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¿Qué tener en cuenta al irse a convivir en pareja?

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Stephanie y Fernando conviven desde principio de este año

COMPORTAMIENTO

Dar el paso de mudarse juntos por primera vez puede convertirse en un desafío. No hay reglas,  pero sí algunas recomendaciones a seguir. Y, claro, amor.

Amor líquido. Esa es la noción que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman desarrolló para referirse a las relaciones de amor de la posmodernidad. Que son fugaces, dice Bauman, que no tienen solidez, que son efímeras, que son más individualistas que de a dos. Lo cierto es que no tenemos derecho ni nos animamos a contradecir a Bauman, que ahora todo parece más inestable, es verdad. Pero (por suerte) todavía quedan de las otras relaciones. De las que creen en el otro, de las que quieren proyectarse juntos, de las que piensan en el otro y en cómo hacerse felices. Y digamos que dar el paso de compartir una casa que no tiene nada de líquido, pero sí mucho de amor.

Es que, para esas parejas, llega un momento en el que despedirse para que cada uno vaya a dormir a su casa no tiene sentido. En el que estar separados no es una opción y en el que el desafío de emprender una nueva vida juntos, es casi tan necesario como emocionante.

El prejuicio está, es cierto. Hay quienes dicen que las convivencias son difíciles y pueden terminar por sacar a flote todos los problemas que tiene la pareja. Hay quienes creen que convivir es difícil, que es mejor que cada uno tenga su lugar. Y puede que sea verdad. Pero también es verdad que la convivencia con una pareja puede ser una experiencia que los haga crecer, juntos y a cada uno de ellos.

Aunque parezca lo contrario, según los expertos, no hay que seguir muchas reglas: basta con que el amor exista y las ganas estén, alcanza con estar dispuesto a adaptarse a las formas del otro y a buscar unas formas en común. Basta con ser compañeros y con respetar el espacio ajeno. Si es así, la convivencia tiene todo para ser una experiencia positiva.

Ahora, una cosa son las reglas del "amor", que alcanzan para dar el paso e irse a vivir juntos. Otra, son las reglas que, de acuerdo a la psicóloga Mariana Álvez, se deberían establecer al comienzo de la convivencia. "Tenemos que saber qué le gusta al otro, qué le molesta, en qué podemos ser flexibles y qué cosas son innegociables. Si tenemos una guía de ruta será más sencillo evitar malentendidos y nos sentiremos más seguros", dice la especialista.

¿A su apartamento, el mío o uno nuevo?

Conviven desde el 4 de enero en un apartamento por el Buceo, con un balcón, mucha luz y vista a la rambla. Eso era lo que buscaban Stephanie (32) y Fernando (31) cuando pensaron en irse a vivir juntos: un lugar que sintieran que fuera para ellos. Y aquella casa, que fue la primera que vieron, era la indicada.

El 19 de junio van a cumplir dos años en pareja. Y a mediados del año pasado decidieron que era momento de comenzar a buscar una casa para los dos. "Empezamos a buscar pero de forma tranquila. Surgió algo rápido y no lo dudamos porque estábamos los dos seguros al cien por ciento de querer irnos juntos", dice Fernando, que ya vivía solo y lejos de su familia, que está en Durazno.

A su casa la fueron (y la siguen) arreglando juntos. Tienen los mismos gustos, dicen, y además, las familias de ambos los ayudan mucho. "Decidimos irnos a un apartamento nuevo y no al de Fer. Él vivía hacía diez años ahí y teníamos ganas de arrancar algo de cero, sino era como si yo me sumara a su vida", cuenta Stephanie.

Sobre si mudarse a un lugar nuevo o ir a la casa de uno de los dos, la psicóloga Álvez dice que siempre es un tema subjetivo y que la pareja tiene que conversar de acuerdo a lo que sienta cada uno. Pero puede pasar que "algunas personas sientan como que van de visita si se mudan a la casa en la que ya vivía uno de los dos".

La buena comunicación es esencial para convivir
La buena comunicación es esencial para convivir

Por eso, hablar y ponerse de acuerdo desde el momento inicial, es lo ideal. En el caso de Julieta y Pedro, ambos de 24 (incluso cumplen años el mismo día), la prioridad era encontrar una casa en la que les permitieran estar con sus dos perros, y en la que, además, las mascotas estuviesen cómodas.

¿Cómo superar las primeras dificultades?

Julieta y Pedro son del interior y están juntos hace ocho años. El tema de la convivencia lo hablaban siempre en broma, hasta que un día no fue tan en broma. "Los dos vivimos solos en Montevideo hace seis años. Pedro estaba en una residencia y en verdad ya hacía mucho tiempo que estábamos juntos como para que llegara un momento en el día en el que nos tuviéramos que despedir", dice Julieta. Así que buscaron un apartamento, y, después de varios meses de idas y vueltas entre inmobiliarias y contratos, pudieron arreglar juntos su casa. "Pedro es más maniático que yo para la decoración, yo puedo vivir con cajas, con tener un espacio ya estoy y a él le gusta estar en todos los detalles. Estudia arquitectura, supongo que tiene que ver con eso", cuenta.

Ninguna de las dos parejas dice haber tenido problemas, de esos problemas que las personas les alertaban cuando contaron que se iban a vivir juntos. Para las dos, la convivencia está siendo una experiencia "espectacular", como dice Fernando: "No hemos tenido problemas. Capaz que yo tenía una forma de manejarme porque ya vivía solo y Stephi otra, pero ella se adaptó y yo me adapté a ella de forma rápida. Es como si hiciera años que estamos juntos. Por ahora decidimos todo juntos. Lo único que no definimos fue el tema del ropero, porque su ropa es una cosa aparte. Eso para mí fue una sorpresa, su ropero es una cosa de locos".

Para ellos, la clave está en poder hablar siempre de todo. Sabe, dice Stephanie, que por más que sean "pavadas" del día a día, es mejor conversar sobre todo para que las cosas no empiecen a quedar guardadas y, a la larga, se pueda generar algo mayor. "Las personas nos bombardean con que la convivencia es difícil, pero nosotros no hemos tenido problemas. Pero si pasa algo, lo hablamos, él es un poco más cerrado que yo. Pero, por ejemplo, como hace poco que convivimos un día le pregunté qué le molestaba de mí en el día a día. Él me dijo que nada, pero le insistí y me dijo que a veces él llegaba de noche cansado del trabajo y yo tenía la mañana libre y no compraba el pan y la leche para el otro día. Y lo empecé a hacer, es una bobada pero a él lo hace feliz", agrega Stephanie.

Lo mismo creen Julieta y Pedro. "Siempre, siempre, desde que empezamos la relación hace ocho años y diez meses, hablamos de todo. A veces capaz que a uno le cuesta más dar el paso de hablar, pero el otro siempre se da cuenta y saca el diálogo", dice Julieta. Y ahora que viven juntos, esa sigue siendo la regla: hablar, siempre. "El único problema doméstico que capaz tuvimos fue al principio, por el tema de la limpieza del patio, por ejemplo. Discutimos por eso. Pero lo mismo: lo hablamos y listo, no hay más problema".

La buena comunicación, dice Álvez, es parte de fundamental para tener una buena convivencia: "La mejor manera de plantear las diferencias, en todo contexto, es charlar las cosas en el momento que ocurren. No tiene sentido acumular rencores y explotar cuando nadie comprende el motivo del enojo. Si algo molesta tengo que hablarlo ahora para que la comunicación tenga coherencia y podamos resolverlo lo antes posible".

¿Cómo repartirse las tareas?

Organizar la casa, hacer las tareas domésticas, repartirse las tareas. Eso tampoco ha sido un problema para ellos. "Si uno cocina, el otro frega, si uno lava la ropa el otro hace la cama. Nos repartimos las tareas porque es algo de los dos. Tomamos las decisiones siempre juntos. Y está demás, porque nos súper entendemos y no tenemos que estar diciendo bueno, si yo hago esto vos hacés lo otro, sale naturalmente", dice Fernando.

Julieta, por su parte, cuenta que el reparto de las tareas es relativo: "Cuando yo tengo días libres y él está estudiando, hago las cosas yo, pero cuando yo llego tarde de trabajar, por lo general, ya las hizo él. Eso sí, cuando los dos tenemos días libres, aprovechamos para hacer juntos una limpieza profunda".

¿Es necesario un espacio propio?

Por otro lado, hay que tener algo claro: convivir no es sinónimo de compartir absolutamente todo. Es necesario que cada uno tenga su espacio y poder entender la individualidad del otro. "Cuando no hay espacio para amistades o actividades por separado, la pareja se satura y es caldo de cultivo para innumerables discusiones", explica la psicóloga.

Para ellos cuatro, eso no es un problema. Al contrario. El tiempo que tienen para verse y estar juntos es poco. "En la semana es difícil estar juntos porque los dos estudiamos y trabajamos. En verano yo me levantaba súper temprano porque estamos en frente a la playa y lo levantaba a él, por más que no le gusta madrugar y se pusiera de mal humor al principio, nos hacíamos el mate e íbamos a la playa. Y después en la noche es cuando podemos cenar juntos. Y eso es lo más lindo de convivir, que tenemos los dos lindos valores y aprovechamos cosas simples y disfrutamos mucho de eso, de un abrazo a la noche, de que él me espere con sus lentejas, que me encanta como las hace, de hacer cosas que parecen tontas pero que sé que a él lo hacen feliz y si él está feliz, entonces yo también", cuenta Stephanie.

Además, dicen los dos, hay algo que sin dudas disfrutan desde el primer día, y cada día más: su casa, pero especialmente su balcón y la vista a la rambla que tienen desde allí. "Son momentos que pueden ser sencillos pero que para nosotros son gigantes: desde un buen día a la mañana, unos mates, poder cenar juntos, todo. Aprovechamos mucho nuestro balcón. Nos hace muy bien", agrega Fernando.

Julieta y Pedro, que también trabajan y estudian, buscan cosas para hacer juntos y poder disfrutar de los momentos que tienen para compartir. "Juntos estamos solo cuando salgo de trabajar de noche y estoy en casa. Ahora decidimos mirar una serie juntos para poder compartir algo. Pero en general somos re compañeros, nos sentamos a estudiar juntos por más que esté cada uno en lo suyo, o si él está estudiando me siento al lado a mirar una serie o a leer. Cada uno hace sus cosas, pero los pocos momentos que tenemos los dos en casa los compartimos. Nos encanta, por ejemplo, ir al Parque Rodó con nuestros perros, porque estamos cerquita", dice ella. Además, como los dos son de Melo, cuando van a ver a sus familias, intentan coincidir. "No siempre pasa, pero lo intentamos".

Y de eso se trata la convivencia o al menos, eso parece. De adaptarse a la formas del otro, de ceder y de no ceder, de aceptar ciertos "sacrificios" por el otro. De dar un paso que es una apuesta, de armar juntos una casa que, más que hogar, es un proyecto a futuro. De acompañarse y respetarse. Y, sobre todas las cosas, de compartir lo que de otra forma, sería imposible vivir.

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