ahora vengo de hacer una audición de chicos uruguayos para entrar en Otro Mundo, que es un espacio de aprendizaje en el que formamos chicos en artes escénicas, canto, baile, actuación, música, y audiovisual.

-Este proyecto tiene que ver con tu perfil de descubridora de artistas, algo que marcó tu carrera.

-Eso es lo que más me gusta: encontrar el brillo en los ojos de alguien y darme cuenta de que tiene algo adentro que lo lleva a luchar por lo suyo, eso que tiene el artista de diferente. A veces es el abismo, o el brillo de una mirada.

-Entre otras artistas te pasó con Lali Espósito, que viene de alcanzar el hito de ser la primera mujer en llenar la cancha de Vélez.

-Con Lali fue una cosa infernal desde el primer momento que la vi. Apareció y enseguida dije “esta chiquita”. Con Luisana (Lopilato) me pasó que le dije que no tres veces porque no daba con la edad, y recién la última vez la identifiqué entre un montón de chicos. La vi y le dije “vamos, que quiero hablar un rato con vos”.

-Ambas formaron parte de distintos elencos de Chiquititas, ¿qué importancia le das a este programa en tu carrera?

-Fue algo muy novedoso. Fueron muchos años y varias temporadas, y además hice Chiquititas Brasil que fue una locura. Vinieron cincuenta familias de brasileros a grabar a Buenos Aires durante cuatro años, y lo mismo para México, y todo a la vez. Fue una cosa rarísima que no se había hecho nunca.

-Fue el proyecto en el que vos dejaste de aparecer en cámara para dedicarte íntegramente a la producción, ¿cómo recordás ese salto?

-Yo había terminado Jugate Conmigo después de cinco años y sentía que la televisión había comido bastante de mi vida personal. Entendí que era el momento de alejarme de las cámaras. Chiquititas no había empezado demasiado bien. No era mi producción, y yo había hecho solamente las canciones. Un día me ofrecieron producirla y acepté con la condición de hacer cambios. Hice cambios tremendos, de producción, autores, y duró siete ciclos, además de todo lo que sucedió en el mundo entero con el programa. Fue la primera historia que se vendió al exterior.

-Decís que la televisión te comía tu vida personal en la etapa de Jugate Conmigo, ¿lo dejó de hacer cuando te pusiste al frente de la producción de tantos programas?

-Pero no es lo mismo poner la cara. Antes tenía que estar pendiente del maquillaje, del pelo, etc. Tomar la decisión fue tremendo y lloré un año, pero fue una decisión que tomé yo misma. Cuando vino la producción, fue tanto más poderosa. Si hubiera seguido frente a cámara posiblemente hubiera tenido un programa propio importante, pero con la producción tuve posibilidad de generar artistas para el mundo y hacer giras y teatro por muchos países. Fue tremendo. Fuimos ocho veces distintas a Israel, por ejemplo, con distintos elencos y decorados que se mandaban en barco un mes antes.

-Algo que ha caracterizado a tus programas es que trascendieron las diferencias geográficas y también las generacionales, porque aún hoy se consumen muchas de las tiras que hiciste en el pasado, ¿por qué creés que ocurre eso?

-Son productos nobles. Están hechos con mucha calidad. Varias veces intentaron copiarnos y lo hicieron mal. Las cosas se pueden copiar bien, pero siempre que nos copiaron hicieron malos programas. El tema es tener pasión adentro por lo que hacés, y a mí me fascina lo que hago. Soy muy detallista y estoy detrás hasta de la elección de cada cosa pequeñísima como una ropa o un decorado. La vestuarista me presenta todo un plan y yo voy eligiendo lo que quiero para cada personaje. Me meto mucho en la dirección de arte. A muchos productores eso no les interesa. Por otra parte, mis productos tienen música, y eso ayuda a que llegue más a todos lados.

-¿Cómo le trasladas ese nivel de exigencia a los más chicos?

-No es exigencia, es excelencia. El chico ve que vos le entregás un libreto, lo leés con él, le enseñás a marcarlo, le enseñás a colgar la ropa en su camarín o su espacio. Ellos no entran con el libro al estudio sino que llegan con la letra sabida. De otros lados después me dicen “qué placer trabajar con gente que salió de tus elencos porque son educados y amorosos”. Es importante tener un nivel de excelencia pero que ellos se sientan valiosos en el espacio que están ocupando. Yo los trato como gente grande, no como chiquitos o como bebés.

-¿Te ha costado más trabajar con adultos que con chicos?

-Obvio. No me divierte trabajar con adultos. Tengo que elegir muy bien a los adultos en mis producciones porque la prioridad siempre son los niños o los jóvenes. Los adultos acompañan con sus talentos o sus ganas. No hay muchos a los que les guste trabajar con chicos porque ellos opacan todo. Necesito encontrar adultos que además de buenos profesionales sean buenas personas y quieran entregar de sí mismos a los demás porque se están encontrando con chicos que recién empiezan. Los adultos con los que trabajé siempre fueron fabulosos en ese sentido. Hasta ahora me ha ido bárbaro. Por eso repito muchos elencos. Julia Calvo, por ejemplo, es una cábala para mí.

-Otra característica que tenían muchas de tus producciones era que tocaban temas que no eran habituales en productos juveniles, como trastornos alimenticios, reivindicaciones sociales…

-Sí, de hecho el personaje de Belén (Romina Yan) era asistente social. Yo me recibí de asistente social y por eso lo incorporé. En general tratamos de que sean historias que tengan un peso y no sean livianas. Por eso a veces me copian y veo que en el primer capítulo el problema es que los personajes no consiguen entradas para un show y me doy cuenta de que no tiene sentido. En el caso de Chiquititas eran chicos huérfanos que soñaban con tener una familia, por ejemplo.

-¿Los productos juveniles pueden volver a tener cabida en la televisión abierta o ya es un nicho solo de las plataformas on demand?

-Yo creo que las plataformas se van a transformar en canales de televisión para el mundo. Van a tener un formato bastante parecido. Ya nos están pidiendo cosas que son más parecidas a lo que se hacía en televisión que a formatos de plataformas. Por ejemplo, nosotros tenemos un espacio alucinante que se llama Otro Mundo donde invitamos actores o directores para charlas, y esa entrevista que yo hago le interesa a las plataformas. Están a la búsqueda de formatos que son casi televisivos, si bien tienen una estructura más cuidada. A su vez las plataformas van a estrenar un capítulo por día e incorporar publicidad, y yo cierro contratos con estas empresas que se muestran interesadas en merchandising y teatro. Es muy parecido a la televisión en ese sentido.

-Planteás entonces que las plataformas de a poco adoptan el rol y las formas que tenía la televisión, ¿y qué pasa con la televisión tradicional?

-La televisión abierta en argentina hoy está llena de enlatados y casi no hay ficciones nacionales. Yo amo la televisión y me resultaría muy raro que desaparezca. Amo la televisión de los 90 que fue maravillosa, pero después se fue perdiendo.

-Como todo gran fenómeno tus programas han generado fanatismo en todo el mundo y también algunas críticas, ¿cómo procesabas este tipo de apreciaciones?

-Los detractores en general fueron periodistas de los que después terminé siendo amiga porque empezaron a ver que no era lo que ellos creían, o que empezaron de una manera y terminaron de otra, sobre todo cuando iban al teatro y veían cómo se hacían nuestros espectáculos, que tenían un nivel con el que no se hicieron nunca más.

-¿Pero en el momento te enojabas?

-Me molestaban algunas columnas de críticos de espectáculos que no habían viajado nunca a ver teatro afuera y opinaban negativamente. Yo sabía que lo que estaba haciendo estaba a un nivel muy alto en un país en el que era un desafío enorme hacer eso. Pude dejar una marca durante 25 años seguidos en el teatro más importante de Sudamérica, llenando durante meses y eso nunca más se logró.

-¿Qué tan importante es la espiritualidad para enfrentar todo este tipo de presiones con las que te encontrás en la industria?

-Mucho, pero como algo que ayuda a mi vida. Hago meditación dos veces por semana. Me pone muy en eje y me ayuda. Hago yoga desde hace 12 años. Eso también me sirve. Me gusta leer sobre todo lo que se sueña que somos. Creo que somos seres de luz en un cuerpo. Sé que hay otro plano que nosotros no podemos percibir porque usamos el 10% de la capacidad mental. Yo me dejo guiar por mi intuición, que es lo más espiritual que tengo.

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