“A los 18 años nos dan un permiso de conducir y ya está. Nunca nos reciclamos”. Quien afirma esto es Arturo Borges, desde hace 30 años al frente del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV) y un referente cada vez que hay que hacer una consulta sobre la vida en el tránsito. “El sistema se olvidó de preparar al individuo, de formarlo. Si el sistema no exige, la gente no se prepara”, se lamenta quien además es experto en accidentología.
¿Qué significa entonces tener la libreta de conducir? Los especialistas consultados para esta nota coinciden en que se trata más que nada haberse preparado para obtener el permiso para tomar el volante. Que eso signifique que uno sabe conducir, es otra cosa. “¡Pero si me exigieron 15 clases obligatorias!”, dirá usted. “Nadie con 15 clases aprende a conducir”, asegura Borges.
“No es salvar un examen”, afirma Jorge Alfaro, el director saliente de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), que depende de Presidencia de la República. “En Estados Unidos de repente te dan 15 clases, pero el libro del material teórico es enorme y el examen teórico lo pierden dos, tres y cuatro veces. No cuesta plata, cuesta estudio”, apunta quien sostiene que la teoría es fundamental a la hora de formar conductores.
“La teoría es mucho más importante que la práctica”, asegura por su parte Borges. “La conducción no es intuitiva, necesita que el individuo internalice distintas situaciones del tránsito, que entienda para qué una señalética, para qué un radar, para qué la fiscalización. Si el individuo no entiende el para qué de una normativa, no la va a cumplir. La información abre los ojos y la información cuando es persistente abre la mente”, añade.
Precisamente por ese lado de persistir es que en varias instituciones que enseñan a conducir en nuestro país existen cursos que buscan terminar de formar al conductor, darle todas las herramientas que una base de 15 clases nunca le proporcionará de manera completa y eficiente.
Conducción defensiva, técnicas de conducción segura o conducción preventiva son los distintos nombres bajo los que encontrará estos cursos que reclutan diferentes públicos.
“Son para gente que tiene la libreta, pero le da miedo conducir en Montevideo o gente que cuando sacó la libreta no le enseñaron a estacionar en 45 grados porque en ese momento nadie paraba en 45 grados y quieren practicar maniobras”, menciona como ejemplos Rosina Rubio, gerente de Relaciones Institucionales y Movilidad del Automóvil Club del Uruguay (ACU).
Borges, en tanto, señala que con estos cursos el ISEV apunta a quienes se quieren reciclar. “Es gente que ya tiene experiencia en el manejo o gente que ya hace un tiempo que no conduce, por lo tanto obtuvo el permiso y nunca más tocó un vehículo. Entonces lo traemos al reciclaje y a recordar lo que había aprendido en su momento”, explica.

En qué consisten
“Nosotros decimos que no te enseñamos a manejar, manejar es mover el auto; nosotros te enseñamos a conducir, que es distinto”, manifiesta Rubio al referirse a los cursos del ACU tanto para conductores nóveles como para los que buscan aggiornarse.
Concretamente para este último grupo hay dos ofertas: Conducción Preventiva y Conducción Defensiva. “El primero es un curso teórico y el segundo teórico-práctico. En el teórico-práctico incorporamos la realización de maniobras defensivas. ¿Por qué defensivas? Porque te enseñamos a reaccionar ante un imprevisto que te pueda suceder en el tránsito”, detalla Rubio sobre las clases que también se imparten en el interior del país.
Los cursos están estructurados en una jornada. Cuando hay teoría y práctica, de mañana se realiza el módulo teórico (3 horas) y en la tarde el práctico (3 horas). “La práctica de maniobras de emergencia se desarrolla en un predio en el área metropolitana, adecuado para realizar maniobras a velocidad como un frenado de emergencia, toma de decisiones, practicar curva y contracurva, entre otras. No son en simulador”, aclara Rubio.
En el caso del ISEV, el curso para novel conductor incluye dos horas para enseñar manejo en ruta aunque no sea tema de examen para sacar la libreta. “Hoy el individuo obtiene el permiso, se compra el auto mañana y lo primero que hace es salir a la carretera a probar una máquina”, indica Borges. “Por eso insistimos con darle el fundamento técnico primero, después la práctica y lo acompañamos en el proceso hasta que creemos que puede conducir solo”, añade.
Los cursos teóricos son grupales, con la ventaja para la gente del interior de que lo pueden hacer a través de la aplicación.
En lo que refiere a los cursos de reciclaje, que en el ISEV reciben el nombre de Técnicas de Conducción Segura, se imparten 6 horas de clases teóricas más 2 horas de clases prácticas, más carretera. Eso es la base que luego se amolda a las necesidades de cada persona. Para ello, previamente se le realiza una evaluación práctica para ver qué tan olvidada se encuentra. “Son las clases que quiera o necesite contratar”, acota Borges.
Explica que “una de las claves del reciclaje es enseñar a leer el escenario y a tomar decisiones, es decir, percibir el riesgo, tener una actitud positiva y tratar de no llegar al siniestro”.
El director del ISEV se mostró contento porque “hay gente que se dio cuenta de que el tránsito está complejo y viene a hacer los cursos de reciclaje”, mientras que Rubio admitió que la demanda por este tipo de formación ha crecido, pero que debería ser mayor.
El Banco de Seguros del Estado (BSE) también ofrece cursos de conducción defensiva. Los mismos se dictan de forma online mediante la plataforma educativa Educantel y son gratuitos (ver recuadro). Estas clases son solicitadas tanto por conductores particulares como por empresas para sus empleados o instituciones para sus funcionarios. En 2024 se matricularon 1.129 participantes.
El ISEV y el ACU también cuentan con cursos dirigidos a conductores profesionales (transportes de pasajeros, carga terrestres, mercancías peligrosas).
“Por suerte cada vez son más las empresas que se interesan en estos temas porque se dan cuenta de que invertir en capacitación tiene beneficios porque además estás invirtiendo en seguridad, no solo del trabajador sino también de la familia. Y además favorece el clima laboral. El beneficio de que una persona tome un curso de conducción se multiplica ene veces”, afirma Rubio.
Por el lado del ISEV se busca que los conductores profesionales conjuguen dos verbos al mismo tiempo: ser y estar. “Yo tengo que estar frente al volante y además ser conductor. Uno de los dos verbos que yo no conjugue, obviamente voy a estar más cerca del siniestro que otra cosa”, alerta Borges y agrega que se trabaja sobre la responsabilidad objetiva de llevar carga o llevar pasajeros y entender cuál es el alcance que tiene una normativa. “Se procura derribar muchos mitos que eran de antes y que hasta el día de hoy corren, fundamentalmente porque el sistema se olvidó de formar conductores”, se lamenta.
Posibilidades de cursos de reciclaje
* Automóvil Club del Uruguay: Tiene dos tipos de cursos: Conducción Preventiva (teórico) y Conducción Defensiva (teórico-práctico). En cada caso hay diferencias si va dirigido a un conductor convencional o a uno profesional. También difieren según las características del vehículo. El precio ronda los $ 8.000; los socios de ACU tienen descuentos.
* Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV): Ofrece un Curso de Técnicas de Conducción Segura con 6 horas de clases teóricas y la cantidad de horas de clases prácticas que necesite el conductor según una evaluación previa, a lo que se le suma conducción en ruta. El precio base es de $ 11.000.
* Banco de Seguros del Estado: Cuenta con un curso defensivo online en la plataforma Educantel que es gratuito. Tiene como finalidad “fomentar la prevención en los conductores de vehículos livianos, camiones, motos y ciclomotores; contribuir a que conozcan y tomen conciencia de los riesgos que se pueden llegar a presentar en el manejo y su interacción con otros usuarios de la vía; brinda herramientas para identificarlos y actuar en consecuencia, evitando así posibles siniestros de tránsito”.
* Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev): Ofrece un curso de Seguridad Vial a Distancia gratuito que se hace a través de su portal.
Quiénes los toman
Si bien los cursos de reciclaje están dirigidos a todo público, quienes más los demandan es gente entre los 35 y los 45 años. “Es una edad clave porque ya llegó al vehículo, entiende por qué y quiere disfrutarlo. Es una persona que no arriesga. Cuando tenemos 18 o 20 años arriesgamos mucho más”, interpreta Borges.
Añade que se trata de gente que “está entendiendo que el tránsito es un sistema de respeto y que reconoce que hubo una pata que le faltó; le faltó que alguien le explicara por qué el cartel de PARE, por qué la barrera baja, por qué las preferencias… hay dudas de todo tipo que creó el propio sistema”.
Por el lado del ACU, dice Rubio que quienes se acercan a tomar estos cursos de reciclaje “es gente que no obtuvo su licencia de conducir recién sino que tiene cierta experiencia, no como destreza sino como antigüedad manejando. La pasan súper bien y siempre salen gratamente sorprendidos”.
La gerente del ACU informa que en materia de empresas, el público es muy variado. Las hay desde pequeñas empresas con una o dos camionetas de reparto u organismos del Estado que mandan a sus choferes porque muchas veces tienen que hacer muchos kilómetros de ruta o deben conducir por terrenos que no están de la mejor manera.
“En cuanto a los particulares, hay los que están especialmente sensibilizados por alguna situación particular o porque tuvieron un siniestro de tránsito o por una motivación intrínseca que los hace ser más precavidos o más productivos también”, comenta Rubio. Aclara que no es necesario ser socio del ACU para acceder a estos cursos aunque estos últimos tienen una bonificación económica.
Mujeres más observadoras y motos omisas
¿Las mujeres manejan peor que los hombres? Para Arturo Borges, no es una cuestión de sexo sino de la persona. “El tema es la actitud: si la persona quiere hacerlo, lo logra”, dice.
Cuenta que entre el 70% y el 80% de los alumnos del ISEV son mujeres y terminan manejando “espléndidamente”. Lo que sí nota es que el sexo femenino es más observador y no corre más riesgos de los que quiere correr.
Además, celebra la cantidad de mujeres que hoy hay conduciendo ómnibus, camiones, taxis, camionetas escolares y transporte de carga de hasta 74 toneladas en el ámbito forestal.
Informa que en los cursos de reciclaje son el 70%. “El género femenino se prepara más, entiende más la importancia”, asegura.
Paradójicamente, en el ACU ocurre lo opuesto, son más los hombres que toman clase de conducción defensiva.
Borges sostiene que la compra de un auto en nuestra sociedad sigue teniendo características fálicas. “Los padres inculcan al varón que se compre el auto y que la mujer se dedique a estudiar, por eso la mujer espera un poquito más para aprender. Por suerte estamos logrando que se vea de otra manera”, señala y lo destaca porque si hay algo en lo que insiste es en que “conducir hoy es un tema de primera necesidad y cuanto antes pueda hacerlo mucho más fácil es”.
¿Y qué sucede con los motociclistas? ¿Toman cursos de conducción defensiva? “Cuando empezó a llegar la inmigración centroamericana, como se empleaban como delivery venían a estudiar y se preparaban porque venían de otros sistemas. Se llevaban certificados y se sacaban fotos con nosotros. Pero un día dejaron de venir. Entonces me pasó que una vez vi a uno de ellos andando a contramano, encima de la vereda y le dije: ‘¡Esto no se puede hacer! Me estás dejando mal’. ‘¿Sabe lo que ocurre, profe?’, me respondió, ‘que si yo hago lo que usted me dice y sé que hay que hacer, llego 10 minutos más tarde que la competencia y yo así me gano la vida. Entonces si la competencia y los connacionales suyos hacen esto y nadie los para, yo tengo que hacer lo mismo, sino no trabajo’. El contexto modifica la conducta”, se lamenta Borges. A esto le suma que no se fiscaliza, al punto tal que hay muchos motociclistas sin libreta de conducir. “Lo que ocurre es que sin el permiso de conducir no les pasa nada, mientras que si tienen permiso pueden pasar a juez. La tienen clarísima”, apunta.
Rosina Rubio comparte con Borges que el modelo de negocios de las empresas de delivery conspira contra la seguridad vial. De todas formas, cuenta que el ACU ha trabajado con la empresa Pedidos Ya! “Capacitamos una buena cantidad de conductores en un curso teórico práctico. Fue un convenio que se hizo con Inefop (Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional) y resultó una gran experiencia”, destaca al tiempo que admite que el motociclista particular no demanda el curso.
Objetivos
“Entendemos que el remordimiento tiene que ser anticipado”, señala Borges a la hora de plantear cuál es el objetivo de los cursos que se dictan. “El remordimiento posterior no sirve de nada, no ayuda, y uno de los objetivos del ISEV es crear la conciencia del riesgo objetivo que se asume frente a una situación en el sistema del tránsito”, agrega.
La pregunta lógica que a todos nos surge es por qué no se enseñan todas estas cosas desde la escuela o desde la enseñanza secundaria o mismo cuando se está dictando el curso básico para el conductor novel.
Para Borges está faltando que el conductor entienda que así como planifica su vida como ciudadano —de qué va a trabajar, qué carrera va a seguir—, también es necesario que planifique su vida en el tránsito, que es donde pasa el 60% o el 70% de su existencia. “Arriesgando lo más preciado que queremos defender, que es la vida”, subraya.
“En las distintas etapas que tenemos hoy de crecimiento del ciudadano uruguayo, no vemos que esté instalada la educación vial como una materia importante”, reflexiona y pone un ejemplo que denuncia la falta de criterio en estos temas: “Si yo tomo mi vehículo y voy con tres o cuatro amigos, no estoy lejos del riesgo que corre un taximetrista o el conductor de una aplicación que lleva cuatro pasajeros, pero a estos se les pide un examen un poquitito más riguroso y el que entra por primera vez al sistema de tránsito parecería que no corre riesgo, por lo tanto con la lectura de un librito un día o dos está en condiciones de conducir”.
Por su parte Rubio señala que “una cosa súper importante es que más allá de que nosotros enseñamos técnicas para anticiparnos y prever situaciones de peligro, lo que le decimos a la gente es que la conducción defensiva empieza antes de que te subas al auto. Eso implica tener un conocimiento de tu vehículo: de las prestaciones de tu vehículo y del estado en que está”.
Por tal motivo es que el ACU ofrece talleres de mecánica básica para la conducción. “Te enseñan hasta cómo cambiar un neumático, que es un elemento de seguridad fundamental en cualquier tipo de vehículo y a veces no nos damos cuenta”, acota.
En esa línea va Jorge Alfaro al sostener que el conocimiento que se tiene del vehículo es clave. “El auto, además de tener que presentar un buen mantenimiento, ofrece una cantidad de elementos que está bueno que los utilices y los utilices bien”, remarca el experto.
Finalmente está todo lo referido a las reglas del tránsito, que en general se conocen poco o directamente no se conocen. Eso es algo que Borges, en sus años de experiencia como perito de accidentes, ha sabido comprobar.
“En el 99% de los casos, detrás de un accidente hubo una infracción y lo peor es que muchas veces era una infracción que se podía haber obviado. Todos los siniestros avisan. ¿Saben cuál es el tiempo que por lo general tiene el individuo entre que ve la posibilidad de riesgo y que se provoca su propia muerte o va preso por provocar otra? Entre 3 y 4 segundos. Pero como su cerebro no está preparado para eso, lee el escenario y no se da cuenta del riesgo que corre. En Uruguay la ignorancia mata y manda preso; la gente choca por ignorante”, señala el accidentólogo.
Para el experto habría que aprovechar instancias como el momento de renovar la libreta de conducir para probar si un conductor está aún vigente. “Lo pongo frente a una computadora para que conteste diez preguntas en lugar de solo hacerle un examen médico. Otra idea es que luego de la segunda o tercera multa por radar o por cruzar con luz roja tenga que hacer un curso gratuito”, propone.
La clave de todo esto sigue estando en el mismo punto: hay que educar a los conductores. Y no solo a los conductores, sino también a quienes se encargan de formarlos. “Tu padre no es escuela, tu novio no es escuela, tu tío no es escuela. No tienen capacidad docente ni lo son”, advierte Alfaro sobre la necesidad de ir a aprender a las escuelas o academias con instructores preparados.

En lo que respecta concretamente a los cursos de conducción defensiva o preventiva, todos coinciden en que deberíamos verlos como esa necesidad que existe hoy en día de estar actualizándose en todos los órdenes de la vida.
“Todas las profesiones, después de que uno se recibe, exigen volver a la Facultad mientras se ejerce, todos los años de tu vida, menos el conductor. El conductor consigue el permiso de conducir hoy y no toca un libro más”, se lamenta Borges, para quien falta voluntad política por miedo a perder votos.
“Hay que trabajar para que las condiciones de manejo sean seguras, para que los conductores sean conductores responsables seguros, para que los vehículos sean seguros y para que las vías sean seguras”, resume Rubio.
Un tránsito más violento y cifras que asustan
“Un promedio de 450 muertos por año y entre 3.000 y 4.000 heridos graves; la verdad es muchísimo”, advierte Arturo Borges. “El tránsito está arriba de los 1.000 millones de dólares que perdemos por año. Tenemos una generación de individuos que se mata en plena edad de producción y de aportar para un sistema que entonces se empobrece”, agrega.
El director del ISEV viene notando que el tránsito está cada vez más violento. “El tránsito es la caja de resonancia de cómo vive una sociedad. Hoy tenemos un tránsito anárquico; la gente cree que sabe conducir y no sabe. Se ha instalado una agresividad que a nosotros realmente nos llama la atención. Parecería ser que frente al volante tenemos un cambio de personalidad instantánea, somos otro”, confiesa recordando una conocida viñeta de Quino o también los dibujitos de Disney con Tribilín haciendo destrozos.
Para Rosina Rubio (ACU), la conducción agresiva es producto de varios factores. “Puede ser por un desconocimiento de cómo uno debe conducir, pero también del estrés con el que convivimos diariamente y no hacemos el ejercicio necesario de desprendernos de determinadas situaciones en forma consciente cada vez que nos ponemos detrás del volante. También está la gran cantidad de vehículos que comparten la vía pública”, reflexiona.
Rubio cuenta que muchas empresas solicitan charlas sobre temas puntuales, siendo el estrés y la velocidad dos ejemplos recurrentes. “Encuentran que sus empleados exceden los límites de velocidad permitidos y lo primero que salta es la multa. ¡Y por suerte salta porque es una advertencia!”, expresa.
“Nosotros decimos que por cada siniestro mortal hay muchos otros siniestros que no son mortales. Por debajo de ellos hay un montón de incidentes y por debajo de esos incidentes hay un montón de falta de controles. Muchas veces son del propio conductor, que no verifica el estado de su vehículo, pero también falta el control de la autoridad que no fiscaliza lo que tiene que fiscalizar”, sentencia.