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Las clases virtuales son una ventaja para estudiantes que no accedían a la universidad

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Beatriz estudia Bibliotecología desde Paso de los Toros. Foto: Francisco Flores
video llamada de Rosakia 20210623, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

DE PORTADA

Por la distancia de los centros de estudio, por el trabajo o por otras circunstancias de la vida no podían cursar ninguna facultad. Ahora aprovecharon que la universidad es remota.

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Dice Beatriz Gorgorozo, estudiante, que la virtualidad apareció como una forma “democratizadora de la educación”. Dice que ahora, en cualquier kilómetro uruguayo, todos tienen la posibilidad de acceder a una clase. Ella, por ejemplo, con 55 años, viviendo en Paso de los Toros, Tacuarembó, pudo matricularse y comenzar como estudiante de la Licenciatura en Bibliotecología que ofrece la Facultad de Información y Comunicación en la Universidad de la República. “Yo hablo desde mi punto de vista y desde mi punto geográfico. Pero ojalá que cuando vuelva la presencialidad, algo de la virtualidad se mantenga y podamos seguir nuestra carrera”.

María José ha investigado a lo largo de su vida para encontrar a su padre —“fue integrante del MLN y de un grupo en Colombia”, cuenta— y hace un tiempo se dio cuenta de que la Archivología era para ella. Serrana ama la historia y es compañera “virtual” de María José en la carrera. La primera vive en Montevideo, la otra en la costa de Canelones, pero tienen algo en común además de la Archivología: sus historias personales les cortaron los estudios y los ritmos de la vida no les permitían retomar, hasta que apareció la virtualidad.

Cuando vuelva la presencialidad María José dice que se las arreglará para seguir. Pero Serrana sabe que es probable que no tenga forma, sus horarios rotativos en el trabajo y el control de asistencia en las materias no se conjugan de la mejor manera.

Eliseo tiene 21 años y estudia Ingeniería Biomédica en la UTEC de Fray Bentos. Vive en su casa en la ciudad de Mercedes y si no fuese por la virtualidad no hubiese podido comenzar los cursos. Ahora, a mitad de año, recibió la beca del Fondo de Solidaridad a la que se había postulado, pero sin ese dinero no hubiese podido trasladarse desde comienzo de año. “Si pensara en Montevideo, sería bastante más complicado” por el tema económico y el estar más lejos su casa.

Desde el comienzo de la pandemia del coronavirus en marzo de 2020 las clases de distintos centros educativos terciarios tuvieron que migrar a la virtualidad. Ha sido un desafío tanto para alumnos como docentes. Sin embargo, hubo uruguayos que vieron en las clases online una oportunidad para hacer una carrera universitaria. Serrana, que hizo el liceo de grande con los planes semestrales, ve la licenciatura como una meta de vida. “Yo siempre quise estudiar, simplemente por situación de vida no pude concretar. Cuando logré terminar el liceo, fue lograr algo personal, y el poder acceder a la facultad es un sueño. Lo que aprenda no sé si lo voy a poder aplicar en algún trabajo, pero es adquirir el conocimiento”.

No hay datos de cuánto influyó la virtualidad para que los alumnos se anotaran o no en la educación terciaria.

Consultado para la nota, Rodrigo Arim, rector de la Universidad de la República, explicó que el aumento de inscripciones no se puede atribuir a la virtualidad.

“Este año tenemos un récord histórico de inscripciones a la UdelaR, pero uno no lo puede asociar a la virtualidad. El incremento de la matrícula venía creciendo un 3% o 4% anual; este año creció cerca del 12%. Pero te diría que más que pensar en la virtualidad, tiene que ver también con los procesos de finalización de Secundaria y que la UdelaR sigue siendo la principal puerta de entrada a los estudios terciarios. Además, antes de la pandemia por coronavirus, la descentralización con facultades en departamentos del interior ya había generado un aumento importante en la matrícula”.

Salas virtuales para estudiantes

Rodrigo Arim, rector de UdelaR, explica que hay dos elementos de la virtualidad que alteran la calidad de la enseñanza a nivel universitario. Por un lado, que para carreras de la salud o biológicas en las que se necesita la experiencia clínica y no hay forma de sustituirlo con lo remoto y “genera retrasos curriculares relevantes”.

El otro punto es la importancia del intercambio cara a cara para el desarrollo de los estudiantes universitarios en general. En este punto, cuenta, este año han tratado de sustituir con la incorporación

de salas virtuales para estudiantes. “Contratamos más de cien mil salas virtuales. Estamos distribuyendo entre todos los estudiantes una sala virtual de manera que puedan tener encuentros académicos con otros compañeros de clase, buscar la manera de organizarse para estudiar, etc. Pero te diría que no es sustituible plenamente y además hay áreas del conocimiento donde es esencial la presencialidad”.

Carina Santiviago, coordinadora del Programa de Respaldo al Aprendizaje (Progresa) de la UdelaR explicó que la suba en la matrícula “puede tener que ver con la virtualidad pero también con un rebote del año pasado. Porque mucha gente debe haber dejado porque no se adaptó y está intentando de nuevo”.

En el caso de la UTEC, tampoco hay todavía una evaluación sobre este efecto. Sin embargo, en 2021 se registró el mayor número de ingresos desde que nació la universidad en 2014.

Diego accedió a un posgrado en Buenos Aires que podrá realizar virtualmente. Foto: cortesía UTEC
Diego accedió a un posgrado en Buenos Aires que podrá realizar virtualmente. Foto: cortesía UTEC

Desde allí se explicó que la institución tiene más de 4.000 estudiantes y en 2021 se recibió a “la generación más numerosa con 916 nuevos ingresos”.

La oportunidad y el momento.

Para comprender por qué Beatriz ve a la virtualidad como una oportunidad, hay que conocer su historia.

Nació en Paso de los Toros, pero por un problema de salud de su hermana la familia tuvo que trasladarse a Montevideo. De niña, Beatriz sufrió el desarraigo y quiso siempre volver a su pueblo. Volvió hace unos 12 años. Ya madre de tres chiquilines, casada. “A Paso de los Toros volvimos con la idea de quedarnos por un tiempo porque mi papá había empezado con Alzheimer y no quería que se olvidara tan rápido de mis hijos. Al final nos fuimos quedando y no me quiero ir más. Vas a ver que el leitmotiv de todo han sido siempre ellos, mis hijos”, dice en un tono que parece casi una advertencia. Por seguirle el paso y acompañarlos a ellos se reencontró con los estudios y con el sueño de querer hacer una carrera universitaria.

Al liceo lo dejó antes de terminar sexto año y se niega a “poner excusas”. “Era porque me gustaba la plena más que respirar, trabajaba mucho y bailaba más todavía”. Estudió enfermería y trabajó hasta que fue madre de sus primeros dos hijos. La idea era retomar cuando crecieran un poco, pero entonces nació Iván, el tercero, y la vida y los años fueron pasando.

“Cuando Emanuel tenía 14 años se tuvo que anotar en el nocturno, y yo pensé ‘cómo dejo a mi niño acá, toda gente grande’. Tampoco podía ir con él, así que me anoté en el liceo y terminé sexto. Emanuel no terminó, yo sí”. Siguió con el profesorado de literatura, trabajó como docente y desde hace años está en la biblioteca del liceo. El camino hacia la facultad también fue por uno de sus hijos.

A medida que Iván crecía, con su esposo notaban que había algo diferente en él. Por sus conocimientos —él es médico— percibieron que era autismo, pero no fue diagnosticado hasta sus 9 años. En ese momento la psiquiatra que los atendió les dijo que el panorama no era alentador, que más de lo que habían logrado ellos en esos 9 años, no iban a alcanzar. No se dieron por vencidos y la mudanza a Paso de los Toros los ayudó. “Iván era un chiquilín que a los 5 años te leía libros de Julio Verne. Aprendió a leer, aprendió matemáticas escuchándome enseñarle a los hermanos, él tenía mucho potencial”.

La mirada desde un estudio de la Facultad de Psicología

Desde el programa de Renovación de la Enseñanza (Proren) de la Facultad de Psicología de la UdelaR se realizó una investigación para comprender cómo había sido el paso a la virtualidad en estudiantes de psicología en el primer semestre del año 2020. No contemplaron la situación específica de estudiantes del interior porque las inscripciones a los cursos fueron previo a la pandemia, pero sí observaron cómo fue la adaptación general. Consultados para esta nota, explican que “en los seres humanos el aprendizaje tiene una fuerte impronta social (...) por lo que un pasaje repentino y forzoso a un tránsito educativo en la virtualidad puede tener ribetes de construcción solitaria de saberes”. Esto permite entender que las devoluciones generales tanto de alumnos como docentes eran negativas respecto a lo que tenía que ver con los vínculos. “El bagaje teórico que hemos adquirido respecto a la enseñanza en virtualidad indica que en los procesos virtuales debe prevalecer la comunicación fluida y efectiva en una atmósfera de calidad y con un acompañamiento constante de las actividades que realizan los participantes”.

En el pueblo encontraron una maestra itinerante que lo acompañó en su educación escolar, una escuela que lo recibió con toda la voluntad para trabajar con él —no querían mandarlo a una escuela especial porque sentían que sería un retroceso—, luego hizo artístico e ingeniería en el liceo y, después de un año de espera por miedos, empezó la facultad.

Un día les dijo a sus padres que quería irse a Montevideo a estudiar Comunicación y Beatriz, investigando la carrera para su hijo, descubrió que con la pandemia todo era virtual, lo que fue un alivio. Iván se mudó a la capital con su hermano mayor y está cursando. “A mi hijo vos lo ponés en una multitud y él no va a tener contacto humano. Le angustia mucho cuando hay mucha gente, se bloquea. Esta posibilidad de que las clases sean virtuales a él le permite formarse como cualquier otro joven”.

Y Beatriz descubrió que también podía estudiar la carrera de sus sueños sin tener que volver a dejar el pueblo, así que desde comienzos de 2020 hace Bibliotecología. Lo que pueda suceder cuando regrese la presencialidad es algo que le preocupa muchísimo, tanto por ella como por Iván.

“También por todos los chicos del interior. La centralización del país es una forma de exiliarte de tu entorno. Y el sistema educativo no está preparado para contener a esos chiquilines y esas familias y a gente que por diferentes razones no pudo hacerlo, que ahora, con la virtualidad, lo puede hacer”.

La necesidad del contacto cara a cara

“Lo que tenemos son plataformas digitales que nos permitieron darle continuidad a la enseñanza, pero el componente o el ingrediente medular de la formación universitaria que tiene que ver con esta dimensión de la interacción social está muy acotado. Y es una repercusión planetaria en el mundo universitario”, explica Arim.

Sin embargo, no le gusta hablar de un sistema a futuro que sea híbrido. Prefiere pensar en el retorno a la presencialidad pero con un uso más inteligente de las tecnologías y la conectividad. “Antes de la pandemia ya existían universidades virtuales y no son de buena calidad”.

Santiviago añade que la plataforma EVA y otras formas de virtualidad se vienen trabajando desde hace muchos años y que la crisis sanitaria vino a “visibilizar muchas cosas, capacidades que estaban que no sabíamos”.

La importancia de las tutorías entre pares

Una de las herramientas que desde Progresa de UdelaR ven como muy importante para atenuar el efecto del aislamiento de los estudiantes son las tutorías entre pares. Esto son llamados a los que se pueden anotar estudiantes avanzados de las diferentes carreras y así acompañar y apoyar a aquellos que recién ingresan. La inscripción puede hacerse a través de la web de Progresa.

Hay tutorías para apoyar a estudiantes privados de libertad, en situación de discapacidad o migrantes tanto del interior como del exterior. “Además, actualmente son tutorías creditizadas, se toman como una materia electiva u optativa para cualquier facultad. Además, cuando vimos que esto de la afectación emocional aparecía mucho, se creó entre Progresa y Rectorado un equipo psicológico virtual y se atendió un montón de gente en grupos terapéuticos para poder procesar todo esto que estaba pasando. Este año se continúa porque vimos que la situación obstaculizaba mucho la posibilidad de estudiar en general”.

En 2020, desde el programa Progresa de Udelar realizaron una encuesta para evaluar cómo había sido el primer semestre de virtualidad. Un 43% de alumnos estaban satisfechos y un 12,4% “muy satisfecho” con las clases virtuales. “Lo que encontraban de ventaja era ver la clase en cualquier momento, poder participar más porque tiene eso de que inhibe menos y aparecía en un 85% el no tener que viajar. Viajar tanto del interior como desplazamiento dentro de Montevideo”.

Entre los obstáculos figuraba más la afectación emocional. “Nosotros esperábamos conectividad, que también apareció, dificultades en las computadoras, también sacamos la Beca Laptop, pero apareció con mucha fuerza la afectación emocional y el contacto con docentes y compañeros”. Dice la referente que si bien la virtualidad “llegó para quedarse”, no es un sustituto de la presencialidad.

Beatriz, que estudia con una compañera montevideana de 19 años a través de Zoom —ya generaron un vínculo que va más allá del simple estudio— dice que para ella sí, el contacto es muy importante, pero que le parece más trascendente el pensar en que todas las personas que quieran estudiar, puedan hacerlo, sin importar el punto geográfico.

“Además los que se van después forman sus vidas en otros lugares, no regresan, y el envejecimiento del interior se nota. Con carencia de profesionales importantes. O están los que se ganan una beca y después tienen que volver porque no se adaptan a la vida montevideana. Esto de la virtualidad es sumamente importante para aquellos que no lo pueden lograr por otros medios. Nosotros somos producto de nuestras decisiones, pero tenemos que tener la opción de poder decidir. Y no nos están dando las opciones”.

Las carreras híbridas en la UTEC

Alina Sainz tiene 23 años y estudia la Licenciatura en Tecnologías de la Información en la UTEC de Fray Bentos. Después de estudiar Derecho en el liceo, descubrió que en la UTU había bachillerato de Informática y dijo “cómo no pude saber esto antes”. A su vez, un amigo le empezó a enseñar programación y le gustó todavía más. Era su camino, así que se anotó en el bachillerato de UTU. Ahora es estudiante de la única carrera que desde su creación es 70% virtual, 30% presencial. Le viene bárbaro porque puede trabajar y a su vez participar en proyectos en el exterior, también de manera remota. “Siempre me imaginé estar haciendo una carrera universitaria por más que sabía que no iba a poder ir a Montevideo o Paysandú. Y ahora estoy estudiando en Fray Bentos y aparte era gratis y prácticamente toda por computadora, no me podía haber ni imaginado”. Eso sí, dice que es fundamental ponerle “voluntad” y que el acompañamiento de los tutores lo hace más sencillo. Además, la modalidad remota no le ha impedido hacerse amigos en la carrera.

Alina estudia en UTEC, una carrera que es 70 por ciento virtual y 30 por ciento presencial. Foto: cortesía UTEC
Alina estudia en UTEC, una carrera que es 70 por ciento virtual y 30 por ciento presencial. Foto: cortesía UTEC

Para Mayra Díaz, una mamá de 31 años que vive en Canelones que descubrió en la informática una pasión, la carrera de la UTEC que ya de por sí era virtual le fue una solución. Estudia desde su ciudad y aunque cuando vuelva la presencialidad tenga que ir cada tanto a la ciudad de Durazno, no es lo mismo que tener que trasladarse por completo.

Mayra Díaz, alumna de la carrera Licenciatura en Tecnologías de la Información de la UTEC. Foto: cortesía UTEC
Mayra Díaz, alumna de la carrera Licenciatura en Tecnologías de la Información de la UTEC. Foto: cortesía UTEC

La virtualidad fue también una herramienta fundamental para Diego Villanueva (42), uno de los primeros ingenieros en Energías Renovables de la UTEC y actual docente en la institución. En su caso, aplicó a una beca de movilidad de su universidad que le permite ahora acceder a una diplomatura en operación de plantas industriales de biomasa en la Universidad Tecnológica Nacional de Buenos Aires. “Siempre fue un anhelo el poder realizar una carrera universitaria, aunque por las situaciones laborales y familiares el poder trasladarme a Montevideo hacía que quedara en un segundo o tercer plano esa posibilidad. Pero cuando en 2015 UTECse instala en Durazno consideré que era el momento adecuado”, y ahora con la virtualidad, sin dejar la ciudad donde está su vida, hará el posgrado.

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